Capítulo 8

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Despierto con dolor, la herida me quema, puedo sentirlo. Miro la ventana, ya está comenzando a aclarar. Me levanto y quito las vendas, con cada vuelta que doy la sangre más se hace presente. Aprieto los dientes cuando saco el último retazo de tela. La herida está en carne viva, y lo peor es que sigue sangrando. Se me revuelve el estómago, no quiero cruzar el vestíbulo y el corredor para llegar al baño y limpiarme, a decir verdad, tengo miedo de lo que me pueda encontrar.

—Emily —susurra Winnie desde la otra cama.

Me tapo la herida con la venda nuevamente.

—Duerme, aún no amanece por completo.

—No puedo dormir, tuve pesadillas.

—Yo igual —tuve el mismo sueño que me ha estado persiguiendo todas estas noches, pero más que un sueño es un recuerdo. El recuerdo de cuando se llevaron a mi hermano de mi lado.

—Me duele mucho el brazo —susurra entre dientes —me arde.

Su herida es mucho más grande que la mía y lo peor es que está marcada con letras, que probablemente nunca se le borraran.

—Déjame echarle un vistazo —me acerco. La sangre ha llegado hasta afuera de las vendas. Me asusta pensar que se haya infectado, o peor, que cause septicemia.

Winnie aprieta los labios, se está conteniendo de no gritar. Quito todas las vendas. Justo lo que sospechaba, está peor que antes. Se ha comenzado a infectar.

—Debemos decirle a una enfermera.

—¿Qué? ¡Estás loca!, si llegan a saber de esto, nos encerrarán o resultaremos heridas como venganza de Patty.

—No me interesa, tu herida está infectada, si no hacemos algo pronto, se pondrá peor.

Se que si le contamos a las enfermeras lo que sucedió, ambas tendremos problemas. No quiero que Winnie vuelva a salir lastimada por mi culpa.
Y si no contamos lo sucedido, nos creerán suicidas, nos encerrarían en la caja por mucho más de una semana. De las dos formas salimos perdiendo.

—No le diré a nadie y tú tampoco lo harás.

—Pero...

—Harás esto —me interrumpe —las enfermeras guardan un botiquín a un lado de recepción, ve por el.

—¿Un botiquín? ¿Y si hay alguien afuera?

—No había nadie hace algunas horas, dudo que las enfermeras estén aguardando afuera. Entra por recepción y busca la llave que se encuentra colgada a un lado de la puerta donde guardan los farmacéuticos, es plateada. Saca el botiquín que está en el compartimiento de abajo.

—¿Cómo sabes todo eso? —frunzo el ceño.

Sonríe con ironía. —Estoy aquí hace tres años Emi, conozco casi todo, ahora anda, apúrate.

Me levanto y salgo de la habitación. Miro hacia ambos lados, pero como dijo Winnie, no hay ninguna enfermera, lo cual me sigue pareciendo extraño.

Camino sigilosa y llego a recepción. Entro por la ventana donde Lilly atiende, caigo arriba de un asiento. La recepción es pequeña, tiene papeles por todos lados y tres pantallas donde transmiten las cámaras de vigilancia. Lo raro es que todas están apagadas.

Veo la puerta que Winnie me indico. Busco la llave que se supone debiera estar colgada, pero no está. ¡Diablos! busco en todos lados antes de extender mis manos hacia la puerta, me concentro y en un segundo la puerta se abre.

Tomo el botiquín y salgo rápidamente de recepción.

Winnie está sentada en la orilla de la cama sujetándose el brazo, me sonríe cuando me ve entrar. Me siento a su lado y saco los medicamentos, un líquido con una jeringa.

Mi Telequinesis © [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora