21• Caperucita y el lobo.

2.8K 126 32
                                    

JADE

Tras una extensa noche de debate e investigación logramos culminar nuestro trabajo. El informe y la exposición frente a nuestros compañeros resultó un éxito. La calificación la obtendremos en un par de días, el profesor Adams necesita leerlo con detenimiento, aun así, las cosas salieron mejor de lo que pensamos. Por el momento solo nos queda descansar antes de regresar a la agencia y trabajar con las fotos pendientes.

Joan me envió un mensaje anoche, quedamos en vernos hoy, aunque no se ha vuelto a comunicar conmigo. Ema no estuvo de acuerdo con que aceptara esta cita improvisada, considera que es una traición hacia Tad. Sin embargo, apenas recibí el mensaje Alison insistió en que debo comenzar con mi interrogatorio. Ya no sé qué pensar al respecto.

¿Por qué no puedo tenerlos a los dos como tanto me gusta y fantaseo? Porque no, Jade Jeffers, obvio es inmoral.

Llego al departamento con ganas de tirarme sobre la cama. Introduzco la llave en la cerradura y, antes de poder abrir, alguien cubre mis ojos logrando asustarme. No dice nada, tampoco palpo sus manos para verificar quien es.

—¿Joshua? —pregunto nerviosa pero inmovilizada.

—No, no soy Payne. —Quita sus manos.

—Joan —río—. No sabía que eras tú, lo siento.

—Si lo sabías, pero siempre tienes que molestarme.

—Bueno, ¿y qué? ¿Te vas a quedar ahí afuera? Indago una vez dentro de la sala.

Arrojo mi mochila sobre uno de los sillones, él se quita el saco repitiendo la misma acción. No deja pasar más tiempo, apresa mi mano apegándome contra su pecho de un tirón para abrazarme; se nota destensado, la insignificante confusión de hace unos minutos ha quedado en el olvido. 

—Que bien hueles —menciona—. Como siempre.

—¿Estuviste entrenando? —Lo halago por primera vez en un largo tiempo—. Estos brazos están más duros.

—No es lo único que tengo duro.

—Que idiota eres. —Desajusto su corbata—. ¿Ya almorzaste?

—No.

—¿Tienes hambre?

—Tengo mucha hambre...De ti. Quisiera morderte, probarte, chuparte...

—No me refería a eso.

Intento ignorarlo, pero su interior está en llamas, difícil será calmar a Joan Grant en un momento así. Quedo frente a la pared a la vez que percibo su aliento sobre mi oído. Mi trasero es testigo del problema que he causado con unas simples palabras que terminaron en doble sentido. Su bulto recibe el roce delicado de mis glúteos en movimiento y los jadeos no tardan en aparecer.

—No te pongas juguetona ahora, no alargues esto.

—¿Qué quieres que haga?

—Tú no tienes que hacer nada, yo me encargaré de todo.

La cama es testigo de las ganas que ambos nos cargamos. Apenas han pasado unos días desde la última vez que nos atrevimos a romper la barrera de distanciamiento.

Sus labios prueban cada parte de mi cuerpo como si fuera un descubrimiento, un fenómeno natural donde él es mi conquistador, va a explorarme y clavar su bandera colonizadora como sentido de pertenencia.

Con una de sus manos sujeta las mías por encima de mi cabeza, en tanto la otra baja a mi intimidad realizando un eminente trabajo. El dedo índice y corazón se encargan de darme placer, su boca de narrar cuanta obscenidad se le pasa por la mente. Que me hablen sucio me fascina. Suele ser Tad quien lo hace, nadie se compara con él, pero ahora Grant está expresándose mediante un amplio relato logrando que mi imaginación vuele.

Solo sigue las reglas [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora