Nueve

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El campo de fútbol estaría a reventar y Los Dragones de Kouka apostaban su victoria a favor de ese hecho. Se notaba que estaban en la final del campeonato y estaban los nervios a flor de piel porque la gente no dejaba de llegar, aún a casi una hora para que comenzara el partido, y habría un momento en el que no cabría ni una hoja entre los asientos de las gradas.

Menos mal que había algunos lugares reservados para los acompañantes de los jugadores y entre Jae-Ha, Shin-Ah y Hak podían conseguir lugares suficientes para sus amigos, si no, se habrían tenido que quedar de pie.

Los mencionados se encontraban charlando en el banquillo con algunos más del equipo mientras esperaban a que el entrenador llegara después de encargarse de unos papeles de último momento para que pudieran empezar a calentar.

El otro equipo, Las estrellas de Xing, pertenecientes al instituto del barrio del al lado -y el enemigo acérrimo durante muchos años- ya estaban ocupando su parte del campo, corriendo por los límites en círculo.

En algún momento de la conversación -mientras Jae-Ha comentaba los últimos cambios que le había hecho a su moto-, Shin-Ah desvió su atención por encima del hombro de Hak y este no necesitó traducción alguna para saber lo que significaba: los chicos habían llegado. Una necesidad nacida desde lo más profundo de su interior fue la que le obligó a mirar también en esa dirección -necesitaba verla, aunque sea un segundo- y asegurarse -estúpidamente- de que estaba bien; sobre todo después de lo tirante que había estado la cosa tras su marcha -huida- del comedor, cuando la rabia que había sentido había sido demasiado para poder controlarla y si no se hubiera marchado de allí como alma que lleva el diablo le hubiera gritado lo tonta e infantil que estaba siendo.

Cuál fue su sorpresa cuando, al girarse, encontró a solo tres chicos, sin rastro alguno de la pelirroja entre la multitud. ¿Qué...? Su cuerpo se tensó como las cuerdas de un arco y durante un instante vio todo rojo; la ira, que las horas pasadas y su razonamiento frío habían conseguido que fuera menguando, creció hasta límites insospechables.

—Dijiste que vendría— no pudo evitar mascullarle al peliverde que se encontraba igual de confundido a su lado; Hak, como tonto, le había creído y mira lo que pasaba.

—Y eso me dijo— su ceño se frunció—. Y Yona puede ser despistada y olvidadiza, pero nunca ha faltado a uno de nuestros partidos si ha dicho que vendría, lo sabes.

—¿Puede estar en el baño? — comentó Shin-Ah, intentando calmar los nervios, aunque a él también le estaba dando muy mala espina.

—O también puede estar en casita con el est... con él— gruñó Hak— Que él viniera cansado del viaje y no quisiera salir y ella, tan dulce y buena como siempre, se hubiera tenido que sacrificar para acompañarlo.

—Eso no es algo que haría Yona— Shin-Ah sacudió la cabeza.

Los recién llegados del grupo de amigos terminaron de acercarse a la valla que separaba las gradas del campo.

—Vamos y averigüemos que está pasando antes de sacar conclusiones precipitadas— dijo Jae-Ha, empezando a encaminarse a ese punto.

—¡¿Qué tal chicos?! — sonrió Zeno ampliamente, saludando con la mano— ¿Muy nerviosos? No es como si os estuvierais jugando ser los primeros en la liga ni nada— se apoyó en la valla y el pasador de pelo que siempre llevaba colgado en la cabeza con un medallón brilló a causa de los últimos rayos de sol— Bueno, en realidad, sí.

—Vamos a machacarles, eso ni se duda— afirmó orgullosamente Jae-Ha, recogiéndose el cabello en una coleta alta— Por cierto, ¿dónde habéis dejado a la hermosa Yona?

La mirada que se dirigieron Kija, Yoon y Zeno subió los niveles de inquietud de Hak a la estratosfera. Se esforzó para que la ira, el dolor y la furia no se mostrara en su rostro, pero no debería estar haciendo muy buenos esfuerzos porque notaba los breves vistazos de sus amigos hacia él.

—Se ha... retrasado un poco— fue Kija el que contestó, escondiendo la mueca que se formó en sus labios.

—¿Cómo? — saltó Hak, achicando los ojos— ¿No viene con vosotros?

La escuela estaba demasiado lejos de la casa para venir andando, por eso siempre iban y venían en el coche de él, o, en su defecto, en el Kija cuando él tenía que quedarse en los entrenamientos.

—No cabíamos todos en el coche de Kija, así que ella les ha ido indicando el camino para venir— contestó Zeno en tono serio, muy inusual para su carácter.

¿Les? — inquirió Hak, advirtiéndolo. ¿Quién más venía? ¿Qué estaba pasando?, se preguntó con la mosca detrás de la oreja. Sus amigos, Yona y Soo Won hacían un total de cinco personas, así que podían caber perfectamente en el coche del peliblanco. Además, esta tarde Tae-Yeon iba a casa de un amigo a dormir por un cumpleaños, así que no podía haberse incluido él como hacía a veces, y su abuelo jamás había pisado el campo de fútbol, dudaba mucho que cambiase ahora su rutina.

En ese momento, se escuchó la voz de Geun-Tae, el entrenador, llamando a todos los jugadores. Hak seguía observando a los otros esperando una respuesta y fue Jae-Ha el que tuvo que tirar de él para que emprendieran el camino; el entrenador era conocido por su mano dura y su poca paciencia.

Hak sacudió la mano de mala gana queriendo que lo soltara, y trotó hacia el medio del campo, ignorando la mirada que se dedicaron Jae-Ha y Shin-Ah. Se pusieron a calentar -correr, pasarse el balón y demás cosas- y una de las veces en las que Hak tenía tirar a portería, el balón se le desvió tanto que terminó pasando por encima de la valla.

El equipo quedó mudo de la impresión pues jamás habían visto a Hak fallar de aquella manera tan tonta.

—¡¿Qué cojones estás haciendo?! —le increpó el entrenador a toda voz— ¡La próxima vez que hagas un tiro tan malo te comes el balón, ¿me estás oyendo?!

Hak, si lo escuchó, no dio muestra de ello, porque su atención estaba puesta en otra cosa; específicamente en un punto de las gradas. En un cabello rojo e indomable y en unos ojos inusualmente violáceos, que lo miraban a él como si fuera el último salvavida en la tierra. En un rubio alto, erguido y apuesto, que se encontraba a su lado, observando todo con aparente curiosidad.

Y en la desconocida chica que colgaba del brazo del muchacho como si los hubieran pegado con pegamento. 

Ocaso (Akatsuki No Yona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora