Sabela
Cuando abro los ojos, me siento desorientada. Me lleva un poco de tiempo darme cuenta de dónde estoy y con quién. Sonrío cuando veo que Jacobo se ha quedado dormido. Está apoyado en mi hombro izquierdo y parece que disfruta de un sueño reparador.
Permanezco así durante un buen rato, hasta que comienzo a notar dormido todo mi lado izquierdo. Intentando no despertarle, me separo muy despacio de él.
Procuro levantarme, pero mi hermano me detiene. Me sujeta por una mano y no me suelta. Lo miro un poco confundida debido a que no entiendo lo que hace. Jacobo no dice nada. Se limita a mirarme con intensidad, clavando sus ojos en los míos.
No puedo descifrar muy bien la expresión de su rostro. ¿Está enfadado...o qué? Sus facciones se vuelven duras y una extraña sensación de anhelo perfora todos mis sentidos. ¿Qué es lo que pretende? Aunque me lo pregunte, en el fondo de mi corazón, sé muy bien lo que desea.
Siento que todo mi calor corporal se concentra en mi rostro al notar un cosquilleo entre las piernas. Experimento excitación. La excitación que precede al sexo.
—¿Ocurre algo? —le pregunto con mi voz temblando por el deseo.
Y sin previo aviso, coge mi rostro entre sus manos y me besa.
Su beso es duro y su lengua lucha impaciente por introducirse entre mis labios. Al ver que no hago ningún intento por corresponder a su gesto, Jacobo se separa de mí y con mirada ardiente, me dice:
—Bésame, Sabela.
No son necesarias más palabras pues lo que me pide derrumba todas mis defensas. Ansiosa por un contacto más íntimo entre los dos, me siento a horcajadas sobre él y paso mis brazos por detrás de su cuello.
Nos quedamos mirando durante unos segundos, buscando en la mirada del otro el consentimiento mutuo de los límites que estamos a punto de romper. Dios mío, voy a besar a mi propio hermano y lo cierto es que no me importa. ¿En qué clase de persona me he convertido?
Nuestras bocas impactan violentamente, las lenguas enredándose sin vergüenza alguna. Cuanto más aumenta la intensidad de nuestro beso, más se humedece mi sexo.
Siento la desesperada necesidad de restregarme contra él y así lo hago. Él me acaricia la parte baja de mi espalda y yo lo agarro por el pelo. Noto su erección entre mis piernas lo que provoca que cada me vez me ponga más cachonda.
Nos separamos en busca de aliento, ambos jadeando. No tardamos mucho en volver a besarnos como si fuésemos a comernos vivos. Pero necesito más, mucho más. Separo mi boca de la suya y le susurro al oído:
—Tócame.
Jacobo entiende a la perfección lo que deseo pues desliza sus manos hasta mi culo. Las introduce por dentro de mi pijama y aprieta mis nalgas. Emito un gemido de puro placer al sentir su toque. Es tan deliciosamente perfecto que siento que voy a volverme loca de un momento a otro.
Mis ojos se abren de par en par cuando sus dedos viajan hasta mi intimidad, repartiendo la humedad por toda ella. Al mismo tiempo que lo hace, su boca alcanza mi cuello, chupando y succionando en esa zona tan sensible. El ramalazo de placer que me envuelve me invade cada vez con más fuerza.
Vuelvo a besarle y muerdo sus labios con mis dientes, mientras él no deja de introducir y sacar su dedo de mi interior. Estoy a punto de correrme, lo noto. Mi corazón late a toda velocidad y la excitación provoca que mis pezones se endurezcan. Lo único que se escucha en la habitación son los gemidos de Jacobo y los mios propios...¡Dios mío! ¿Qué estoy haciendo?
La realidad me golpea de repente, como si me echaran un balde de agua fría por encima. Plenamente consciente de la situación en la que me encuentro, atrapo la mano de Jacobo y la retiro de mi intimidad.

ESTÁS LEYENDO
ALGO NUESTRO
RomantikSabela Ulloa viaja desde Pontevedra hasta Ribadavia, un pueblo situado en la comarca del ribeiro ourensano, para buscar a su verdadera familia. Sin embargo, solo encuentra a Jacobo Quiroga, su hermano mayor. Un hombre taciturno, de fuerte carácter...