[05] Dos direcciones

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La semana se había pasado con rapidez y nuevamente, yo casi no había salido de la casa

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La semana se había pasado con rapidez y nuevamente, yo casi no había salido de la casa. Durante los últimos días, Laura procuró visitarme en repetidas ocasiones y lo que me restó de tiempo procuré pasarlo con mamá, ya que mis hermanos parecían no prestarle demasiada atención.

Bien, en algunas de nuestras diversas conversaciones tocamos el tema de "los novios", como ella solía decir y siempre me recriminaba que, para gusto propio, conocía muy poco de Adrián. Yo le decía una y otra vez que era un excelente chico, que no debía preocuparse y obviamente surgían preguntas tales como ¿cuál era la opinión de mis tíos al respecto? Y esto sólo me dejaba en claro lo ignorada que se hallaba mi propia madre sobre mis relaciones amorosas. "Todo está bien, no te preocupes" es lo que yo solía responder.

A propósito de eso, José Luis llamaba a diario y en general lo hacía por las noches, ya que estaba al tanto de que contaba con una habitación para mi sola, por ende, podíamos gozar del, en mi opinión, poco recomendable sexo por teléfono. Y digo poco recomendable porque personalmente necesitaba tocarlo y sentir su pene dentro de mí para poder estar a gusto. Pero también era cierto que no iba a exponer ante él ninguno de eso deseos, porque él exigiría que regresara de inmediato y yo aún no quería hacerlo. Realmente sentía que debía está aquí. Algunos días más al menos.

No lo sé, no sólo sentía que debía intentar empatizar con mamá. Luego de algunos días, convivir con los gemelos se sentía igual a vivir en un circo, es decir, siempre es entretenido y algo diferente pasaba a diario, pero tantas alteraciones y sin ninguna rutina que seguir, puede llegar a ser tedioso e incluso molesto. Ambos eran impredecibles, y lo digo muy en serio, no sé cómo mamá podía tolerarlos a veces. Además de ellos también estaba Eduardo, cuyo único objetivo durante los últimos días había sido señalar cada falla que proviniera de mí, desde alguna pequeña como re cocinar la cena que mamá nos había dejado preparada antes de irse a trabajar, o incluso mencionar el desinterés que yo demostraba por la situación de mi tía Rachanna. En verdad tuve muy latente el instinto de golpearlo en algunas ocasiones, pero me contuve. Además que noté un gran empeño por su parte en que yo no volviera a cruzarme con su amigo.

Sólo volví a ver a Leonardo por azar en contadas ocasiones, las cuales fueron dos en las que pasó a buscar a Eduardo para ir al colegio, porque ambos aún asistían al periodo de recuperación, y es que quizá Leonardo podría ser muy sexy, pero al parecer era algo limitado en sus facultades mentales. En fin, el punto es, que ahora ese chico estaba evitándome y por alguna razón, la cual no sé explicar, eso me molestaba. O al menos me mantenía pensando en ello a diario. ¿Acaso lo asusté? ¿Acaso piensa que soy una mierda ahora, luego de pretender ligar conmigo? ¡No lo sé! En realidad ni siquiera sé por qué esas ideas cruzan por mi mente, ya que en definitiva, no debería darle más importancia de la que en realidad merecía.


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Eva en el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora