39• Elección - FINAL

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JADE

Estoy acostada en mi antiguo cuarto en casa de mis padres. Escucho música con los auriculares e intento descansar, pese a que resulta imposible. Después de estar casi un día en el hospital mi padre insistió en que debo dejar de salir por un tiempo.

Mamá estaba desesperada, esto de que me drogaran en un club nocturno era casi fantasioso, salido de una película de narcos. Sin embargo, es algo que sucede más de lo que cree. Y sí, soy una idiota por recibir tragos de un desconocido.

Recibí el regaño de mi vida. El labial de incógnito estaba en mi cartera y no lo había usado, entonces papá se quejó. ¿Pero es que acaso cree que le voy a rociar gas pimienta a cualquiera?

Hey, Jade, ¿quieres un trago? Sí, gracias. Por cierto, toma un poco de gas pimienta, degenerado. ¡Pues no!

¿Cómo yo, la hija del General Jeffers, con envestidura concedida por destacar en el correcto funcionamiento de su cargo, y en el alto nivel jerárquico dentro de las fuerzas, puede salir tan tonta, necia, pero camuflada por toda aquella parafernalia astuta? Eso es lo que más debe joderle.

Mis amigas se encuentran en perfecto estado de salud. Bebieron menos que yo y también fueron regañadas por sus familias. Al menos a ninguna de nosotras nos quitaron los teléfonos celulares como si fuéramos adolescentes. Pudimos comunicarnos intentado recordar qué carajos había sucedido; no obstante, nuestros recuerdos son borrosos hasta el día de hoy.

Joshua no me ha hablado desde el sábado en la mañana después de nuestra pequeña disputa, tampoco responde a mis mensajes. Su teléfono se encuentra apagado y comienzo a preocuparme. ¿Debería llamar a la señora Payne? ¿Qué podría decirle? No tengo un motivo certero, comenzará con muchas preguntas, no estoy dispuesta a tanto.

La puerta del cuarto se abre, mamá trae una bandeja con la merienda. Sonrío al ver que hay dos tazas de té, eso quiere decir que se quedará conmigo para charlar.

—Tienes que comer algo, llevas encerrada sin hacer nada, Jadie. No estás en cautiverio. Puedes ir a la cocina, al jardín, ver tele en la sala—dice a modo de reclamo.

—Lo sé, pero no estoy de ánimos. ¿Papá no está?

—No, se fue a hacer algunas cosas. Ya sabes, siempre tiene trabajo—Se sienta a mi lado en la cama.

—¿Él está enojado conmigo? —pregunto con timidez, aunque no quiero oír la respuesta.

—No, no lo está. Se preocupó. Más cuando habló con esos tres chicos.

—¿Qué chicos? ¿Bastian y sus amigos?

Si papá habló con ellos, entonces ahora se encuentran en el más allá.

—No, no pude —contesta él entrando al cuarto—, pero me aseguré de que les den un trato exclusivo. —Ironiza, no es tan malo, o eso espero—. ¿Cómo están? ¿Y mi té?

—Toma, iré a buscar uno para mí —sonríe mamá.

—No hace falta, Gia, estaba bromeando. Solo necesito hablar con Jade de algo importante. Ya sabes de qué se trata.

—Me voy a ir, Dean, así hablan tranquilos —Se levanta de la cama y deja la taza sobre la mesa de noche—. Compraré algunas cosas para cenar. Activaré los muros anti-sonidos —Se burla—. También le diré a los vecinos que si escuchan tus gritos no hagan ninguna denuncia.

—¿Qué gritos? ¡Mamá! —reímos.

—¿Cuándo te he gritado? —pregunta papá.

—¡Siempre que estás con el uniforme! ¿Volverás a decirme lo del gas pimienta? ¡Lo siento, no se me ocurrió usarlo!

Solo sigue las reglas [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora