Capítulo 1 - Entrega

2.6K 112 19
                                    

Nicoletta.

- ¿Qué haremos contigo? - pregunto, viendo al hombre frente a mí.

Mi vista queda en la pared blanca que está salpicada de su sangre.

- ¿Donato, qué opinas de meterlo al lago? - le pregunto al rubio que está a mi lado viendo la misma escena.

- Si así lo deseas, lo haré - responde con una leve sonrisa de diversión.

Asiento, mientras saboreo otro pedazo de fresa complaciendo a mi paladar.

- No, el lago no - lo pienso por un momento - Mejor que sea el espantapájaros estamos necesitando uno, ya - me levanto - Ponlo pronto te espero para irnos.

- ¡No! ¡Por favor! ¡No me hagas esto! - lo miro con desdén - Señorita por favor.

- ¿Sabes? Solo porque no tengo tiempo para ti, no mataré a tu familia - le dedicó una sonrisa al ver su cara de horror - aún...

- ¡Con mi familia no! ¡Maldita zorra! No te atrevas a tocarles un pelo.

- Agradece que te irás de este mundo sin ver el final feliz de tu familia - le meto una fresa a la boca - Saborea esa fresa muy bien porque así de dulce y agradable será el final de tu miserable vida.

Bajo las escaleras encontrando a mi familia ya situada en la mesa del comedor, mi padre está sentado en la punta de esta, mi madre yace en el lado derecho, Alessandro en frente de ella y le sigue Massimo.

Mi padre es el líder de la mafia italiana, la más poderosa, más sanguinaria y la asociación más grande.

Alessandro, siendo el primogénito, tiene que ser el heredero a ser el líder, pero por cierto motivos no está en sus planes serlo, claro está que ese no es un motivo en este mundo de corrupción.

Tiene una enfermedad que no tiene cura y es por esa razón no será él, pero si existe un tratamiento para su enfermedad.

Mis padres decidieron que lo mejor sería que fuera el consejero. En cambio, soy yo la que tiene que heredar, por ser la segunda hija.

Aunque realmente debí de ser la consejera.

- Buenos días - tomo asiento en la otra punta de la mesa, quedando frente a mi padre con sus ojos color azul grisáceos mirándome fijamente a los ojos.

- Buenos días, hija.

Mis hermanos me saludan con un asentimiento de cabeza, aunque seamos una familia de mafiosos, somos unidos.

Unos minutos después llega el desayuno, huevos revueltos, tostada y jugó de naranja natural.

Empezamos a desayunar, algo peculiar en nosotros es que cuando se trata de comida somos unos devoradores, en especial Massimo, que pide permiso y se dirige a la cocina a pedir otra porción de comida.

- Antes de que te vayas a tus clases necesito que pases a mi despacho - la voz de mi papá llama mi atención.

- Claro - él asiente - ¿Quieres hablar de algo importante? - pregunto.

- Si - se levanta cuando termina - Te espero en mi despacho - Te quiero hermosa, nos vemos en un rato - besa a mamá y se retira, no si antes decir "Con permiso".

Ellos dos son un par de caramelos juntos, aún que digan que mi padre sea un hombre de corazón de piedra.

Muchos consideran a papá como un monstruo, mata a sangre fría, entre otras cosas, antes de conocer a mamá lo hacía por mera diversión, igual que lo hacemos Massimo y yo.

- Me retiro - le doy un beso a mi mamá en la frente y a mis hermanos.

Llegó al despacho de mi padre y abro la puerta sin tocar.

La Diabla de la Mafia ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora