Capítulo 7

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Las horas pasan. Me acuesto en el suelo y me quedo dormida.

Golpean solo una vez la puerta, la cual tiene un abridor que sirve para pasar comida. Una enfermera deja una bandeja que está llena de lo que yo bien diría que son sobras. Con suerte pude beber agua, que en mi opinión tiene un horrible sabor a sarro. Dejo la bandeja donde mismo y me vuelvo a recostar.

Meto las manos en mis bolsillos intentando calentarlas. Toco algo y lo sacó, es la nota que Colton me entrego.

Vuelvo a leerla. Estoy consciente que no me dejaran salir de aquí tan pronto, sin embargo, no me interesa en lo absoluto volver a ver a aquel tipo.

Aunque no lo quiera admitir, estar encerrada tiene sus puntos a favor, como no encontrarme con ninguna demente, no ver a la Doctora y utilizar mis dones sin que nadie me moleste. Pero también hay puntos en contra, como la asquerosa comida de sobras.

Me afirmo las piernas con los brazos. Me cruje el estómago, pero me niego a probar del plato.

Y así transcurren las horas, no recibo más comida, por lo menos no hasta la mañana siguiente.

La enfermera me deja temprano la bandeja bajo la puerta, pruebo, huelo y luego trago, no puedo aguantar tanto sin probar bocado, aunque en casa de Bill eso era una costumbre.

Jugueteo con la manzana haciéndola rodar hacia los lados. Intento mover el vaso de leche, pero eso me cuesta más. Usar el agua, el fuego, el aire o la tierra, los elementos, es algo más complicado que simplemente mover objetos. No cualquiera puede hacerlo y por más que lo intente me es difícil.

La puerta se abre repentinamente y dejo de jugar con la manzana.

—Buenos días —me saluda la Doctora Mónica.

—¿Me viene a sacar de este lugar? —levanto una ceja.

—No —niega con la cabeza —te quedarás aquí hasta la tarde.

—¿Entonces a qué ha venido?

—A ver si ya has cambiado de opinión.

—Lamento la decepción, pero no haré lo que usted quiere.

—Aún no tienes idea lo que es este lugar Emily, o las cosas funcionan por las buenas o por las malas.

—Entonces tendrá que esforzarse un poco más, porque esto no le está resultando.

—Eso lo veremos —dice marchándose.

¿Acaso acaba de amenazarme?

Me quedo jugueteando con la manzana un buen rato antes de comerla.

Luego de un rato me recuesto —Michael —susurro con tristeza. Cuando nos quedamos bajo el puente le ofrecí una manzana, que él no acepto. Me duele pensar en él, estoy molesta, molesta por estar encerrada en un manicomio, por no saber cómo escapar, por no haber hecho algo para que no se llevaran a mi hermano de mi lado.

Una vez escuche a mi madre decir "De los errores se aprende", siempre me pregunte si abandonarnos a mí y a Michael fue un error y si es que ella aprendió de eso. Ahora yo me pregunto lo mismo a mí misma, si dejar a Michael fue un error y si he aprendido de eso.

El segundo plato de comida que llega es para el almuerzo. Y adivinen que... son sobras.

Me ruge el estómago de hambre, así que lo trago, aunque se que puede que termine vomitando por toda la habitación.

Cerca del atardecer la puerta se abre y una enfermera entra a sacarme. Me lleva tomada del brazo hasta mi habitación, pero antes me insiste en que trague las dos pastillas que anteriormente me habían dado. No vuelvo a discutir así que lo hago, claro, es lo que ella cree ya que me las ingenio para esconderlas debajo de la lengua.

Mi Telequinesis © [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora