29• Resistir a la tentación

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JOAN

Me encontraba en casa de mis padres a causa de las fiestas de fin de año. Mi hermano llegó de Londres y, como si fuera poco, no lo hizo solo, trajo a su novia Emily, una mujer extremadamente bella.

Mi madre no demoró en preguntarme cuándo traería una mujer a casa. Joel con sus estúpidas ideas de invitarla y no avisarme antes, quizás podría haberme quedado en Brooklyn por asuntos de trabajo ahorrándome las excusas de forma inopinada, pero lo dejé al azar. Poco me importan las relaciones; sin embargo, a mi madre no puedo decirle los motivos reales, me vería como un completo degenerado.

El típico argumento de ser un hombre de negocios con poco tiempo para mantener relaciones formales y conocer mujeres resonó como todos los años desde que me fui de casa. Mamá me comprendió, papá se río porque no me creyó una mierda, aun así, la exculpación me fue dada, fin a mis problemas.

Me quedaba en mi antiguo cuarto y no podía dejar de pensar en Jade. Como un regalo de fin de año sus cuentas dejaron de ser privadas permitiéndome observar sus movimientos sin la necesidad de seguirla. Y sí, me había bloqueado, pero esa restricción ya no estaba. ¿Lo hacía a propósito? Es probable, es una niña; una que me tiene a sus pies.

Vacaciones con Joshua Payne en San Diego. Mi temperamento inestable se embraveció al verla abrazada a él, lo hizo a propósito o, más bien, yo estaba siendo masoquista.

Extrañaba a Jade, su cuerpo, el olor de su piel, nuestras peleas. Me abatía la idea de continuar con la distancia, aun así, el tiempo ayudaba a tranquilizar mis impulsos. Tad lo había logrado entrenando conmigo y comprendí que mi energía tenía que ser saciada. No fue sino hasta hace poco que en mis pensamientos lúcidos comprendí que el sexo era la mejor solución. Yo me descargaba teniendo sexo, en el sentido que se lo quiera interpretar; mas no estaba listo para ir con otra mujer, me aguantaba las putas ganas para poder aliviarme con ella, aunque lejos estaba de mis posibilidades.

Mis padres habían salido, pese a ello, mi hermano creyó que yo tampoco estaba y escuché gemir a Emily como una actriz porno poniéndomela más dura de lo habitual. Más de quince días sin sexo hacía que una simple excitación fuera como un castigo.

Masturbarme era una opción, no la mejor, pero ¿cuántos baños de agua fría debería darme sin conseguir una neumonía a causa del clima que congelaba?

La puerta de mi habitación estaba cerrada, nadie podía interrumpirme en mis recuerdos más perversos. Bajé mi pantalón y mi mano tomó mi erección para deslizarse suavemente de arriba hacia abajo. Cerré mis ojos e imaginé los labios de Jade rodeando la punta del glande, incluso con timidez como la primera vez que lo hizo con sus ojos mirándome con deseo mientras su lengua recorría el tronco y su mano lo presionaba. Podía imaginarme el brillo de su boca a causa de mis líquidos y mi respiración acelerarse al compás de sus movimientos. De fondo los gemidos de Emily ayudaban a que mi proyección fuera de lo más real. No era Jade, pero no importaba, en mi mente era ella quien me estaba comiendo la polla con devoción.

El orgasmo llegó y, junto a él, mi intento por ocultar aquel jadeo casi gutural saliendo de mi garganta. Carraspeé un poco a la vez que mis ojos se abrieron dejándome caer en la realidad patética en la que me encontraba. Mi mano y mi abdomen lleno de semen a mis 30 años sobre la cama de mi antigua habitación en casa de mis padres.

Mi hermano y su novia continuaban follando como si el mundo se acabara, yo estaba tan exhausto que en definitiva bañarme y dormir no se me hacía algo alocado, nada podía ser más ridículo.

Había pasado un largo tiempo sin autocomplacerme, se sintió tan bien que a la vez me hacía pensar en que no podía volver a eso, me sentía un adolescente, debía pensar con la cabeza en frío.

Solo sigue las reglas [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora