Veinticinco

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Cerró el frigorífico y casi se le cayó el vaso de cristal que tenía en las manos al encontrarse una figura al otro lado. Se llevó la mano libre al pecho conteniendo un gritito; había estado su corazón a un suspiro de escapársele por el susto.

Era Soo Won, quién le sonreía cálidamente, todavía con el rostro medio adormilado, el pelo desordenado y un pijama de dos piezas color verde claro.

—Buenos días, Yona.

Yona maldijo el momento en el que pensó que no podía estar más tiempo encerrada en su habitación y creyó que salir a tomar algo le ayudaría con los quebraderos de cabeza que la había estado persiguiendo durante toda la noche. Hacía poco que había amanecido, así que estaba segura de que nadie estaría despierto a esa hora, menos aun siendo un sábado y después de una fiesta.

Se había equivocado.

Y de entre todas las personas que estaban esa noche en la casa, tenía que ser precisamente a su amor platónico ya-definitivamente-no-correspondido al que se encontrara.

Aunque tampoco es que tuviera muchas ganas de ver a Hak, la verdad sea dicha...

—¿Qué pasó ayer? Desapareciste por completo— la miró, apoyada en el lateral del frigorífico con los brazos cruzados.

Yona se dejó caer sobre la encimera que había enfrente y observó el vaso con zumo de naranja que sostenía en sus manos como si fuera lo más interesante del universo, como si pudiera encontrar ahí la solución a todos sus problemas.

—Me sentí mal y me vine... No quise deciros nada porque os vi divirtiéndoos y no quería molestaros— terminó por encogerse de hombros. No era una mentira, si se pensaba con frialdad.

—¿Ya estás mejor? — preguntó él y la inquietud se filtró en su tono de voz. Yona sintió un rayo de añoranza calentar su pecho; Soo Won siempre tan bueno, preocupándose por ella...— ¿Te echaron algo en la bebida?

—No, no— se apresuró a negarse, echándole un vistazo para que viera en sus ojos que estaba diciendo la verdad— No es nada de eso. Creo que fue por el estrés de los exámenes, que apenas me dejan dormir, y no tenía el cuerpo para mucha fiesta.

—Ah, bueno— el cuerpo del muchacho se relajó y, esbozando una pequeña sonrisa en sus labios -esa que la hacía enloquecer y quererlo un poco más-, estiró un brazo hacia ella en una muda invitación— Vamos, no me mires así— le riñó con fingida indignación cuando ella se quedó mirando su extremidad como si tuviera la lepra—. Hagámoslo como cuando éramos pequeños. Dame la mano.

«Te pasaré la energía de mi cuerpo al tuyo, para que seas fuerte. Con ella, pequeña Yona, serás capaz de hacer y conseguir cualquier cosa, ya lo verás. Yo confío en ti», recordaba las palabras que le dedicaba un Soo Won mucho más pequeño, con una sonrisa amplia y transparente. Era un ritual que tenían ellos cuando la joven se sentía incapaz de afrontar un reto o su ánimo decaía. De pequeña, de verdad creía que Soo Won era capaz darle parte de él y se sentía muy emocionada, pero conforme iba creciendo era más el sentir la calidez de sus manos o darse cuenta de que él seguía recordando esos pequeños gestos que la hacían feliz, lo que hacía que los problemas empequeñecieran o se quedaran en un segundo plano.

Hacía años que no lo hacían y Yona no pudo resistirse a ello. Era algo superior a sus fuerzas.

Lentamente estiró el brazo. Sintió una descarga eléctrica recorrérselo cuando sus dedos se entrelazaron y el nudo de su pecho se incrementó. Su mano era grande y delicada, prácticamente cubría la suya por completo, pero la sostenía con tanta ternura y cariño...

—Eres fuerte y valiente— le susurró lo que ahora le parecían unas palabras tontas y absurdas, pero que anteriormente la habían hecho sentir la niña más feliz del universo; sus ojos estaban conectados y Yona no supo si estaba respirando, sus orbes dorados parecían haberla absorbido por completo— Coge mi energía y úsala. Con ella y con tu fuerza serás capaz de superar todo lo malo. Yo creo en ti... pequeña Yona.

Ocaso (Akatsuki No Yona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora