CAPITULO 5

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Había seguido a Samantha, para decirle que no quería causarle problemas, pero ahora no entendía nada de lo que esa mujer está logrando

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Había seguido a Samantha, para decirle que no quería causarle problemas, pero ahora no entendía nada de lo que esa mujer está logrando.

No entendía como podía desearla, como podía desear a una mujer prohibida.

Samantha estaba a unos metros de mí con Bastián dentro de ella mientras que ella gemía de placer, pero sus ojos no se apartaban de los míos, la manera en que abría sus labios y como el sudor resplandece en su cuerpo, como su cabello se pega a su cara, sus gemidos eran como música para mis oídos, sus pechos, sus caderas, su cuerpo, su hermoso cabello, sus ojos, todo en ella me llamaba, la deseaba.

Ella saltaba y se restregaba contra Bastián desesperada por busca de placer, cierro los ojos y me obligo a largarme, pero no podía, no podía largarme y dejar de verla, como follaba era arte, deseaba tanto ser yo quien esté dentro de ella, poseyendo cada centímetro de ella.

Moría por saber que imaginaba en su mente y cumplir todas sus fantasías, ¡mierda! verla así tan expuesta, tan prohibida, tan suya y no mía, hacía que me vuelva loco.

Su cuerpo y toda ella era fuego, fuego puro y yo moría por arder en ella.

Sus ojos la delataban, no podía dejar de mírala, pero sabía que Bastián era quien la tocaba, pero ella deseaba que fuera yo quien la tomara, su manera de mirarme la delata.

- Eres mía... - Bastián obligaba a Samantha a mirarlo.

- Soy tuya - respondía ella, pero sus ojos estaban clavados en los míos.

¡Basta! Ella no es mía, ni podía ser mía, pero claro que muero por hacerla mía, que se sienta mía.

Camino, doy media vuelta y camino sin hacer ruido por donde vine, alejándome y dejándolos atrás.

Vuelvo donde esta Max y veo como me levanta la mano llamándome.

- Vámonos - le digo.

- Estoy jodido - dice tratando de parase.

- ¿Dónde está tu acompañante? - pregunto buscando a la peliroja.

- No, no podría acostarme con ella, yo no soy así.

Era cierto, le creía a mi amigo, Max no era como yo o como esos chicos que acostumbraban acostarse con cualquier mujer, pero sí que estaba borracho, no podía ni parase.

- Por qué tomas tanto si sabes que no tienes aguante - digo, pero el solo ríe.

- Pareces mi hermano mayor, relájate - el me golpea el hombro, pero lo miro serio.

- ¿Qué paso? - pregunta.

- ¿Por qué? - él pone sus brazos en sus rodias.

- Te conozco, debe ser por alguna mujer.

- No, no por alguna, es por Samantha.

Como decir que la expresión de mi amigo es de horror, se puso pálido.

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