—Nos vemos luego, Yona— se despidió Kija, saludándola desde el lugar del piloto. Zeno, a su lado, se despidió también con una sonrisa mientras mordía una papa del paquete que tenía en su regazo— ¿Sobre a qué hora quieres que venga a recogerte para ir a ver el partido? — se acordó en el último momento.
La chica reflexionó, colgándose la mochila al hombro.
—Pues... Soo Won dijo que estaría aquí sobre las 6... ¿Qué te parece venir sobre las 7? Tendremos margen para llegar, coger asiento y ver el calentamiento— les sonrió ampliamente.
El peliblanco asintió, correspondiéndole la sonrisa.
—Bien, iré a recoger a Zeno y Yoon primero y luego vendré a por ustedes dos, ¿vale?
—¡A Zeno primero que quiere sentarse delante! — pidió el rubio.
Kija puso los ojos en blanco.
—Hasta luego, Yona.
—¡Adiós, chicos!
El coche empezó a moverse y Yona los vio desaparecer al final de la calle residencial. Suspiró y se giró para entrar en su casa. Nada más abrir la puerta, unos pasos corriendo hacia ella la alertaron.
—¡Hermana, llegaste! — gritó Tae-Yeon, tirándose a sus brazos.
—Hey, ¿qué tal la escuela? — rio por el incansable entusiasmo del niño.
—Ha estado bien. Hoy he jugado al balón con los demás chicos— sus ojos brillaban mientras le iba contando— E incluso he marcado un gol, ¿lo puedes creer? Pero después me dolía mucho el pecho así que me senté en el césped y animé a los demás.
—Eso es genial, cariño— le sonrió enternecida y preocupada, la salud del pequeño Tae-Yeon era demasiado delicada y aunque todos querían que tuviera una vida normal, no podían evitar saltar los problemas y querer todos sobreprotegerlo— Ojalá poder haberlo visto.
Fueron hacia la cocina, con el niño describiéndole segundo a segundo su gol, y Yona sacó del frigorífico la botella de zumo. Echando en dos vasos, le dio uno al niño y el otro se lo bebió ella mientras Tae-Yeon seguía hablándole de la escuela.
—¿Dónde está el abuelo? — preguntó Yona con curiosidad en una de las veces que él se detuvo para beber; era raro no encontrárselo por ahí refunfuñando entre dientes por alguna pelea o roce que hubiera tenido con Hak o con sus trabajadores.
—En el despacho, terminando un trabajo— respondió Tae-Yeon.
—¿Ha pedido que no lo molestemos? — el abuelo odiaba que lo molestaran cuando estaba enfrascado en los negocios de la empresa, sin embargo, había algunas veces más que otras; así que cuando el abuelo pedía expresamente que no lo importunaran, se aseguraban de no hacerlo a menos que fuera estrictamente necesario -lo que se traducía a una recaída de Tae-Yeon y poco más.
—No, dijo que hoy no tenía mucho trabajo.
Bien, entonces podía ir a hablar con él.
Dejó al niño en el salón viendo la tele y subió a la planta de arriba para dejar la mochila en su habitación. Miró la cama, que se encontraba desecha de nuevo, y recordó la última mirada que le había dedicado Hak, allí, en la cafetería. Sintió un retortijón en el estómago -Hak cada día se aseguraba de recordarle lo idiota que era, y que su faceta de por las noches no era nada más que algo pasajero- y apartó esa imagen rápidamente de su cabeza. No quería perder su tiempo pensando en cosas imposibles y, en realidad, tenía mejores cosas en las que centrarse como, por ejemplo, la cercana visita de su querido Soo Won.
Una sonrisa curvó sus labios cuando pensó en su primo y luchó por no ponerse a bailotear en medio de la habitación; hacía ya casi medio año que no se veían y el mensaje de esta mañana había sido una grata sorpresa porque lo echaba mucho de menos.
Yona recordaba a Soo Won como una presencia constante en su vida, algunas veces más cercanas y otras más lejas, pero siempre con lugar muy especial en su corazón.
Su padre y el de él, Yu-Hon, eran hermanos y se llevaban muy bien, así que, a pesar de que vivían en distintas ciudades, se veían a menudo. Yona lo adoraba muchísimo y le encantaba pasar tiempo a su lado porque no había conocido a una persona más buena y dulce que él -siempre le traía una piruleta de cereza porque sabía que era su favorita, la llevaba al parque cuando era chica o la escuchaba en cada pataleta que ella tenía sin cansarse. Sin embargo, cuando Yona tenía cinco años, murió el padre de Soo Won y su madre se mudó a otra cuidad que estaba mucho más lejos. A la pequeña Yona se le partió el corazón y lloró a mares ante la inminente despedida, y lo único que pudo calmarla fue la promesa de Soo Won de que jamás se olvidaría de ella y siempre estarían en contacto.
Y así había sido.
A pesar de la distancia que los separaba, ambos se mantenían en contacto, ya sea por mensajes, correos o llamadas de Skype, y la pelirroja sentía su corazón querer salírsele del pecho cada vez que él se acordaba de ella y le hablaba primero o alguien lo mencionaba en una conversación.
Y, sí, a Yona le gustaba, y ni siquiera recordaba el momento en el que todo empezó. De un momento a otro había pasado de sonreír feliz cuando lo veía a través de la pantalla del ordenador a sentir la boca seca, el corazón en la garganta y cientos de mariposas cada vez que escuchaba su voz a través del auricular.
Sabía que era patética porque para Soo Won solo era su primita chica, pero el corazón no se rige por reglas y a Yona le había dado bien fuerte.
Suspiró una vez más y sacudió la cabeza para despejarse la mente. Debía hablar con el abuelo y decirle que Soo Won iba a quedarse en el fin de semana; aunque sabía que él no se molestaría por el poco tiempo de antelación -como sí lo hacía otro que ella conocía-, Mundok le tenía mucho cariño a ese muchacho.
¿Por qué se enfada cada vez lo menciono?, no pudo evitar preguntarse mientras salía de su habitación, rumbo al despacho. ¿Por qué parece que se ha tomado un vaso de vinagre cuando hablo de él? Siempre se han llevado bien, le sonríe sinceramente y hablan a menudo los dos... ¿Por qué, entonces, te comportas de esa manera, Hak?
Preguntas y preguntas que no tenían respuestas.
¿Qué te ocurre, Son Hak?

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Ocaso (Akatsuki No Yona)
Fiksi Penggemar[Fanfic] Universo Alterno. «Él la miró; sus ojos azules, aún medio adormilados y que se entreveían por la maraña que era su flequillo, se clavaron en ella y una pequeña y divertida sonrisa tiró de sus labios. Yona creyó que se desmayaría al ver sem...