Eleven

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—No me gustan las tormentas.

Hak levantó la mirada de los deberes que estaba haciendo -lo que pasaba cuando los dejaba para última hora - y se encontró a Yona sentada en su cama jugando a su consola, aunque ahora la había dejado de lado y se dedicaba a observar el cielo que se veía a través de la ventana. Su ceño estaba poblado de arrugas y se movía inquieta.

—¿Te dan miedo? — preguntó con algo de mofa.

Con su burla, se ganó que le fulminara con la mirada y sacudiera la cabeza enérgicamente.

—¿Qué? ¡No! — se cruzó de brazos— Solo no me gustan.

Pero Hak la conocía y podía notar como había intentado esconder el temblor de sus manos. Quiso ahondar más en el tema, sin embargo, en ese momento, escucharon la voz de Mundok llamándolos desde la planta de abajo, diciéndoles que la cena ya estaba hecha, y Yona lo aprovechó para huir de allí.

Hak rio por lo bajo y, cerrando el libro de historia, fue detrás de ella a la cocina, donde ya le esperaban Mundok sentado en la cabecera de la mesa, Ai -la mujer que tenía contratada el abuelo para ayudarle con las cosas del hogar- terminando de preparar los últimos detalles de la comida y Yona jugueteando con un pequeño Tae-Yeon, que estaba sentado en su silla especial.

Al igual que con Hak, su abuelo había decidido adoptar a Tae-Yeon que tenía tan solo dos añitos, y el hogar que Hak siempre había conocido se había convertido en algo completamente diferente, pues, ahora eran tres niños -u dos niños y un hombrecito- los que vivían bajo el mismo techo.

Habían pasado tres meses de la muerte de Il y después de mucho papeleo y cuestiones legales que el joven no entendía, Mundok se había convertido en el tutor legal de la pequeña Yona, quién había pasado a formar parte de su familia, aunque ya lo hubiera sido desde mucho antes. Hak aún no se creía ese hecho, le costaba asimilarlo, porque había pasado de verla los fines de semanas y en algunas comidas a hacerlo todos los días, a verla cada mañana en el desayuno, a que hicieran los deberes juntos o que se sentaran ambos en el sofá ver la televisión un ratito después de cenar; no lo asimilaba, sí, pero eso no quería decir que no le gustase.

La chica había cambiado a raíz de la muerte de su padre: ya no sonreía tanto como antes, no le gustaba estar delante de desconocidos y solía encerrarse en su habitación sin querer ver a nadie. Y a Hak le había costado, pero, poco a poco, había ido colándose en esa coraza que había creado la niña a su alrededor; igual que ella había arrollado su corazón hacía ya un par de años, la primera vez que se vieron, y se había asentado para no marcharse jamás. Una vez recordaba haberle prometido a Il que protegería a su hija, a ella misma le había jurado que siempre estarían juntos, y sabía que, costara lo que costase, sería fiel a sus palabras.

¡Ambe! ¡Ambe! — rio Tae-Yeon, dando golpes con la cuchara de plástico con dibujitos de dragones en ella en la mesa. Hak, quién se encontraba pasando por su lado para dirigirse a su sitio, se la quitó.

—No des golpes, campeón— le riñó suavemente.

—¡Ah! ¡Mía! ¡Mía! — frunció el ceño Tae-Yeon, estirando la mano en su dirección— ¡Dame!

—Hak, no lo molestes— le dijo Yona e intentó arrebatárselo pues en cualquier momento el niño podría ponerse a llorar.

—Lo mimas demasiado, princesa, ¿no te parece?— puso los ojos en blanco y una sonrisa maliciosa se extendió en sus labios cuando veía que sus intentos no servían para nada— ¿Qué, no puedes cogerlo?

—¡Cállate! — las mejillas de ella se ruborizaron por la rabia e indignación y lo fulminó con la mirada— Dame la cuchara, Hak.

¡Ada! ¡Ada! — coreaba Tae-Yeon de fondo, aunque tampoco es que pareciera muy preocupado, más bien estaba entretenido con la discusión de los otros dos.

—Hak, no hagas que me levante— refunfuñó Mundok sin alzar la mirada de unos papeles—, dale la cuchara y no te comportes como un idiota.

—Eso, Hak, no seas un idiota— se mofó Yona, sacándole la lengua.

De pronto, un trueno retumbó en el ambiente y Hak advirtió el momento exacto en el que el semblante divertido de la chica se transformaba en una mueca de horror. Nunca había estado con ella en los días de tormenta, así que el pavor que parecía tenerle a estas le cogió con la guardia baja -recordó lo que le dijo en su habitación y pensó había mucho más que puro disgusto. Yona se recluyó, encogiéndose aún más en la silla, y bajó lo máximo posible la cabeza mientras Tae-Yeon abría los ojos sorprendido y Mundok y Ai se miraban entre ellos; Hak, en cambio, no apartó la mirada de la chica.

—Voy a ir a asegurarme de que estén todas las ventanas cerradas— comentó Mundok antes de levantarse.

¿Buum? — preguntó el niño, todavía con los ojos como plato.

—Es una tormenta, cariño, un trueno— contestó Ai acercándose con su sopa.

Bum... Eta, gusta— abrió la boca y tarareó satisfecho cuando Ai le llevó la cuchara -una nueva- a la boca.

Yona no habló en toda la cena, y Hak tampoco lo hizo.

Ocaso (Akatsuki No Yona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora