[03] Noviecita falsa

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Kilómetros después de partir, comencé a notar que la rigidez de su cuerpo comenzaba a darle tregua, además que ocasionalmente ladeaba su cabeza hacia atrás para mirarme

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Kilómetros después de partir, comencé a notar que la rigidez de su cuerpo comenzaba a darle tregua, además que ocasionalmente ladeaba su cabeza hacia atrás para mirarme. Y aunque la luz de los faroles que bordeaban la ruta era tenue, era fácil ver que gracias al aire fresco se había despabilado. Leonardo tenía un lindo perfil, pero sólo eso, ¡no era la gran cosa en realidad! Y si bien la madrugada se presentaba calurosa, los pantalones cortos definitivamente no eran una buena opción para ir por la ruta a alta velocidad. ¡Mis piernas estaban entumecidas! Así que, luego de murmurar a su oído, ya que no pretendía ser atrevida, las coloqué a los lados de su tronco y me abracé a él con fuerza. Lo curioso fue que logré comprobar lo tonificado de su espalda y brazos. Mi cuerpo se estremeció al contacto. No pude evitar imaginar cómo se sentiría estar con él en la cama...¡ya quita esas ideas de tu cabeza, Eva! Tú te debes a alguien.

Apenas las intensas luces de la ciudad se alzaron a poca distancia, le dije a dónde debía dirigirse, el domicilio de Laura estaba algo apartado, pero él dijo que conocía las calles. Y así fue, instantes después, nos encontramos frente al hall del edificio en el que Lau vivía.

—¡Es aquí!

Él se quitó el casco y la mueca de asombro en su rostro me causo ternura.

—¡Wow! ¡Lindo lugar!— exclamó.

—Lo es, ¿verdad?

—¡Imagina una fiesta en el último piso de este edificio!— dijo, apuntando hacia arriba.

—Laura suele hacer fiestas en la terraza, hace dos meses fue su cumpleaños. ¡La vista desde allí es hermosa!

—¡Oh, por Dios! ¡Quiero amigos como los tuyos!

—Bueno, si yo tuviera amigos como los tuyos, de seguro desearía...— y él me interrumpió.

—Antes que sigas, quiero aclarar que ¡estoy bromeando!— señaló, dejando el casco por delante y cruzando los brazos —. Tu hermano es un tipo genial y... — ¡Eu! ¡Qué mal que él diga eso! —. ¡Esa expresión de nuevo! ¿Cuál es el problema entre ustedes?

Luego de observarlo por algunos segundos, ladeé los ojos con fastidio.

—No nos caemos bien.

—¿Qué no se caen...?— exclamó, extendiendo los brazos hacia los lados, como si esa explicación no le bastará —: ¿Tienes idea de lo extraño que resulta que tu mejor amigo jamás mencionara que tiene una hermana de...? ¿Qué edad tienes?

—Diecisiete.

—¡Diecisiete años!— vociferó y el gesto en su rostro ¡fue realmente graciosos! —. ¿Dónde estabas que nunca antes te había visto?

—Estudiando.

—¿Dónde?

—Estudio en Lord— explique como si fuera una obviedad.

Eva en el espejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora