Clouds Of Love © [✔]

☁️Capítulo 11.☁️

Buen amigo.

Hailey.

La única persona, de miles, que haría algo cómo lo que yo hice en su cumpleaños he sido yo. ¿Por qué? No lo sé. Nathan me dijo que había sufrido un colapso, era lo más lógico, y yo me convencí de que así era, pero una pequeña parte de mí me dijo que no era eso. La desterré enseguida.

Íbamos en el auto con las bolsas de comida atrás y los cafés en el salpicadero, el auto de Nathan era un deportivo blanco muy bonito y acogedor, lo suficientemente grande y limpio.

—¿Por qué lo hiciste? —preguntó de repente— Digo, ¿realmente querías hacerlo o te sentiste inconsciente de tus actos?

—Un poco de ambas, creo —respondí colocándome la chaqueta de Harold, no podría quitármela hasta estar sola.

—No comprendo —miró por el retrovisor y aceleró.

Me acomodé en el asiento cuándo terminé.

—Digo que... No lo sé, por una parte no sabía lo que hacía, pero por otra muy estúpida pensé que estaría bien —me encogí de hombros, pero no por restarle importancia, sino porque estaba confundida.

—Eso se llama «ganas de suicidarse», Hailey —dijo con voz ronca.

Miré hacia el frente con el corazón en la garganta.

—¿Y por qué actúas tan normal con respecto a ésto? Pude matarme y estás hablándome de eso tranquilamente —rebatí confusa.

Dio vuelta en una esquina. Ya casi llegábamos a casa.

—Porque alterarme no nos servirá a ninguno —tomó uno de los cafés con la mano libre y le dio un sorbo mientras giraba de nuevo el volante con la otra mano.

—Pude matarme.

Me miró por un momento y volvió la vista a la carretera.

—Pero no pasó. Y no debe volver a pasar, ¿de acuerdo? —dejó el café en el portavasos y tomó mi mano— Sea lo que sea por lo que estés pasando, no vale la pena. Eres linda, dulce, buena persona y por lo que se ve, divertida. No lo desperdicies, ésta edad la vivimos una sola vez en la vida, y créeme que es la mejor.

—La adolescencia es un asco, Nathan —le dije bufando—. No somos ni adultos ni niños, pero no sirve de nada que sea increíble y tengamos que sufrir confusiones, tristeza, dolor, ansiedad... No es agradable.

Negó con la cabeza.

—Es verdad, pero eso depende de ti —no me fijé en que había parado el auto. Me señaló el pecho—. Depende de qué tan valiente seas, de cuán feliz estás dispuesto a ser. Tus acciones tienen reacciones, y tú eres el dueño de todo.

Sopesé sus palabras.

—Siento que hablo con un psicólogo —murmuré mirando los cafés.

—Cuándo quieras —encendió de nuevo el auto y me di cuenta de que estábamos en la calle de papá—, eso sí, veinte dólares la hora, cielo.

Solté una carcajada inesperada y ambos nos sentimos más relajados al respecto. No necesité pedirle que mantuviera discreción sobre lo que había sucedido, pero una parte de mí se sentía culpable y avergonzada por haber hecho semejante estupidez y encima, arrastrar a alguien cómo él a ésto.

Decidí no darle más vueltas cuándo aparcó en la casa y ambos bajamos con las bolsas. Los cortes me ardían un poco, pero nada que no pudiera soportar por un poco de tiempo, Nathan me lanzó miradas mientras íbamos entrando a la casa. Todo había quedado completamente revuelto y sabía que al final, tendría que limpiarlo yo con Kyra y Brent, pero no le di importancia. La había pasado bien.