Clouds Of Love © [✔]

☁️Capítulo 33.☁️

Too sad, Too cry —Sasha Sloan.

Recaída.

Hailey.

Habían transcurrido un par de horas que me llevó contarle a mis dos amigos todo lo que había ocurrido hasta ese momento, me costó un poco admitirlo, pero al igual que Harold...

—Creo que tengo una recaída —murmuré limpiándome una lágrima que resbaló por mi mejilla.

—¿De qué hablas? —Brent arrugó las cejas—. No, Hailey. Ni se te ocurra, de verdad.

Ellos sabían perfectamente lo que había ocurrido las últimas veces, acababa de confesárselos. La verdad no sabía por qué había soltado la lengua de esa manera, sólo sabía que no podía seguir guardándome tanto. «Y bien sabes la razón».

«Diles». 

—El único que me preocupa es Nathan, la verdad —me sinceré. Ninguno pareció sorprendido pero sí decepcionados.

—No puedes sólo venir y decirnos ésto para luego desaparecer del planeta —Kyra me miraba con tristeza. Sé que estaba ocultando las ganas de llorar.

Les hice creer que me iría lejos. Ellos no entendían por qué no podía llevarme a Nathan conmigo.

«Porque a dónde voy, no quiero llevarlo. No puedo». 

Me sentía tan sola, tan extraña... No tenía idea de cómo explicarlo. Algo que me llevaba atormentando por años, de a poco todo comenzó a acumularse hasta que la más mínima cosa terminó de intensificar todo lo que me había estado afectando durante mi vida entera. No podía con ésto, ya no aguantaba más.

Me sentía sola, triste, mal.

Nathan no podría arreglarlo ésta vez y estaba segura, tampoco quería seguir arrastrándolo a algo de lo que sé que no se siente nada cómodo.

Él no comprende y nunca comprenderá lo que ocurre entre Harold y yo porque siempre tuvo a su madre, sólo eran ellos dos y no quedaba de otra que apoyarse mutuamente, pero a diferencia de mí, yo tuve a tres personas más pero ellos sólo prefirieron encerrarse en su propia burbuja sin notar que nosotros necesitábamos de ellos y sólo quedamos dos bombas de tiempo que cada que se acercaban, estallaban.

Pero sólo nos teníamos a nosotros.

Las ganas de llorar se me quitaron de repente, era como si me hubieran arrebatado todas las lágrimas de golpe y ya no me quedara ninguna.

—Hailey, te estamos hablando —Brent chasqueó los dedos frente a mí. Volví en sí y lo miré—. Piensa bien las cosas, no actúes por impulso o puedes arrepentirte luego.

—¿Puedo arrepentirme a dónde sea que voy a ir, después? —me burlé.

Pero ellos no entendieron mi chiste.

—Sí, si puedes. Y le harás daño a Nate, te harás daño tú, y a nosotros —Kyra tomó mi mano—. Todo tiene solución, absolutamente todo en la vida.

«La muerte no». 

Brent pareció leerme el pensamiento.

—Incluso eso que piensas lo tiene —contestó a una pregunta qué jamás se formuló—. Jugando la ouija contactas muertos, no precisamente el que quieres pero igual lo haces.

Solté una risa ante su ocurrencia.

—Aún no te rindas —murmuró Kyra.

—¿Entonces cuándo? —pregunté al borde de la cólera—. ¿Por qué debo ser siempre yo la que cargue con el peso de los demonios de todos y ninguno de ellos se de cuenta de que deben cargarlos por sí mismos porque también tengo los míos? ¿Por qué simplemente no puedo estar con el chico que amo sin necesidad de pensar una y otra vez que lo arruinaré porque vivo con la constante lucha de querer desaparecer o querer morir de una maldita vez?