Doce

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Toda la grada oeste se puso en pie cuando Los Dragones de Kouka -específicamente, la mortífera y certera pierna de Jae-Ha- marcaron el último gol segundos antes de que el árbitro pitara el final del partido, dándole así la victoria a Los Dragones.

En menos de un parpadeo, Jae-Ha se vio rodeados de sus compañeros, que riendo y celebrando, fueron a él a abrazarlo. Shin-Ah, incluso, se coló entre la masa de chicos, lo cogió en sus hombros y lo paseó por todo el campo. Jae-Ha con la mayor sonrisa que pudo poner recibió las felicitaciones y el cariño de los que lo apoyaban coreando el nombre del equipo, el cual fue rápidamente seguido y en menos de un segundo, el nombre de Dragones de Kouka retumbó por el lugar.

A Hak le hubiera gustado unirse a la celebración. Estar junto a sus compañeros y gritar que eran los campeones, que nadie podían con ellos. Sentirse los reyes del mundo por un rato.

Quería, de verdad que sí, pero había algo que se lo impedía.

Y ese algo tenía una cabellera pelirroja y unos ojos oscuros que parecían estar llamándole desde el otro lado del campo.

Apretó los dientes y apartó la mirada de sus amigos -de ella, allí, sentada junto a Soo Won- y, a pesar de eso, siguió notando sus pupilas clavadas en él, un fuego candente clavada en su nuca. En ese momento, apareció Jae-Ha ya sobre sus piernas y le pasó un brazo por los hombros.

—¡Arriba esos ánimos, que parece que estás en un funeral! ¡Venga hombre, tenemos que celebrarlo!

Para ser honestos, Hak no tenía nada de ánimos de festejar.

—Voy a ducharme, nos vemos ahora— se desprendió del abrazo y sin darle una segunda mirada se marchó del campo, dejando a su espalda el ambiente de celebración.

Fue hacia los vestuarios, aliviado al saber que estaría desierto -pues estaba seguro de que todos se quedarían un rato más en el campo- y dejó que todos los malos sentimientos que inundaban su cuerpo se fueran por el desagüe mientras el agua le caía por encima. Fue en vano, porque la imagen de Soo Won sonriendo y hablando con esa chica extraña mientras Yona permanecía a su lado erguida y seria, ligeramente inclinada hacia Yoon como si no pudiera aguantarlo, no se le iba de la cabeza.

Porque no necesitaba que ella le explicara nada para saber lo que estaba ocurriendo.

Si es que soy gilipollas...

Expulsó todo el aire de sus pulmones por la nariz, y se puso el recambio de ropa que siempre tenía por allí. De su mochila sacó el móvil y al encenderlo descubrió que le habían mandado un mensaje.

Y no cualquier persona.

Sintió su corazón golpear con su caja torácica antes de bombear a mayor velocidad.

¿Dnd estás?

¿Qué dónde estaba? Pues...

Respondió con un escueto mensaje -en los vestuarios-, y no pasó ni un minuto que se conectó y lo leyó. Tampoco tardó en responder.

¿Podemos vernos en el gimnasio?

Ocaso (Akatsuki No Yona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora