[02] Leonardo

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Jamás creí que conseguir un taxi por aquí sería una tarea definitivamente imposible

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Jamás creí que conseguir un taxi por aquí sería una tarea definitivamente imposible. Luego de llamar a mamá para pedir auxilio, me dijo que era imposible que saliera del trabajo antes de las 7:00 AM. Aunque rápidamente propuso que ya que Eduardo se había quedado con su automóvil, él podría llevarme hasta allí. Tragué con dificultad después de que ella lo sugiriera, porque estaba consciente de que Eduardo comería mierda antes de hacerme un favor, pero siendo realista, yo no tenía muchas más opciones de las cuales echar mano. Por lo que, luego de colgarle a Devi intente llamar a Eduardo, ya eran alrededor de la 1.00 AM y él no respondía; así que me vi obligada a llamar a los gemelos para que me dieran pista alguna sobre en qué lugar podría hallar a nuestro hermano mayor. Finalmente fue Fer quien me dijo que lo hallaría en una fiesta en casa de un tal Paris. Después de intentar conseguir un taxi por aproximadamente unos diez minutos, me decidí por ir hasta dicha casa a pie. La zona no era de lo más agradable, pero en sí, cada recoveco del distrito lucía lúgubre y apagado para mí y ya pasados unos quince minutos de caminata me encontré en el lugar. Realmente no se hallaba tan lejos como creí en un principio.

Apenas me paré por fuera me percaté de que toda persona que estuviera allí dentro de seguro seria de segunda categoría; es decir, la casa era una de las más pintorescas que yo haya visto en el distrito, pero la música era burda, al igual que la gran cortina de humo que la envolvía, el olor a marihuana era palpable y a juzgar por que Eduardo se encontraba allí, se me hacía más que obvio que yo no pondría un pie dentro ni en un millón de años. Permanecía de pie, con mi mochila al hombro y marqué el teléfono del idiota de mi hermano mayor una vez más, pero luego de varios intentos, siempre me enviaba al buzón de voz. ¡Lo odio! De seguro ya estaría ebrio y procurando engañar a su novia con cualquiera que se lo facilitara, ¡es tan estúpido!

Creo que debo haber intentado llamarlo una quinta vez más al menos, cuando al observar de soslayo, vi a un muchacho alto, rubio y que al parecer estaba drogado, dirigiéndome la palabra. No pude evitar sobresaltarme.

—Si vas a tratarlo de esa manera, dudo mucho que conteste— dijo él.

Obviamente lo miré con indignación. Nadie que se encontrara en ese estado vendría a decirme como hacer las cosas.

—¿Disculpa?

—Tu teléfono, me refiero a la persona con la que hablas. O que intentas hacerlo.

—Oh, bueno, eso no es de tu incumbencia— respondí con seriedad.

—No. claro que no— él se acercó a mí. Era alto y parecía no estar muy lúcido, pero eso no me atemorizaba en absoluto —. Pero quizá deberías tener en cuenta que la recepción es importante. Tal vez deberías cambiar tu posición.

¿Acaso este idiota iba a decirme cómo debía hablar con el estúpido de Eduardo? ¿Quién se creía que era?

—¿Qué? ¿Quién eres tú para cuestionarme?

Eva en el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora