Nicoletta.
Han pasado dos días y aún tengo las palabras de Ihan incrustadas en la cabeza.
Mi odio hacia él, crece con cada segundo que pasa, lo único que agradezco es que Delilah le da de comer a mis hijos, los baña y cambia.
Y los arropa al dormir, trato de ser lo más indiferente cuando se trata de Ihan, ocasionando que su enojo sea mayor.
Veo dormir a mis hijos, tendiendo el pensamiento de que lo que voy hacer sera por ellos para sacarlos de aquí lo antes posible.
Suelto un suspiro, mientras posicionó mis manos en el suelo y extiendo mis piernas empezando las flexiones que me hacen sudar.
Una gota de sudor cae y otra le acompaña, sigo hasta sentir que mis brazos no me dan para más.
Pero, aún así me obligó a dar diez flexiones más quedando tendida en el suelo jadeando con los latidos de mi corazón golpeando mi caja torácica.
Me pongo de pie caminando a la pequeña regadera, me quito la ropa, dándome una ducha que me relaja los músculos y tomando la actitud que Ihan tanto quiere.
Salgo y me visto sentandome en una esquina lejos de la puerta, con la cabeza entre mis rodillas y mis manos alrededor de estas.
Debo hacerle creer que estaré de su lado, para cuando tenga su confianza sacar a mis hijos.
Siempre dije que mi felicidad no depende de nadie que no sea yo... Pero, que tan equivocada estaba.
Esos tres hombres son mi felicidad.
El crujido de la puerta casi hace que me sobresalte en mi lugar, no alzó la vista, escucho como cierra y pone las llaves en su bolsillo.
- Arcoíris.
No le respondo manteniendome en mi lugar, se acerca a pasos lentos hasta poner su mano en mi cabello mojado.
- ¿Estás bien? - pregunta mientras se agacha - Lo siento ayer perdí el control no quise pegarte - no le respondo - Te traje medicina y una sopa de pollo.
Alzó mi cabeza viendo su rostro, tiene el labio roto, un corte en su pómulo derecho y un ojo morado.
Sus dedos están vendados.
Le regrese los golpes que me dio, no deje que me torturara a su gusto como unas semanas atrás.
Miro la sopa y no se me apetece, al lado de esta hay unas pastillas y pomada.
El impulso de querer tirarle la sopa en la cara la reprimo caminando a su dirección, me detengo a unos centímetros viendo sus ojos oscuros.
- ¿Qué pretendes?
Ladeo un poco la cabeza, la confusión se hace presente en su rostro, no tengo un plan, no se donde estamos, pero, de algo estoy segura y es que hoy lo mato.
Pero, antes debo sacar a mis hijos de aquí, por lo que juntos nuestros labios en un beso delicado.
No es apresurado o brusco.
Casi seria el beso ideal de un príncipe azul, un beso con elegancia y glamour.
Me corresponde poniendo sus manos en mi nuca acercandome más a él, quiero pensar que esto no me esta gustando y que son medidas drásticas las que estoy tomando.
Nos perdemos entre la lascivia, la lujuria y el deseo que embriaga nuestro cuerpo llevándonos a la perdición.
Nuestras manos viajan sin coordinación entre nuestro cuerpos deshaciéndose de nuestras prendas.
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La Diabla de la Mafia ©
De TodoEnvuelta en un mundo lleno de corrupción, violencia y muertes, Nicoletta, siendo una pieza fundamental en la mafia, está enfrentando las secuelas de su pasado, cuando empiezan a haber acontecimientos que la ponen entre la espada y la pared, tomando...