Eight

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«— ¿Qué? — jadeó, sintiendo como si le hubieran dado un puñetazo en el pecho. Mundok, frente a él -siempre imperturbable- inclinó la cabeza completamente demacrado— No, no, dime que es mentira...

—Jamás te mentiría con esto, hijo.

No, claro que no, él lo sabía. Era simplemente que no podía creérselo, su cabeza no podía digerir y aceptar la información que estaba recibiendo. Il, el bueno de Il, no podía estar...

Un rostro se implantó en su cabeza y todo el aire fue sacado de sus pulmones mientras el suelo parecía inclinarse peligrosamente bajo sus pies.

—¿Dónde está Yona? ¿Cómo está ella? — inquirió frenético. Oh, no, Yona tendría que estar destrozada, ella... no...

La respuesta del hombre fue la de mover la cabeza en dirección a las escaleras.

—Arriba, en la habitación de invitados. Nada más me enteré de la noticia fui a recogerla del colegio y la traje aquí— explicó en un tono forzadamente monocorde. Hak sabía que su abuelo debía estar sufriendo -no por nada estaba hablando de su mejor amigo- pero él no podía pensar en nada más que no fuera aquella niña de bonitos ojos y mirada violácea que lo volvía loco—Ella... parecía que iba a romperse en mil pedazos por la forma en la que lloraba...— murmuró con la mirada fija en algún punto indeterminado, buceando en sus recuerdos— Se quedó dormida en el sofá después de puro agotamiento y la llevé a la habitación de invitados.

No necesitó más palabras. Tirando la mochila de cualquier manera en una esquina del vestíbulo, dejó atrás a su abuelo y corrió por las escaleras en busca de la habitación de la chica. Su corazón golpeaba contra su caja torácica con fuerzas, parecía que estaba a punto de salirse, y sus ojos picaban por las lágrimas que retenía con mucho esfuerzo.

Llegó a la habitación y jadeó cuando, al abrir la puerta, observó el bulto que no dejaba de retorcerse bajo las sábanas. Sin perder ni un instante se acercó a la cama y sintió su alma caer a sus pies cuando descubrió el semblante de la niña -que seguía dormida- desfigurado por una mueca de dolor. Lo que sea que estuviera soñando no parecía distar mucho de la realidad.

—Papá...— murmuró, sacudiendo la cabeza— Papá... ¿dónde estás? No corras... Papá...

Algo dentro de él se rompió al verla tan perdida, frágil y asustada. No, no, ella no podía estar así. Ella...

—Princesa— susurró, acariciando su rostro con ternura— Princesa, despierta, por favor.

—Papá...

—Princesa, vamos...— le quitó un mechón de su cabello de la cara— Ven a mí, despierta.

Yona despertó y durante un momento se sintió perdida, como si el mundo le hubiera dado la espalda. Entonces, sus ojos se encontraron con los de Hak -que la observaba mudo de preocupación- y las lágrimas hicieron acto de presencia.

—Hak...— murmuró en un hilillo de voz.

Y se tiró a sus brazos, quienes la acogieron con fuerza y ternura.

Hak la sostuvo todo el tiempo. Sus sollozos conseguían desgarrar una parte de corazón -la parte que le pertenecía desde el primer momento que la vio- y la impotencia y la pena campaba a sus anchas su pecho como una losa de mil kilos aplastándolo sin piedad.

—Se ha ido...— decía ella una y otra vez— Hak, Hak, Hak, papá se ha ido. Papá no está, Hak— lo llamaba como si fuera lo único que conseguía mantenerla a flote— Quiero ver a papá, ¿por qué me tuvo que dejar? ¿Por qué, Hak? Quiero verlo. Llévame con mi papá.

El muchacho la escuchó y sostuvo sin derrumbarse, porque sabía que ella lo necesitaba entero. Il había sido importante para él y le dolía su pérdida, pero no podía imaginarse lo que debía estar sintiendo Yona en estos momentos. Él no había conocido a sus padres, Mundok era lo más parecido a una familia que tenía al adoptarlo a los 3 años, y estaba seguro de que si algún día ese viejo faltaba en su vida iba a sufrir y mucho.

—Me ha dejado sola...

—¿Qué? — habló por primera vez en lo que parecieron años, pero es que simplemente no podía dejarlo pensar— Ni se te ocurra volver a decirlo, princesa. Tú no estás sola, nunca lo estarás, no mientras yo esté vivo— la apretó con más fuerzas, su movimiento haciendo eco a la firmeza y veracidad de sus palabras.

—¿Me lo prometes? — sollozó Yona— No me dejes tú también, Hak, no me dejes...

—Jamás. Siempre estaré a tu lado.

Tenía nueve años cuando le hizo esa promesa. Nunca en su vida estaría tan seguro de una decisión como la que tomaría esa noche, una que le marcaría durante toda su vida.»

Ocaso (Akatsuki No Yona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora