Capítulo 15

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Jacobo

Ciertos ruidos me despiertan.

Creo que hay alguien en mi taller. ¿Cómo coño han entrado? Me giro hacia la mesilla muy despacio y agarro mi móvil.

Son más de las tres de la mañana. Escucho pasos de nuevo y confirmo mis sospechas. Voy a tener que espantar a algún ladrón que haya entrado a robar. Ya no es la primera vez que lo hago. No le caigo bien a mucha gente debido a mis "negocios".

Pasar sustancias de dudosa reputación te acarrea cosas como estas.

Me levanto despacio y cojo un palo de madera que tengo debajo de la misma. Lo guardo especialmente para estos casos, pues ya me tengo defendido en otras ocasiones gracias a él.

Desciendo muy despacio las escaleras hacia la planta baja de mi taller. Crujen un poco y tengo que andarme con pies de plomo sino quiero que me descubran. A pesar de que muy está muy oscuro, existe una débil claridad procedente de las farolas de la calle que penetra a través de los ventanales.

Gracias a eso percibo una sombra. Está revolviendo en la caja registradora. La próxima vez tengo que acordarme de subir el dinero al piso de arriba.

Me acerco despacio hacia él o ella. No distingo si es hombre o mujer, pero sí que se trata de solo una persona. Levanto el palo para asustarlo, pero antes de poder alzarlo, la sombra se da la vuelta, me pega un puñetazo en el estómago y caigo de rodillas al suelo.

¡Joder! ¡Que dolor! Intento ponerme de pie, pero las fuerzas me abandonan.

Cuando consigo incorporarme unos centímetros, vuelve a darme una patada en las costillas, lo que provoca que esta vez caiga al suelo sin posibilidad de levantarme.

Después, lo único que alcanzo a escuchar es una voz en la lejanía mientras no deja de repartir golpes por todo mi cuerpo.

Y finalmente, todo se vuelve negro.

Sabela

—Parecía que te preocupabas mucho por tu hermano, pero lo cierto es que no has ido a verle ni una sola vez al hospital.

He terminado la jornada laboral y procedo a cerrar con llave la puerta de mi despacho. La voz de Nerea me detiene. En su rostro veo indignación hacia mi persona.

¿A qué se refiere con que no he ido a ver a Jacobi ni una sola vez al hospital? ¿Acaso le ha sucedido algo malo? Lo cierto es que desde el día que nos encontramos en la pizzería, no hemos vuelto a hablar.

—¿De qué estás hablando? —le pregunto a ella.

Mi gesto de incredulidad parece sorprenderla, porque me dice:

—¿No lo sabes? ¿Jacobo no te ha llamado?

—A mí no me ha llamado nadie para avisarme de nada. ¿Qué ha pasado?

—Han intentado entrarle a robar a su taller y le han pegado una paliza.

—¡Qué! —exclamo ante su confesión—.¿Cuándo ha sucedido eso?

—La misma noche que nos encontramos en la pizzería.

—¿Y por qué no me has dicho nada si lo sabías desde el principio? —le reclamo.

—Joder —responde ella—. Pensé que Jacobo te habría llamado, pero al ver que no ibas a verle, deduje que no te importaba cómo se encuentra. Entonces decidí venir a verte cuando salieras a las tres. Te pido que vayas, por favor. Yo no puedo ir a visitarlo muy a menudo por culpa del curro en el bar.

Me duele el hecho de que Jacobo no me haya avisado de que se encuentra en el hospital.

¿Seguirá enfadado conmigo por lo que sucedió en mi cumpleaños?

ALGO NUESTRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora