[11] Secretos

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¡Hola de nuevo, chiquis! Paso a dejarles un nuevo capítulo y la promesa de subir otro durante esta semana

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¡Hola de nuevo, chiquis! Paso a dejarles un nuevo capítulo y la promesa de subir otro durante esta semana.

Bueno, ¿que decir respecto al capítulo de hoy? Que Adrián no es tan pasmado como a veces pienso, que Eva puede estar confundiéndose y Eduardo, aunque en la novela original se habla de esto mucho mas adelante...bueno ¡ creo que lo descubrieron!

Espero que disfruten del capitulo y puedan dejarme sus comentarios. Nos leemos

Era sábado y José Luis había dejado de insistir con llamadas desde hace al menos unas tres horas

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Era sábado y José Luis había dejado de insistir con llamadas desde hace al menos unas tres horas. No quería hablar con él, aún estaba molesta, pero sabía que había llamado a mi madre preguntándole por mí y tuve que dar una explicación amplia y detallada de por qué había ido hasta allí sin dar aviso a "mis tíos". Afortunadamente mamá lo creyó todo, aunque tuve que tolerar la juiciosa mirada de Eduardo en todo momento y aunque él no dijo nada, estoy más que segura que sospechaba algo.

Esa tarde, después de que mi madre se retirara a su habitación y mis hermanos tomaran el televisor para jugar a sus tontos juegos de video, yo me quedé en la cocina arreglando mis uñas, cosa que solíamos hacer con Laura cada viernes luego de salir de clases y desde hace años, pero estas últimas semanas se me había olvidado ir al salón, tenía más cosas en mente que esculpir mis uñas. Luego de limpiarlas y emparejarlas, les di el último toque con la lima, cuando oí que alguien llamaba a la puerta.

—¡La puerta!— grité, ya que nadie se movió de su sitio —. Chicos, golpean la puerta— insistí y continúe con lo mío, pero no obtuve respuesta, por lo que volví a gritar—. ¡Chicos!

Fastidiada, me puse de píe y asomé la cabeza hacia la sala, ninguno de los tres parecía haberme oído.

—¡Hey!— grité de nuevo, intentando llamarles la atención —. ¿Piensan abrir?

—Hazlo tu —dijo Eduardo, en un tono obcecado y sin quitar la vista de la pantalla —. Ya estás de pie, ¿no?

Puse los ojos en blanco. No son más qué un montón de vagos, no sé cómo mamá los tolera.

—Y luego podrías traerme jugo— dijo Alejandro.

—También a mí— agregó Fernando.

Suspiré. Qué más podía hacer. Luego caminé hasta la puerta y al abrirla quedé perpleja. Él me observaba atentamente y con una mueca dibujada en el rostro, como si quisiera decir algo, pero por alguna razón no lograba hacerlo.

Eva en el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora