[31] Raro-metro

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La fiesta por el cumpleaños de Leonardo había quedado atrás y aunque tuve mis dudas en un principio, ya que la idea fue de esa zorra de Charly, ¡resulto ser increíblemente positiva para mí! Leonardo lo había dicho, de nuevo, pero de forma completa...

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La fiesta por el cumpleaños de Leonardo había quedado atrás y aunque tuve mis dudas en un principio, ya que la idea fue de esa zorra de Charly, ¡resulto ser increíblemente positiva para mí! Leonardo lo había dicho, de nuevo, pero de forma completamente consciente y no sólo se había ido en palabras, es decir, no sólo me había confesado su amor, sino que también lo había demostrado entregándome la llave de su corazón. ¡Sí! Sé que suena realmente cursi y meloso; y de hecho, suena casi como algo de lo que me hubiera burlado en otro tiempo, pero ahora... Ahora no era así. Porque era en este preciso momento, en el que él, luego de inmiscuirse en mi vida; ofreciéndome ayuda para llegar a la ciudad, dándome instrucciones de cómo utilizar una maquina de café exprés, golpeando a cualquier idiota que creyera me molestaba e incluso, besándome a la fuerza, había sellado nuestro amor de una manera simple y única: un "te amo", un símbolo y buen sexo. Ni más, ni menos.

En realidad no había dejado de pensar en eso los últimos días, e incluso lo hacía cuando José Luis y yo estábamos juntos. Tan extrañas estaban las cosas entre nosotros que esa mañana, incluso luego de una noche salvaje como las que solíamos compartir, me desperté antes que él. Lo observé: se hallaba al otro lado de la cama, ambos separados por una buena distancia, además de la lencería que él había desgarrado antes de tomarme. Me miré a mi misma, sólo conservaba las medias de red, un collar que supo estar sujeto a una cadena y el anillo del infinito. Si, ponerme el anillo de compromiso a la hora de cogerme como un animal era de suma importancia para José Luis. Debía complacerlo. Volví a observarlo, pero de forma un poco más minuciosa y como nunca lo había hecho antes: él dormía boca arriba, con una mano detrás de su cabeza y la otra sobre su estomago; su rostro, a pesar de hallarse distendido, se veía serio y con el ceño fruncido. No lo sé, él me gusta, es decir, lo amo, ¿no? Pero verlo dormido, en su estado más puro y vulnerable, no me provocaba absolutamente nada y... Comenzaba a creer que aceptar el maldito anillo que llevaba en el dedo había sido un error.

Salí de la cama lentamente y caminando en puntillas de pie, esquivé todos los objetos que se hallan en el suelo, como: vibradores, una fusta, un par de esposas y una tira de cuentas que él había usado para... Bueno, es obvio para qué las había utilizado. En fin, salí de su habitación y me dirigí a la mía, rápidamente me metí a la ducha, lavé bien mi cuerpo y al salir caminé desnuda hasta el espejo de mi cuarto. Me coloqué de espaldas al mismo y torcí mi cabeza para poder verlo, allí estaba: lucía tan real, como si se tratara de una herida sobre mi piel. El zarpazo; la marca de Leo. Era increíble como algo tan abstracto, podía excitar tanto a los hombres, porque si bien yo lo había hecho en honor a Leonardo, en cuanto José Luis lo vio, se volvió loco. Primero se deshizo en preguntas, a las cuales respondí según mi conveniencia, pero una vez concluido el cuestionario, él sólo se dedico a nalguearme y a halagar el arte que ahora llevaba en mi glúteo. Él simplemente lo amó. A mi misma me producía excitación, es decir, con tan sólo recordar las tardes enteras en las que me ausente de clases y observé a Osiris trabajando sobre mí, la forma en la que él tocaba mi piel, mi cuerpo semi desnudo... Sus ojos recorriendo mi figura... Los acercamientos entre ambos y... ¡Carajo! ¿En qué estoy pensando? Esto fue por Leonardo, para sentirlo más cerca y... Porque me ama. De hecho, ayer, al regresar de viaje, José Luis nos había reservado un almuerzo para ambos ese medio día, pero yo aun no estaba lista para salir como pareja con él, así que, iría por Leonardo al distrito y ambos sacaríamos provecho de esa reservación. Terminé de vestirme, pase una vez más por la puerta de la habitación de José Luis, eran las siete de la mañana, algo temprano para él. Volví a cerrar la puerta y caminé hasta la sala, allí me coloqué el calzado y salí del departamento.

Eva en el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora