Six

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—¿Por qué estás tan contenta? — inquirió Hak, viéndola revolotear de un lado para otro en su habitación. Su padre había tenido que hacer un mandado urgente, así que la había dejado al cuidado de su amigo Mundok y, por consiguiente, de él.

—Por nada— canturreó ella mientras cotilleaba en su estantería. El chico ya se había cansado de pedirle que no tocara sus cosas, así que había terminado por tirar la toalla, y se limitaba a pedirle que dejara las cosas en su sitio una vez terminara de toquetearlo todo.

—Si tú lo dices...— murmuró, encogiéndose de hombros, y, girando la silla de escritorio, continuó la partida que había pausado un momento.

La escuchó canturrear por lo bajo la canción de unos dibujos que estaban de moda, la miró de reojo, y se la encontró pasando las páginas de unos de sus libros: Eragon, el que siempre cogía cuando iba a su casa. La sonrisa de sus labios sería capaz de deslumbrar a un ciego y Hak se vio observándola embobado, sin darse cuenta de que había muerto en el juego.

En algún momento, la pelirroja alzó la mirada y cuando se encontró con que él no le quitaba ojo de encima, sus mejillas se colorearon.

—¿Qué pasa?

Hak parpadeó, saliendo de sus pensamientos súbitamente, y farfullando algo, sacudió la cabeza.

—¿Podrías dejar de cantar? Tu voz me desconcentra— mintió descaradamente -porque Yona tenía una voz muy bonita y le gustaba mucho escucharla-, girándose al juego y volviendo a cargar contra los zombis.

La sintió acercarse a él, sin apartar la mirada, y eso lo puso más nervioso. Se obligó a mirar a la pantalla.

—¿Estás enfadado conmigo? — inquirió, y el tono dulce y triste que usó lo dejó aún más descolocado que sus palabras.

—¿Cómo?

Yona lo cogió de un brazo para llamar su atención y a Hak le dio igual volver a morir -metafóricamente hablando, por supuesto- si obtenía como recompensa la mirada violácea de la chica como si fuera lo más importante del mundo. Su estúpido corazón tembló inevitablemente.

—Me has hablado muy feo... ¿Es porque estás enfadado conmigo? Lo siento si te molesté...

Ay, no, que no lo mirara así porque lo desarmaba por completo... ¿Cómo podía reprocharle algo cuando usaba ese tono de voz y sus ojos en su contra?

Iba abrir la boca para decir -o balbucear más bien- algún patético intento de palabras, pero en ese momento oyeron un par de golpes en la puerta de la habitación. Hak soltó todo el aire que no sabía que había estado conteniendo en sus pulmones cuando Yona apartó la mirada, y maldijo en su cabeza. Cómo se diera cuenta de la influencia que tenía sobre él, esa chiquilla podría hacer con él lo que quisiera.

—¿Hak? Yona, cariño, ¿estás ahí? — se escuchó la opacada voz de Il.

Hak observó el momento exacto en el semblante de la niña mutaba a la más absoluta felicidad y emoción y sintió su estómago tirarle, incomprensiblemente. Yona corrió a la puerta y la abrió, encontrándose con el rostro sonriente de su padre.

—¡¿Ya estáis aquí?! — exclamó entusiasmada saliendo de la habitación por un lateral suyo.

Hak la vio desaparecer, olvidándose completamente de él, y escuchó el chillido que soltó cuando iba, creía, por el medio del pasillo. Como si se hubiera quemado el trasero, saltó de la silla y corrió a la puerta. Se asomó, preocupado porque le hubiera pasado algo, y la escena que se encontró la dejó descolocado. Yona -su princesita- estaba abrazando a un chico de la misma edad que Hak con el semblante resplandeciente y con una sonrisa que podría partir su rostro por la mitad. El aire escapó de sus pulmones con fuerzas e no pudo ignorar el ardor que apareció en su pecho.

—Hak, te presento a Soo Won, mi sobrino— le dijo Il, quién se encontraba a su lado, admirando también la escena.

Hak lo escuchó a medias, porque la dulce voz de Yona, parloteando sobre lo mucho que le había echado de menos y lo feliz que estaba de verlo, no dejaba de retumbar en su cabeza.

Ocaso (Akatsuki No Yona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora