[32] ¡Esto no está pasando!

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Okey, okey

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Okey, okey. Sólo tranquilízate y respira, Eva. Eso es, respirar profundo y... ¡A la mierda! ¡No puedo hacerlo! ¡Porque mi vida estaba yéndose precisa y literalmente a la mierda esta última semana!

¿Cómo es que no vi venir nada de esto? Me sentía tan tranquila con todo a mi alrededor que... No supe precisamente cómo, pero sí el cuándo. Todo se fue al carajo ese último día que tuve la brillante idea de plantar una vez más a José Luis, para ir a almorzar con Leonardo. ¿De qué estoy hablando? Bueno, primero que nada, al salir del restaurant, Leo se comportó muy extraño; repentinamente evitaba mirarme, además de que no tomó mi mano en ningún momento al salir juntos a la calle. Es cierto que se sentía descompuesto, pero estoy segura de que eso se debía a causa de algo más. Y los siguientes días sólo sirvieron para reafirmar lo que pensaba entonces, ya que nuestra comunicación telefónica fue descendiendo de escasa a directamente nula, ya que él dejo de responder a mis llamadas y mensajes. Si algo le molestaba, esperaba a que fuera él quien me lo dijera, así que evite ir directamente hasta el distrito durante todo este tiempo.

Sumado a eso, José Luis eligió el peor momento para salir de viaje y no regresar en toda la puta semana, porque eso fue precisamente lo que hizo. Dejándome sola, aguardando por él y sin ninguna explicación del porqué de su ausencia. Ese día, Luego de reunirme con Leonardo, almorzar e ir a clases, llegué al departamento y lo único que hallé fue una nota. ¡Vaya descaro! En ella decía que debía irse unos días fuera de la ciudad y que estaría en contacto. Así de escaso, así de frio. ¡Okey! Es cierto que yo lo dejé para ir con Leo, pero él debía de estar acostumbrado a eso, ¿no? O sea, yo lo toleré por mucho y tiempo y lo justo es que... Bueno, aunque tratándose de José Luis, mi forma de ver las cosas respecto a él, jamás son justas a su criterio.

El punto era que ahora me sentía una completa idiota: porque tenía un anillo de compromiso en mi dedo izquierdo el cual obviamente me hacía pensar en José Luis, además de un tatuaje conmemorativo en mi nalga izquierda en honor a Leonardo. ¡Hijos de puta! Los odio a ambos por mantenerme alejada, ignorándome.

¡Basta! Debía poner fin a esto. Tenía que salir a distraerme. Tomé mi teléfono y llamé a Laura y gracias al cielo, ella respondió.

—¡Hola, Ev! ¿Cómo estás, amiga?

—¡Muriendo de aburrimiento! ¿Qué haces? Podríamos ir a... —pero antes de sugerir lo que fuera, oí música clásica sonando de fondo —, ¿qué es lo que estás haciendo? ¿Qué es esa música?

—¡Estoy en una audición! —respondió, emocionada.

—¿Audición? ¡Lau, jamás hablaste de una audición!

—¿En qué momento se supone que lo hiciera? No te veo hace cientos de año —exclamó, con su clásico tono de exageración.

—¡Y qué mal de tu parte! Porque tuve mucho tiempo libre esta semana —dije, dejándome caer sobre mi cama —; mis tíos se encuentran de viaje, las clases repentinamente son aburridas, ya ni quiero hacer los proyectos y... No he visto a Leo en toda la semana.

Eva en el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora