27• Calmar a la fiera

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JADE

Tres días han pasado desde la última vez que los vi. Los he llorado sin salir del departamento de Joshua en el cual me estoy quedando para no recaer otra vez en sus encantos. Hoy terminé el último examen y no será necesario regresar por un tiempo a la universidad, es toda una ventaja; además, no falta tanto para irnos con Payne y nuestras familias a San Diego a pasar las fiestas de fin de año.

Joshua se ha comportado como un verdadero hermano desde que salimos de aquella casa en la que me sentí humillada y acosada por un momento. Le conté todo con lujo de detalles, no pareció asombrarse, más bien lo suponía. En el fondo tanto él como yo sabíamos que no me lastimarían, pero era un riesgo que estuve dispuesta a correr.

Lloré como si no hubiese un mañana. No sabía que tanto podía soportar mi cuerpo, creí hasta deshidratarme, increíble la cantidad de lágrimas que podía desbordar a causa de la culpa. Empeoró cuando volví a desvanecerme recurriendo a emergencias, mas solo dijeron que era un pico de estrés.

Payne no quiso dejarme sola, pasó esa noche conmigo y por un instante intentó ir hasta la casa de aquellos dos para provocar un problema mayor; sin embargo, se lo impedí, le hubiesen roto la cara. 

No quería dejarlos, me sentí en la obligación de hacerlo cuando mis amigo insistieron adjudicando un beneficio, uno que yo no puedo ver hasta el día de hoy.

Estando separada de ellos me siento vacía. Aguanté un mes cuando lo utilicé para armar mi plan que a mí parecer era perfecto y estratégico, luego de eso bastaron cuatro días de distanciamiento para recaer en sus juegos viciosos y ahora van tres de lo que será un largo proceso. No puedo pretender olvidar de la noche a la mañana, pero los amo y, aunque nadie quiera creerme, sí puedo amar a los dos por igual.

Salgo del departamento y voy hacia la agencia. Tengo mucho trabajo pendiente, editar un par de fotos y programar una nueva sesión antes de finalizar el año. Es la época donde resurgen los eventos, las casas de moda pretenden hacer desfiles e incluso los clubes deportivos finalizan temporadas previas a las fiestas. Ni hablar de las empresas con sus cenas de fin de año donde también recurren a nosotras para cubrir los agasajos.

Paso por Starbucks, retiro mi latte de vainilla, lo bebo con devoción y prosigo mi andar, estoy a menos de una calle.

—¡Jadie, espéranos! —gritan mis amigas.

—Gracias por avisar que comprarías un café —protesta Ema—. Nos devolvamos para que pueda comprar uno.

—Llegaremos tarde. Toma, te convido.

—¡Gracias, Jay Jay, te amo!

—¿Cómo van las cosas? —Indaga Alison al notarme desanimada.

—Igual... No quiero hablar de eso. Sé que las he cansado con mis problemas, pero pretendo superarlo sola y espero que no se enojen si no les cuento esta vez.

—Si así lo quieres no intervendremos. 

Dentro de la agencia saludo al señor Milbourn antes de sentarme frente a mi computador. Mis actividades se han vuelto monótonas, mi escritorio mantiene seriedad, el celular ya no se encuentra vibrando sobre la madera blanca o junto al lapicero para llamar mi atención; ahora está en la mochila, olvidado, no hay mensajes ni llamadas más que las de Payne para controlarme. Las caras sonrientes de las modelos no me transmiten nada, la emoción por terminar el trabajo no me importa tanto como las de ir a dormir. Soy patética, voy a perder todo.


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Solo sigue las reglas [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora