Capitulo: 7

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Jeon Jungkook

—¿Por qué lo hiciste? —me preguntó Andrea, enfadado—. Te pasas el tiempo hablando de la desobediencia de ese chico, has visto cómo actúa y la autoridad que cree tener, como si su vida fuera un maldito capítulo de un libro. ¿Ahora vas a ser el chico duro enamorado que salva al chico en apuros? —dijo, con un tono sarcástico.

Solté aire por la nariz mientras esbozaba una sonrisa de medio lado. Andrea siempre había sido un chico callado, tranquilo y disciplinado; nunca había dudado en acatar una orden mía. Por eso me encolerizaba tanto su tono desafiante.

Las razones por las que había evitado que Alessandro profanara a Park eran muy distintas de lo que ellos pensaban. No había amor entre nosotros, mucho menos después de lo que había pasado en el baño. Sin embargo, cuando vi a Alessandro a punto de penetrar a Park, mi pecho se comprimió y mi ritmo cardíaco se volvió irregular, como aquella vez. El aire comenzó a escasear, y me apoyé en la pared del fondo, incapaz de respirar mientras los demás se tocaban, atrapado en una sensación de ahogo.

La voz de Park era un pitido incesante en mi cabeza, entrando y saliendo de mis oídos. De repente, se detuvo; su respiración era acelerada, pero ya no decía nada, lo que agravó mi angustia. Los recuerdos y las palabras que había pronunciado salieron de mi boca como púas afiladas.

Él debía pensar que lo estaba salvando, pero en realidad, me estaba protegiendo a mí. Ese era mi secreto y la razón por la que Park era tan importante.

—Soy el jefe —dije, acercándome a Andrea con determinación. Lo tomé del cuello de su camisa y lo levanté hasta que quedó en puntillas—. Que no se te olvide quién da las órdenes aquí —añadí, dejándolo caer al suelo mientras exhalaba con fuerza.

—Tranquilo, Jungkook —murmuró Andrea desde el suelo, ajustando su ropa arrugada—. Me dejé llevar por las hormonas —farfulló mientras se levantaba y sacudía su trasero.

—Subiré a mi habitación —anuncié mientras me dirigía hacia la puerta—. No quiero interrupciones. Y por favor —suspiré, agobiado—, preparen lo necesario para comenzar el entrenamiento de Park.

En cinco minutos quiero que estés en la recámara del baño.

Envié el mensaje mientras daba largos pasos por la escalera. No me di cuenta de lo rápido que llegué al siguiente piso, pero supuse que me había saltado algunos escalones. Sentí un traqueteo en mi cuello al moverlo de un lado a otro y lo mismo con mis dedos. Mi cabeza dolía un poco; nunca esperé tener reacciones tan intensas ante lo sucedido. Eso me irritaba; él no podía vincularse con mi pasado. Debía dejar de pensar en ello por nuestro propio bien.

Entré en mi habitación brevemente para buscar un exfoliante de vainilla que de seguro necesitaría. Mientras me dirigía a la salida, escuché sollozos al otro lado de la puerta. Estaba claro que Park estaba asustado, y sabía que lo que estaba haciendo era injusto para él, pero solo así aprendería a vivir en mi mundo. Encendí la regadera y me duché, necesitando desestresarme. El agua caliente que corría por mi cuerpo era la cura perfecta. Sonreí para mis adentros cuando escuché la puerta abrirse; sabía que él no tardaría en llegar.

—¿Necesitas ayuda con eso? —su voz estaba relajada. Mis manos estaban pegadas a las baldosas, con los ojos cerrados para disfrutar del agua corriendo por mi espalda.

—¿Acaso me ayudarás? —respondí con un tono provocativo, mientras observaba mi cuerpo y mi mano se dirigía a mi intimidad, notando cómo él mordía su labio inferior.

Sonrió, mostrando sus dientes mientras deslizaba suavemente su ropa por el hombro. El proceso para descubrir su piel libre de tinta fue lento pero adictivo. Poco a poco, reveló su cuerpo desnudo.

—Te voy a follar bien duro. Lo necesito —le dije. Sin previo aviso, lo tomé de la muñeca, estampé su rostro en las baldosas y, mientras su respiración se marcaba en el azul claro, mis manos deshacían su pantalón.

Le abracé por detrás y giré su rostro para besarlo con brusquedad. Mordí sus labios hasta obtener el líquido rojo que me gustaba tanto, mientras él agarraba mi cabello y mi lengua exploraba su cavidad.

—Sabes cuáles son las reglas, Taehyung —dije, alzando sus manos y sujetando sus muñecas con firmeza. Vi cómo asentía y dirigía su boca hacia la mía. Cuando nuestras lenguas se enredaron, pude ver un brillo en sus ojos.

Mis estocadas eran fuertes y placenteras. Taehyung gemía de placer y, al intensificar mi ritmo, sus dedos se retorcían, buscando algo en qué aferrarse. Sus nalgas rebotaban en mi pelvis y el sonido del agua cayendo por su espalda hacía del momento algo relajante.

—Oh Jeon, te amo —gimió, y esas palabras bastaron para que mi estómago se revolviera. Sentí una urgente necesidad de terminar lo que había comenzado con tanta intensidad.

Saqué mi miembro y me vacié completamente en él, luego salí de la ducha y me envolví en una toalla. Taehyung me miró confuso, con los ojos vidriosos.

—Eres un asco, Taehyung. Sal de aquí ahora mismo y no me contactes hasta que yo lo haga —murmuré, y él hizo lo que le pedí sin objetar. Lo vi alejarse por el pasillo, dejando un rastro de agua.

Odiaba cuando él se ponía sentimental. Nuestra relación no se trataba de amor; yo no estaba hecho para sentir eso.

Al salir, vi a Park de pie en la puerta de su habitación. Me miró con el ceño fruncido y luego entró con una actitud que no supe descifrar. Eso me dejó con un sabor raro en la boca. No entendía por qué reaccionó así ni las razones por las que deseaba darle una explicación. No era necesario, ya que el interés entre nosotros era nulo, pero había algo dentro de mí que deseaba eso.

Así que, sin pensar en las consecuencias, abrí su puerta y entré. Me apoyé en el marco de la puerta y lo vi de pie, mirando por la ventana. Caminé hasta él y me pegué, quedando a escasos centímetros de su cuerpo. Mis manos permanecieron en el marco de la ventana y, al sentir mi respiración, se giró, empujándome con desorientación.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí? ¿Te crees con derecho sobre mí?

Se limpió las gotas de agua de mi cabello que habían caído en su hombro.

—¡Contéstame, maldita sea, contesta! —gritó con furia—. ¿Dejas ir al chico que te estás follando y vienes semi desnudo a restregarte contra mí? ¿Qué tipo de persona eres?

—Le dije que controlara sus impulsos. No acepto la desobediencia, Park, y no pienso tolerarla —gruñí. Él tenía el don de sacarme de quicio—. Ese chico es mi puta, y se está yendo así por incumplir mis reglas, lo mismo que haces tú, víbora.

Levanto la mano, pero no la golpeé. Sus ojos brillaban con furia, pero no más que los míos, y vi su miedo cuando se hundió en la cama. Lentamente se levantó, se enderezó y resopló con fuerza cuando me crucé de brazos y sonreí. Se dirigió hacia la pared, se apoyó con ambas manos y permaneció en silencio.

—La desobediencia va en la sangre italiana, Jimin. Por eso quiero moldearte a mí, porque me perteneces.

—No le pertenezco a nadie. No soy un objeto que puedes comprar. No puedes tenerme solo porque quieres. Secuestrarme y contar conmigo para que sea tuyo —respondió, alterado, enrojeciendo.

—Lo sé. Por eso te voy a permitir conocerme, entender nuestro mundo y quedarte conmigo, no porque te lo ordene, sino porque te darás cuenta de que lo que siempre has deseado lo encontrarás en mí. Excepto relaciones sentimentales, eso queda totalmente prohibido.

—¿Entonces podré salir con alguien más?

Resoplé una risa histérica.

—Por supuesto —cedí con sarcasmo, y él lo notó, curvando una sonrisa.

—Vete —ordenó—. Ya he tenido suficiente de ti hoy.

—Me iré —susurré, reteniéndolo entre mis brazos—, pero recuerda mis palabras, Park. Naciste para ser mío y no me cansaré hasta que lo entiendas.

(+18) Stripper  [Kookmin] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora