Clouds Of Love © [✔]

☁️Capítulo 39.☁️

You Are The Reason— Calum Scott.

Regreso Efímero.

Hailey.

Al volver a casa, dejé las llaves encima de la mesa y me adentré en la cocina en busca de Sally pero no la encontré por ningún lado. Tomé ingredientes del refrigerador y me dispuse a prepararme unos panqueques con trozos de fresas y chocolate, no era una comida muy saludable pero tampoco quería cocinar algo más.

Tardé alrededor de una hora.

Tomé asiento en el comedor y me dispuse a comer, un pequeño impulso me hizo coger mi móvil y desactivar el modo avión para recibir enseguida mensajes de mi padre, de Nathan, de Helena, de Luke y de mi madre.

Incluso Luke había escrito, vaya sorpresa. «Debe ser importante», pensé, mientras tomaba un poco de jugo de naranja.

Sólo le devolví la llamada a Nathan. Apenas descolgó, hablé:

—Creí que irías a buscarme —soné calmada—. Es decir, sé que tal vez estuviste ocupado pero no me quedé más tiempo porque quería regresar y hoy me ocurrió un suceso horrible con...—

—Hailey, ¿estás en casa?

Cerré la boca cuándo escuché que me había llamado por mi nombre.

—¿Qué ocurre? —recordé la pregunta—. Llegué hace más de una hora.

—Iré a buscarte —no dijo más para luego colgarme.

No quise contestarle a nadie más, no miré los mensajes porque algo dentro de mí me gritaba que Steve tenía razón, que tal vez algo sí había ocurrido y yo sólo estaba en negación de aceptar que en realidad Harold estaba mal, que nunca debió estar solo.

Nathan no tardó ni veinte minutos en llegar a casa.

Escuché el auto y bajé corriendo las escaleras, me había duchado apenas terminé de comer y mientras secaba mi cabello con la toalla, abrí la puerta de la casa.

—Espero tú me digas dónde están todos, ni siquiera Sally está aquí —refregué la toalla contra mi cabello, pero mi sonrisa no duró mucho cuando ví su rostro abatido—. ¿Qué?

No había bajado del auto.

—Entra.

—¿Qué pasa? —me temía lo peor.

—Entra, Derrick —apretó las manos en el volante.

—No lo haré hasta que no me respondas.

—¡Hailey, entra de una jodida vez! —gritó enfadado.

Lo miré alarmada.

—¡Vete al infierno! —grité de vuelta—. ¡En tu vida, Stole, vuelvas a gritar...!

—¡Harold está en el puto hospital y está más de el otro lado que de aquí! —exclamó—. ¡¿Podrías entrar al auto y dejar de perder el tiempo?!

Sentí como el vacío recorría mi estómago poco a poco, lancé la toalla a un lado y cerrando la puerta detrás de mí, entré al auto. Ninguno dijo nada en todo el camino, pero él me parecía irreconocible en ese momento.

Tenía el rostro grabado con una expresión molesta tan marcada que preferí no preguntar. Tampoco lo hice porque sabía que mi buen humor se debía a qué algo malo si iba a ocurrir, hasta ese momento no supe que mis presentimientos siempre acertaban.

Con manos temblorosas, intenté abrir la puerta del auto pero sentí la mano de Nathan rodear la mía. Por primera vez, la sentí temblorosa y fría.

—Perdóname por gritarte, cielo —murmuró—. Sólo... Sólo sé positiva, lo que escucharás no te va a gustar nada.