31• Adictos

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JOAN

La jornada comenzó una hora antes. Kurt y Brendan no se han quejado; por mi parte, anoche dormí poco a causa de los nervios. Mis últimos años se plasman en esta discográfica. Junto a Bennett iniciamos de cero con ayuda de nuestros padres, influyentes hombres de negocios, pero después pudimos equilibrarnos solos. Si pienso que por un mal control interno podemos perder lo que con mucho esfuerzo edificamos me vuelvo loco, me siento un inoperante.

Veo las caras de mis compañeros de trabajo y creo que nos merecemos un café para activar nuestra mañana, quizás distraernos un momento antes de que el inútil del contador llegue.

—Rose, por favor, ¿podrías prepararnos café? —Solicito por el interlocutor—. No subas tú, envía a cualquier otra persona.

—Sí, señor Grant, enseguida.

—¿Por qué no lo puede traer ella? —pregunta Brendan desde un costado de la mesa.

—Porque estamos en el último piso —respondo mientras observo unos archivos desde mi laptop—. Usa tacones, el elevador está siendo utilizado de forma constante por todos los de la planta baja y área de marketing, lo que menos quiero es molestarla con esto.

—Joan Grant como el caballero del año, quién lo diría —Se burla Tad—. Rose es la única mujer con la cual te comportas así.

—¿Te tiraste a tu secretaria, Grant? —cuestiona Riley—. Está buena.

—¡No! —me río—. Ella siempre está para ayudarnos. No sé por qué, pero a pesar de mi carácter de mierda cuando salgo alterado de la oficina, es a la única a la que no le grito, la veo y me tranquilizo.

—¿Sabes cómo se llama eso? Pánico a que la persona que organiza tu vida renuncie —ironiza Porter.

—Sí, puede que tengas razón. Sin ella estamos perdidos.

—¿Ya están más tranquilos el día de hoy?

—Sí, Riley. Gracias y perdón por la forma en que te hablé ayer.

—No hay problema, les cobraré más de lo pactado.

—Brendan, a ti te debo una disculpa, ya sabes como soy.

—No te preocupes, Tad se disculpó por ti, me hizo recapacitar en que eres un verdadero imbécil. Siempre estoy cubriéndote tus fallas, una vez que lo hago mal y tú me atacas —resopla—. Vete a la mierda, Joan Grant, también cobraré el doble por esto, o te demandaré por explotación laboral.

—¿Tad, no vas a decir nada? ¡Explícales que no tenemos dinero porque fuimos estafados!

—Joan... —menciona serio—. Uno de los contratos faltantes es el de Jade.

—¿Qué clase de contrato? —Indaga Kurt con su característico tono amargo—. Esto es laboral, no sé si lo entienden

—¡Cállate! —bufa mi socio—. Jade fue la fotógrafa de Robin Lane. Grant se contactó con su agencia para eso.

—¿La metieron en negocios? ¡Ya dejen a esa pobre chica en paz!

—Brendan, tú lo tienes, lo hiciste con la agencia donde ella trabaja.

—Tengo la copia, el original lo tienes tú, Joan.

—¡No, no lo tenemos! —Se aqueja Bennett levantándose de la silla y caminando hacia la ventana del rascacielos —. ¿Cómo justificas los gastos de ese día? No solo la fotógrafa, sino el set en general, fueron tres subcontratos en total ¡y no figura ninguno! —grita—. ¡Mierda! ¡Hijo de puta! ¡En cuanto entre por esa puerta lo voy a moler a golpes!

Solo sigue las reglas [+21]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora