Capítulo 35

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Queda exactamente un día para escapar. 

He planeado varias cosas junto a Colton, como el lugar donde nos reuniremos, la hora, lo que debo hacer, como distraeré a la enfermera y todo eso. Ellos me esperaran en un pasillo del pabellón de cuidados, que se encuentra oscuro y casi sin vigilancia. Nos reuniremos exactamente a las doce de la noche cuando todos se hayan ido a dormir.

Colton me dijo que fuera preparada, me sugirió que rompiera algunas camisas y me las pusiera como tobilleras, rodilleras y en las manos por si me tropiezo, para no hacerme más daño. También me dijo que ese día me coma todo en el almuerzo y todo lo que reciba. Me ha comentado que quizás no tendremos comida por algunos días y es mejor estar con algo de comida en el estómago, pasar hambre no es bueno cuando el frío de afuera se torna peligroso. Eso no es un problema para mí, creo que nací con hambre.

También me ha dicho que quizás alguien nos espere en algún lugar de la ciudad para escondernos por un tiempo, uno de sus amigos, que según él le debe un favor. 

Me advirtió de los problemas que pueden aparecer en el camino, analizamos si las cosas salen mal y concordamos en que si nos atrapan cada uno cuente una versión diferente para que nadie sospeche que esto fue planeado con anticipación y que nadie de nombres. 

No he hablado con Winnie, siempre en el comedor me mira desde lejos. Debe creer que le he dado la espalda al confiar ciegamente en Colton y en Jota, pero no es que confié plenamente en ellos, es que tengo que hacerlo, es lo único que me puede sacar de aquí.

No he hablado con Thomas desde la otra noche, le he mandado una nota con un chico del comedor. Escribí solo una hora y el lugar en siglas para que entendiera.

Me he estado preparando para el gran día, como si fuera el evento más importante de mi vida y lo es.

Hoy he estado ansiosa, es sábado por la tarde, he tomado una ducha, pero no he quedado satisfecha así que he vuelto a meterme bajo el grifo, como si necesitara agua para que se lleve mis más grandes miedos.

Mi vida comenzara de nuevo o eso espero, me siento como un preso que espera su último día tras las rejas.

Me miro al espejo y puedo ver lo gastada – por así decirlo – que estoy. Mis ojos y mis mejillas están hundidas, tengo alguna que otra cicatriz, mi cabello esta largo, ya no recuerdo cuando fue la última vez que me lo corte. Le sonrío por primera vez al espejo, es una sonrisa torcida pero real.

Voy a mi habitación y por primera vez me dejo disfrutar de un buen sueño.

En la mañana salgo a tomar el desayuno, me encuentro con los mismos rostros de siempre, descubro en un momento a Cassey observándome, pero no la tomo en cuenta, hoy nadie puede arruinar mi humor. Winnie me mira con la misma desaprobación de todos los días, pero la ignoro. Sé que quería que ella viniera conmigo, sé que aún quiero eso, pero sé que no vendrá por más que le insista, así que no pienso gastar tiempo y saliva en intentar convencerla.

Entro a mi habitación y me quedo en una esquina mirando por la ventana. Tan cerca y a la vez tan lejos, así me siento. Pronto estaré afuera.

<— ¿Cuánta hambre tienes? —le pregunte a Michael —enumera la del uno al diez.

Me mostró el número ocho hecho con los dedos de su mano.

—Eso es mucha hambre Michael.

—Sí, pero es que no he comido nada en todo el día, te estaba esperando.

Le sonrío.

— ¿Encontraste algo? —pregunta con los ojos bien abiertos. Sé que se muere de ganas por saber.

—Me han pagado por cortar el césped —le comento y saco desde atrás la caja de pizza.

Mi Telequinesis © [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora