[19] Tesoro

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A la mañana siguiente, la vibración del maldito teléfono me despertó sobresaltada, aunque al chequear la pantalla, no era para menos: se trataba de una llamada de José Luis

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A la mañana siguiente, la vibración del maldito teléfono me despertó sobresaltada, aunque al chequear la pantalla, no era para menos: se trataba de una llamada de José Luis. ¡Mierda! Eran las 7.30 AM, ¿por qué llamaba esta hora? Claro, ¡qué estúpida! Ayer lo deje plantado y desaparecí por completo. ¡Mierda, mierda, mierda! Okey, calmada, Eva. O sea, debía enfrentarlo, ¿no?

—Eva... —él fue el primero en hablar en cuanto conteste y extrañamente, no se oía disgustado.

—José Luis, yo...

—Estoy afuera de la casa de Devi —¿qué? ¿Qué mierda estaba haciendo aquí? —. Sal. Necesitamos hablar.

Colgó. ¡Carajo! Esto no podía ser bueno, de seguro él...bueno, no lo parecía, pero ¡debe sentirse furioso! ¡Oh por...! ¿Qué será lo que piensa hablar o...hacerme? Si he de ser franca, tenía un poco de... temor, pero no podía ignorar su orden o sería peor.

Salí de la cama, me vestí tan rápido como pude y salí furtivamente de la habitación. Caminé hasta el cuarto de Devi y ella ya se encontraba en su cama, durmiendo. Luego caminé hasta el cuarto de los gemelos y allí solo se hallaba Fernando; ¿cómo me di cuenta de que era él a pesar de la poco luz en habitación? Tenía el rostro hinchado, tal y como si hubiera estado llorando, de seguro por lo ocurrido con su noviecita y el idiota de Eduardo, ya que al parecer Fer era el más sensible de mis hermanos.

Regresé a la habitación y me escabullir por la ventana, porque estaba segura de que el sonido de la puerta de entrada podría despertarlos. Caminé por el patio y salí hacia el frente, pero no veía el automóvil de José Luis por ningún lado, quizá porque apenas estaba amaneciendo, pero al acercarme más a la acera, un par de luces llamaron mi atención del otro lado de la calle. Era él. Una acidez profunda comenzaba a acentuarse en mi estómago, pero de todas formas me dirigí hacia el vehículo. Apenas tomé la manija para abrir la puerta del lado del acompañante, está resbaló; mi mano se sentía sudorosa. Entonces él fue quien abrió desde adentro.

—Sube —ordenó, con tranquilidad.

—No —dije automáticamente, por lo que él frunció el ceño de inmediato —. Es que, no puedo irme a la ciudad ahora.

José Luis entrecerró los ojos y su voz adquirió un tono más serio.

—Dije que subas.

Tragué con dificultad, pero aún así obedecí. Tomé asiento con expresión de fastidio, es decir, mi cuerpo se sentía rígido, estaba nerviosa, pero no podía esconder mi desagrado por lo que fuera que siguiera a continuación.

—No vine para llevarte de vuelta — dijo de súbito y sin dejar de ver hacia adelante —. Solo quiero que hablemos.

Inmediatamente encendió el automóvil y aceleró. Yo no tenía ni idea sobre lo que pretendía hacer, pero tenía miedo de preguntar, aún así, no quería demostrarme asustada, es decir, puede que esté molesto, pero él me ama y los últimos días se había mostrado particularmente...comprensivo y amable en sus tratos. No lo sé, pero fuera lo que sea que hiciera, no debía preocuparme en exceso, ¿verdad?

Eva en el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora