Treinta.

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 —¿Cuántos sois?

—Somos 7, señorita.

—Pasen por aquí— la guapa camarera hizo un ademán con el brazo y los invitó a seguirla dentro del establecimiento. Se notaba que era nueva porque no dejaba de echarles rápidos vistazos a los chicos, fascinada y muy nerviosas, mientras los acompañaba hasta una de las mesas del fondo, la que tenía más sillas— Siéntense y ahora mismo les traigo la carta para que le echen un vistazo.

La chica se marchó mientras que el grupo se sentaba en la mesa y Yona consiguió escabullirse de forma que quedó en una punta de la mesa, con Yoon y Shin-Ah a su izquierda y enfrente de ella, y Hak en la otra punta, con Shin-Ah a su derecha y Kija a su izquierda, en la cabecera de la mesa. Todo el mundo notó el cambio de asientos, pero nadie dijo nada.

El silencio se condensó a su alrededor y casi agradecieron cuando llegó nuevamente la sonriente camarera con las cartas, que las fue repartiendo una a una. Después se quedó plantada al lado del albino y los miró expectante con la libretita en mano para apuntar los pedidos.

—¿Qué queréis beber? Ah, es verdad. ¡Qué cabeza! Perdón, se me olvidó decirlo antes. Mi nombre Yu-Ri y por esta noche me encargaré de que no os falte de nada.

Jae-Ha entrecerró los ojos y la miró largamente con una sonrisa ladeada.

—Encantado, preciosa. Yo soy Jae-Ha, es un placer conocerte.

Yu-Ri se ruborizó, pero lo correspondió la sonrisa.

—¿S-sabéis l-la bebida ya? — se colocó un mechón de tras de su oreja, y aunque lo había preguntado en general, su atención estaba puesta en el chico de pelo verde.

—Cola para mí... y, de paso... tu número no estaría mal tampoco— le piropeó, obteniendo una risita.

—Guárdate tu encanto para ti, galán, que primero tenemos que comer— Yoon puso los ojos en blanco— Té frío, por favor.

—Zeno quiere un refresco de naranja— indicó el chico levantando la mano como si estuvieran en clase y tuviera que hacerlo para poder hablar en voz alta.

—Otra coca-cola quiero yo— le sonrió tímidamente Kija.

—Agua— responde Shi-Ah sin apartar la mirada del menú.

—Vale, apuntado. ¿Y los que quedan?

Yona necesitó que Yoon le diera un codazo para espabilarse. Parpadeó y sonrió en disculpa.

—Uhm, quiero agua, por favor.

—Entendido. ¿Y tú? — se giró hacia el moreno, quién no había levantado la mirada del mantel de la mesa. Yona sintió una sensación extraña cuando vio como los ojos de la chica se abrían ligeramente, pues no había reparado en él hasta ese momento, y el irrefrenable y absurdo deseo de gruñir en voz baja, como si fuera un animal, la asaltó.

—Otra coca-cola— respondió sin echarle un vistazo siquiera.

Yu-Ri asintió, con los hombros un poco decaídos, se marchó en busca de las bebidas, diciéndole que les dejaría tiempo para pensar la comida.

De nuevo, un tenso silencio volvió a instalarse en la mesa, en la que los chicos -menos Hak, por supuesto- no dejaron de lanzarse miraditas entre ellos, obligándose mutuamente a sacar un tema o terminar con aquella situación rápido. Incluso el callado de Shin-Ah estaba pensando romper su -involuntario- voto de silencio para acabar con eso.

—Pero mirad qué ha traído la marea— se escuchó, de pronto, una voz divertida— He estado a punto de darles vuestra mesa a otros porque pensé que no vendríais.

Ocaso (Akatsuki No Yona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora