CAPITULO 22

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MALDITOS ANGELES

Me había dormido en el transcurso en el que dejábamos a todos atrás, sabía que solo estábamos vivos de suerte y si todo este se seguía saliendo de control terminaría peor de lo que ya estábamos

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Me había dormido en el transcurso en el que dejábamos a todos atrás, sabía que solo estábamos vivos de suerte y si todo este se seguía saliendo de control terminaría peor de lo que ya estábamos.

Me sobo un poco los ojos y aclaro mi visión, lo primero que veo es a Brenet a mi lado con las manos puestas en el volante y concentrado en manejar, su perfil luce tan perfecto si no fuera por unos moretones y raspones que tiene, él había venido por mí y no había dudado en avanzar para tratar de salvarme.

El me mira y vuelve a centrarse en ver hacia la carretera, estira una de sus manos y acarician mi muslo suavemente haciendo que me quede viendo embobada su gesto.

- Lamento haberte envuelto en esto – dice arrepentido.

- Lamento haberte envuelto en mi mundo – le respondo con una sonrisa triste.

Miro hacia él espejo y puedo ver como Max se encuentra en el asiento trasero completamente dormido y con la boca abierta que se me escapa una pequeña carcajada.

- ¿Dónde están los demás? – pregunto. Melior y yo habíamos quedado en vernos en unos días.

- Vamos para allá – veo su gesto de desagrado – a que conozcas a quienes nos ayudaron.

- ¿No te caen bien? – pregunto curiosa.

- No es eso, mmmm... - tuerce su gesto.

Max se estira atrás y responde por Brenet.

- Gael era uno de nosotros, hasta que se fue por el camino más fácil.

- Oh – digo juntando mis labios.

- No me gustaría que lo conocieras, pero en eso quedamos a cambio de que nos ayude.

Los miro sorprendida y porque querría conocerme a mí si no tenia nada importante que ofrecerle.

- Bien, si quiere conocerme lo hará.

- Te va caer bien – dice Max animado.

Veo como Brenet pone los ojos en blanco, uno de mis dedos acaricia su rostro y el hace una mueca de dolor.

- No quiso ir al hospital – Max lo regaña mirándolo.

- Brenet – digo negando.

- ¡Brenet! – repite Max levantando las manos y ríe.

- Para haber estado a punto de morir están muy felices – nos dice Brenet y se nos borra las sonrisas.

- Aguafiestas.

Nadie dice ni una sola palabra más, hasta que el carro se detiene en una de las puertas de un gran local de negro con vidrios hermosos dorados, un letrero grande forma su nombre.

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