He estado toda la tarde encerrada en mi habitación, no sé que es peor, estar encerrada aquí o en la caja, aun no noto la diferencia.
La puerta solo se abrió cuando Lilly me ordenó hacer la fila para recibir mis asquerosos medicamentos. Me hicieron abrir la boca para cerciorarse de que me había tragado las píldoras. Las volví a esconder bajo la lengua.
Me acerco a la ventana y miro el jardín lleno de maleza, no es el mismo que Winnie me describió. Puedo ver la cerca que rodea el hospital. El lugar es grande y está situado en medio del bosque que rodea Seattle, estoy a kilómetros de la ciudad. Hay un camino de tierra afuera poco distinguible desde mi ventana. Me pregunto si pasaran autos o taxis.
Cuando me trajeron a este lugar la camioneta estaba cerrada, así que el camino es desconocido para mí.
Me tumbo sobre la cama y hago lo que sé hacer mejor, mover objetos. Los cojines y las almohadas están un buen rato flotando en la habitación.
Dejo caer todo a su lugar cuando escucho unos pasos venir desde el corredor.
La puerta se abre y Winnie entra con su cuaderno en la mano. Me sonríe y se sienta en su cama.
—¡Mira! —interrumpe el silencio, me muestra un dibujo —lo pinte para que veas que no es tan feo allá afuera —es un dibujo de un jardín, hay árboles, asientos y césped.
—¿Así es?
Asiente, cierra el cuaderno y se queda mirándome.
—Vi cuando saliste de aquí, fuiste a pedir beneficios ¿cierto?
—Algo así —me encojo de hombros.
—¿Y que te dijeron?
Me quedo en silencio y trago saliva.
—Lo lamento Emi.
Intento sonreír —no importa, algún día saldré de aquí.
—Claro que sí, visitaras el jardín, te lo aseguro.
No pretendo discutir, pero yo no me refería al jardín exactamente.
La noche cae. Winnie se queda dormida rápidamente y deja su cuaderno en la mesita de noche.
No puedo dormir, intento cerrar los ojos, contar hasta diez, contar imaginarias ovejas y aun así el sueño no llega.
Observo curiosa el cuaderno y lo saco sin permiso. Abro la cortina para que entren algunos rayos de luz de la luna y lo hojeo mientras ella duerme.
Son muchos dibujos, la mitad de ellos hecho a lápiz y los demás con pintura. Hay rostros desconocidos, lugares y formas extrañas, solo uno me llama la atención. Dos manos se alzan hacia el cielo, entre medio ha pintado blanco, como si fuese luz. Y en el fondo, un par de ojos azules.
Lo que me llama la atención es el haz de luz. No sé porque, pero se me viene la mente Telequinesis.
Continúo hojeando el cuaderno y vuelvo a encontrar esos ojos azules dibujados de distintas formas.
Dejo el cuaderno donde estaba y me acomodo en la cama.
Sueño con tres cosas, unos ojos azules, unas manos apuntándome y un haz de luz saliendo de ellas.
El desayuno comienza temprano. Me siento a comer en el asiento de Patty, ya que por lo visto ella sigue encerrada. Winnie en cambio se sienta con las mismas chicas del día anterior.
Bebo un sorbo de leche, me quemo el paladar y escucho un grito que hace que levante mis ojos inmediatamente.
—¿Y a mí que me importa? —exclama una chica de cabello azabache, tanto como yo y las demás la quedamos mirando.
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Mi Telequinesis © [En Edición]
ParanormalTras los conflictos de una familia rota se encuentra Emily, una chica de dieciocho años con un extraño don, a lo que ella llama "Mi Telequinesis". Emily se ve obligada a luchar por lo que más quiere y por lo único que le queda, aún cuando se ve enfr...