[08] Fantasías

1.1K 55 3
                                    

Piel, rozándome

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Piel, rozándome. Manos, tocándome. Me pones muy caliente.

Jadeos, aliento. Dientes, labios. Estás muy húmeda.

Piel, ardiendo. Manos, clavándose en mí.

Jadeos; ¿estás a punto de venirte, princesa? Aliento, ¡eres mía, niña!

¡Esa voz! La reconozco. Es él. Un momento, ¿es él?

Mis muslos arden. Mi pelvis se estruja. Todo dentro de mí palpita. ¡Qué delicia!

¡Te deseo, princesa! ¿Leonardo? ¿Es esa tu voz? ¿Eres...tú? Sé que eres tú, nene.

¡Ahora más que nunca! También te deseo. ¡No te detengas! No te detengas, ¡por favor!

Siento que...estoy a punto de...explotar...voy a venirme, niña. Voy a llenarte de mí.

¡Sí! Quiero que tú también lo hagas. ¡Ya no lo resisto más! Hazlo. ¡Hazlo para mí, niña!

¡Mierda! Qué bien se siente.

—¡Mierda!— gemí, mordiendo mis propios labios.

Y aunque todo parecía haber terminado para mí, para él no era así. Porque aun podía sentir sus duras manos clavándose en mi trasero mientras que se hundía dentro de mí, penetrándome cada vez con más rudeza. ¡Qué delicia!

—¡Eres tan jodidamente hermosa!— dijo, lamiendo mi boca. Al parecer sus palabras dejaron de sonar dentro de mi mente y ahora realmente las escuchaba por fuera.

Él piensa que soy hermosa. Eso me hizo sonreír de gusto y al abrir lentamente los ojos...no pude más que sentirme satisfecha. Dientes blancos, sonrisa perfecta, esos grandes ojos celestes sobre mí. ¡Por Dios! La vista me fascinaba, pero... ¿en qué momento ocurrió esto? Es decir, ¿cómo es posible qué él...simplemente apareciera en mi cama como si nada? Bueno, eso no lo sé, pero ¡qué importa! Por qué pensarlo demasiado, si en su lugar puedo dejarme llevar por lo bien que se siente. Quiero hundir mis manos en sus rubios cabellos y juguetear con su lengua mientras aún permanece dentro de mí.

Por ahora sólo pienso en que, quizá sea real, quizá no, pero... ¿Por qué pensar? Cuando puedo disfrutarlo mientras dure.

—Eva...— su voz, de nuevo en mi cabeza. ¡Házmelo otra vez, nene! —. ¿Eva?— ¡por favor! Quiero sentirte un poco más —. ¡Eva!

¡Ese tono! ¿Por qué sonó igual a...? ¡Un momento! Ese no era él. Parpadeé despacio, abriendo los ojos con lentitud y al terminar de hacerlo, el aniñado y pálido rostro se había esfumado. En su lugar, era José Luis quien se movía por encima de mí, con su típica expresión lasciva.

—José...Luis— susurré, confundida.

—Es agradable despertar así ¿no, niña?— dijo, retirándose hacia atrás —. Aun dormida tu cuerpo reacciona ante mí: tu piel se eriza, tus pechos se poner rígidos y tus piernas se abren por si solas. Te excitas con tanta facilidad.

Eva en el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora