Capitulo: 2

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Hubiera estrellado el móvil contra el suelo si lo hubiera tenido al escuchar semejante estupidez. ¿Quiénes se creían ellos, y especialmente él, para ordenarme que me convirtiera en stripper? Ah, claro, el señor serpiente, Jeon Jungkook, el idiota que se cree amo y señor de la ciudad. Estiré las piernas en el suelo una vez recuperé el control de mi cuerpo; tenía algunas partes entumecidas y las cosquillas en las palmas de mis manos eran incontrolables.

—No te asustes, víbora. Son cinco simples reglas que, como mi propiedad, debes cumplir.

¿Su propiedad? Ja.

—¿Y qué pasa si no cumplo alguna de tus reglas? ¿Me obligas a estar aquí y luego me impones... reglas? —interrumpí, sin dejarlo terminar.

—Como dije anteriormente, necesitas unas buenas clases de educación formal —sonrió con malicia—. Yo me encargaré de que aprendas a comportarte como un caballero.

—Jeon odia que lo interrumpan —dijo Francesco, mientras tocaba su cabello—. Por eso, la primera regla es: nunca interrumpir a la serpiente.

Solté una risilla nerviosa al oír eso. “Serpiente”, ¿por qué le dirían así? Mi pecho tembló. La manera en que Francesco lo decía estaba llena de contradicciones, como una orden que no se podía ignorar sin recibir un castigo.

Luego lo vi caminar hacia mí, todavía alisando su cabello mientras se arrodillaba y colocaba su mano en mi muslo. La deslizó suavemente hacia abajo y me odié por sentir cómo el calor de su mano provocaba que mi piel se erizara.

—Regla número dos: nada de relaciones amorosas ni sentimentales con nadie dentro o fuera de la casa —dijo. Bueno, esa era fácil; nunca me fijaría en ninguno de los chicos—. Regla número tres: cualquier intento de traición o desacato será castigado con la muerte inmediata —genial, me obligan a estar aquí y si intento escapar me matarán—. Regla número cuatro: podrás salir del piso cuando quieras, pero debes recordar que mis ojos y oídos están en toda la ciudad, y si escapas, ya sabes lo que Andrea es capaz de hacer con las armas.

Bufé.

—Ahora resulta que si mato a una mosca, Andrea me dejará un tiro en la frente —negué con la cabeza, viendo cómo Alessandro sonreía ligeramente.

Jeon rodó los ojos y no dijo nada ante mi comentario, probablemente ya se estaba dando por vencido con mi actitud.

—Última regla, la regla número cinco, que no por ser la última es menos importante: deberás dominar todas las habilidades de cada uno de nosotros antes de ser un chico stripper.

—¿Y por qué debo ser juzgada por otros? —pregunté, elocuente.

—Todos, desde que nacemos, somos juzgados —respondió Jeon.

—Ese es el comentario más estúpido que he escuchado.

La cabeza de Jeon estaba inclinada de tal manera que su cabello colgaba sobre sus ojos, pero pude ver un atisbo de sonrisa en su rostro que probablemente intentaba ocultar. De repente, giró su cabeza hacia mí, y vi cómo sacaba la lengua y la movía de lado a lado en su labio superior sugestivamente, sonriendo de manera ridícula.

Solté una risa nerviosa, sabiendo que lo estaba subestimando.

—No tienes opción, señor Park —masculló Andrea—. Y una vez que estés preparado, esperamos, por tu bien, que hagas cumplir tu trabajo.

—¿O me matarás?

—Antes de eso, existen miles de formas para torturarte, tanto física como mentalmente, que desearás estar muerto —concluyó él, con un tono rasposo en su voz que me ponía de los nervios.

—Entonces no tengo opciones —dije, alzando los hombros en un gesto de resignación, tratando de parecer fuerte y decidido, aunque por dentro estaba aterrorizado.

Mamá, papá. ¿Por qué me hicieron esto?

—Ahora vamos, te mostraré tu habitación.

Salimos de allí y, para mi sorpresa, no caminamos tanto como esperaba. Entramos en una habitación casi tan grande como mi casa entera. La cama estaba recién hecha con sábanas blancas y dos enormes almohadas cerca del respaldo. Las cortinas de los ventanales estaban corridas, dejando entrar un aire nocturno bastante frío. Cerca de la cama, había un tocador con algunas bolsas de papel que decían “Dior” por fuera. Quise acercarme de inmediato para ver de qué se trataba, pero preferí no tocar nada que pudiera poner mis emociones a flor de piel.

—Aquí vas a dormir —dijo, caminando hacia las bolsas que había visto antes—. Le encargué a Francesco que comprara un poco de aseo y ropa interior para ti —asentí, aunque no me hizo mucha gracia que hubiera comprado mi ropa interior—. Aquella puerta da a mi habitación, por lo que tienes permanentemente prohibido abrirla. El baño está en el pasillo, al fondo, y aquí —dijo, señalando el closet—, tienes suficiente ropa, toda nueva, para que uses todo el tiempo que estarás con nosotros.

—¿Puedo usar todo esto? —murmuré, tocando con la punta de los dedos las telas.

—Sí —dijo tajante—. Quiero dejar algo claro, Jimin: yo soy un hombre amable siempre que las personas a mi alrededor me traten con respeto. De otra forma, me convierto en alguien sin escrúpulos y totalmente desquiciado, por eso te pido que no juegues con mi inteligencia ni con mi paciencia. No te trataré como un cualquiera, pero no tendré consideraciones contigo. Así que no hagas que mi percepción de ti cambie... ¿entiendes?

Asentí, viendo cómo se regodeaba al cruzar la puerta que separaba su habitación de la mía.

Una vez estuve solo, me lancé a la cama y cerré los ojos. Pensé en el cambio tan drástico que había dado mi vida en cuestión de horas. Se suponía que debía seguir siendo el mismo chico raro al que nadie se le acercaba, pero ahora estoy rodeado de cuatro hombres peligrosos a los que les debo sumisión. Quiero salir corriendo y subirme en el primer auto que se detuviera para escapar de aquí, pero eso sería cavar mi propia tumba. Me quedo con los ojos cerrados, negándome a abrirlos por un buen tiempo. Sin darme cuenta, con algunas lágrimas escapando del rabillo de los ojos, me sumerjo en un profundo sueño hasta que un ruido incesante en el pasillo me trae de nuevo al presente.

Me senté en la esquina de la cama y suspiré. Iba a hacer algo que podría traerme problemas en el futuro, pero no acataría las reglas de la serpiente.

(+18) Stripper  [Kookmin] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora