EPÍLOGO

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Una bolsa negra se encuentra a los pies de la cama, apenas estoy abriendo los ojos y sé que no hay nada más reconfortante que caricias por la mañana. Observo lo que hay dentro, detectando un diminuto conjunto de ropa interior en color rojo, aquel que no puede representar más que la pasión y la obscenidad.

Voy al baño para asearme rápido. Sé lo que se viene, tengo que verme perfecta.

Frente al espejo arreglo mi cabello y doy un leve color a mis labios con un labial mate, de esos que duran toda la batalla. Busco unos tacones, nunca uso para estas ocasiones, pero creo que se verán por demás sexy estilizándome las piernas.

Camino por el pasillo en un andar suave y sensual. Mi cabeza inicia el proceso, el cambio de chip antes de traspasar la puerta blanca que me lleva a un mundo fantasioso donde el placer impartido es regla obligatoria.

Ellos están allí, esperando por mí con sus trajes negros y oliendo exquisito.

—Perfecta, jodidamente perfecta —dice Tad, y es suficiente para iniciar el juego.

Uno atrás, otro delante, pero ambos ocupados en mí, siempre en mí.

El momento en que ellos mismos se quitan sus sacos y desajustan sus corbatas es el mismo en donde pierdo la cordura y dejo salir a la perra interior que solo quiere satisfacerlos.

Beso a Joan, este me sujeta el rostro con fuerza. Su lengua no quiere dejar de saborear la mía y su aliento fresco a menta me obnubila los sentidos, me atrae como a un imán que ha encontrado su polo opuesto.

El dulce perfume viril se impregna en mí piel, mi cuerpo parece incendiarse con solo hacer contacto. Quiero que continúe adhiriéndose a mi tez, que deje huellas en cada lugar recóndito.

Tad se ha quitado la camisa junto a la corbata, solo tiene puesto su pantalón de vestir y, debajo, un enorme bulto que está siendo refregado en mi trasero en este preciso instante. Sus manos acarician el borde de mis pechos, contorneando mi cuerpo con suavidad, diciendo palabras indecentes y explicando el paso a paso de todo lo que me espera por ser tan obediente y portar la lencería elegida con tanto glamour.

Giro por completo, dejo de repente los labios del pelinegro y ahora me entrego al castaño de voz gruesa. Él ya no puede hablar, tiene la boca ocupada luchando con la mía, apropiándose de cada pedacito de piel.

—No me marques, Tad —Le suplico.

—No lo hare, bebé. Sé que no te gusta, tranquila.

Joan a mis espaldas acaricia mi pelo, entonces caigo en trance, me entrego al cien por ciento ante su tacto.

—Jade, hoy quiero que probemos algo diferente.

—Lo que quieras, Grant, lo que quieras —respondo, y continúo besando a Tad.

Las prendas restantes caen al suelo, dejando una vista preciosa ante mí. Pienso en si arrodillarme para comenzar a hacer lo que tanto quiero, o esperar a que sus órdenes sean más convenientes.

—Extrañaste esto, ¿verdad, Jadie? —Interroga Joan con su miembro en la mano. Actuar con mesura ya no es una opción—. ¿Lo quieres?

—Sí.

—Vas a tener que esperar, linda —sonríe.

—Ven aquí, bebé —Pide el castaño sentado en el borde de la cama.

Me siento a horcajadas sobre él. Vuelvo a besarlo. Sus grandes manos se deslizan abiertas por mi espalda hasta llegar a mi trasero. Lo amasa con ganas, con fuerza. Me quejo sobre sus labios y sonríe satisfecho.

Solo sigue las reglas [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora