Clouds Of Love © [✔]

☁️Capítulo 23.☁️

Strawberries And Cigarrettes— Troye Sivan.

¡Feliz Navidad para los Derrick! (Parte 2).

Hailey.

—No puedo creerlo —murmuré, perpleja mientras observaba el contenido de la cajita.

—Me los pediste hace tiempo y lo había olvidado por completo —se encogió de hombros.

Eran cigarrillos de fresas. La pequeña cajita tenía diecisiete cigarrillos con fresas pequeñitas en el papel.

—¿Cómo lograste conseguirlos? —Pregunté, mirándolo.

Se llevó el dedo índice a los labios, en señal de que no diría nada y se volvió a encoger de hombros. Sacó un encendedor de su bolsillo y me lo tendió.

Saqué uno, colocándomelo en la boca y lo encendí. Efectivamente, el sabor a fresas se sintió, igual que el olor.

—Me siento una mala influencia por habértelos dado, pero la verdad es que no sé qué podría suceder el día de mañana —sonrió un poco—. No sé qué podría pasarme y sólo quisiera que ambos nos recordáramos siempre.

Me sentí fuera de lugar por sus palabras. ¿Qué trataba de hacerme entender?

—Tampoco sabes qué podría sucederme a mí —solté el humo—. Recuérdame siempre en las fresas y los cigarrillos, Harold.

Harold sonrió. Yo sonreí. Los fuegos artificiales continuaron y yo cogí otro cigarrillo. Abracé a mi hermano y me esforcé por mantener ese recuerdo en mi memoria siempre.

Tenía el corazón mucho más que herido por lo que había vivido hace un par de horas pero estaba bien. Si estaba bien, sé que Harold más que mi hermano, siempre sería mi amigo.

Mi teléfono vibraba sin parar con llamadas de mi madre, de mi padre y de mi hermana. Incluso tenía llamadas de Sally, pero sólo decidí contestar cuándo vi el nombre de Nathan en la pantalla.

—¿Dónde estás? Iré a buscarte —su voz sonaba exasperada.

—Tranquilo. Estoy con Harold —traté de apaciguar el tono de voz.

—Con más razón, Derrick. ¿Dónde estás?

Habían tres facetas entre el lenguaje de Nathan:

La primera: si me llamaba «cielo», todo estaba bien.

La segunda: si me llamaba «Derrick», la cuestión era importante.

La tercera: si me llamaba Hailey, la cuestión era de suma importancia y muy enserio.

No me asusté sino hasta que entró en la tercera.

—Ya voy para allá, ¿vale? —Quise colgar, pero continuó hablando.

—No, no te muevas de dónde estás, Hailey. Sólo dime dónde te encuentras, necesito ir.

El como dijo mi nombre hizo que la cabeza me diera unas cuantas vueltas y enseguida mis ánimos cayeron de nuevo.

Miré a Harold y le pasé el móvil, con el ceño fruncido comenzó a hablar con Nathan y le explicó que nos encontrábamos cerca de casa, yo tenía náuseas.

Cuándo Harold colgó, me tomó de la mano y yo guardé la cajita en la costura de mi falda.

—Debemos bajar, ven.

Tomé su mano con más fuerza y me levanté del asiento. Bajamos de la rueda justo como subimos, escalando.

Cuándo pisé el suelo me tumbé en la hierba, no me importó manchar mi ropa, sólo deseaba quedarme ahí.