Twenty four

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La voz de Bruno Mars resonaba por los altavoces del coche. Yona observaba el paisaje a través de la ventana del copiloto mientras escuchaba a Hak tararear la canción a su lado. Una de las veces en las que se había detenido en un semáforo que estaba en rojo, golpeó en el volante con los pulgares al ritmo de la melodía y canturreó por lo bajo.

When I see your face, there's not a thing that I would change 'cause you're amazing... just the way you are. And when you smile, the whole world stops and stares for a while, 'cause girl you're amazing just the way you are... yeah...

La pelirroja lo escuchaba medio embelesada -reconocía que la voz ronca y varonil entonaba muy bien- mientras luchaba por no girarse y mirarle. Le molestaba verlo tan tranquilo cuando ella tenía la cabeza a punto de ebullición. Apretó las manos en torno a la tira del cinturón que le cruzaba el pecho para contener las ganas y, de nuevo, la imagen de Hak y Ayame charlando en el gimnasio, sonriéndose, apareció en su mente.

Justo cuando el semáforo cambiaba de color, Yona reunió la suficiente fuerza y coraje como para hablar, sin saber qué fue lo que la impulsó a hacerlo.

—¿A dónde te ha invitado?

—¿Eh? — detuvo su concierto privado para echarle un vistazo antes de volver su atención a la carretera. La confusión pintaba sus facciones.

Yona tuvo que tragar con fuerzas, pues el repentino ataque de valentía parecía haberse evaporado de su organismo.

—Antes... Ya sabes, Ayame— añadió entre dientes.

—Ah.

"¿Ah? ¿Cómo que 'ah'? ¿Qué clase de respuesta es esa?", quiso replicarle. Las arrugas tomaron posesión de su entrecejo y los brazos se le cruzaron inconsciente en el pecho.

—¿Y bien? — insistió cuando vio que se había quedado callado.

—Nada. En realidad, pensaba decirle que no— contestó con voz aburrida, sin darse cuenta del volcán a punto de erupcionar que tenía sentado a su lado— Los chicos del fútbol querían hacer otra acampada e invitaron a las chicas.

¿Una... acampada?

Su corazón bombeó con fuerza contra su caja torácica. Ir de acampada significaba pasar mínimo una noche fuera, y eso se traducía en que... La última vez que Hak durmió fuera de casa fue hace años y ella no pudo conciliar el sueño en todo el fin de semana.

Pero, aunque para ella fuera un infierno, no significaba que Hak debiera de dejar de hacer cosas que le interesara. Era su vida, al fin y al cabo, y odiaba la sensación de que no hacía más que atarlo con su absurda incapacidad dormir sola; de que, por culpa de ella, se estuviera perdiendo muchas cosas.

—¿No te apetece ir? — se obligó a preguntarle.

Hak la miró como si le hubiera salido una segunda cabeza. Ella intentó sostenerle la mirada, dejándole claro que podía elegir lo que quisiera, que ella no se enfadaría.

—Suena bien— siguió diciendo la joven— Una fogata en medio del bosque, historias de miedo, música, comer malvaviscos... y buena compañía— dijo esto intentando que sonara lo más natural posible. Ayame seguro que sería una muy buena compañía, añadió para sí misma, una que al parecer estaba muy interesada en saber si él iría o no.

—¿Quieres venir?

El cuerpo de Yona se tensó. Había esperado cualquier contestación menos esa.

—¿Yo? — lo miró confundida— Pero si es algo entre vosotros... ¿qué pinto yo...?

—Venga, Jae-Ha y Shin-Ah también vienen, y los chicos ya te conocen, dudo que pongan alguna pega— se encogió de hombros echándole rápidos vistazos.

—Pero Hak...

La idea resultaba tentadora. Los chicos del equipo le caían muy bien y ella siempre había querido ir de acampada, pero sentía que si iba no se sentiría muy a gusto... Y, por mal que le pesara reconocerlo, Ayame tenía que ver con eso... El tan solo imaginarse a esos dos frente al fuego, charlando, asando malvaviscos, sonriéndose mutuamente... le dejaba un muy mal sabor de boca.

—Vamos a ser claros, ¿vale? —dijo en el momento que aparcaron frente la casa de los Son. Detuvo el motor y toda su atención fue puesta en ella— Si dices de ir, iremos los dos, si no quieres, pienso negarme.

Yona abrió la boca, su corazón latiendo con demasiada rapidez en el pecho.

Quería ir, sí, quería... pero ¿por qué la imagen de ellos dos no dejaba de aparecérsele en la mente, como una sombra oscura que no dejaba de acecharla? ¿Por qué sentía un nudo en el estómago cuando pensaba en el momento que Hak encontrase a alguien?

—¿Tú quieres ir? — susurró mirándolo fijamente, deseando saber lo que pasaba por su cabeza.

Él no parpadeó ni vaciló en el momento en el que dijo:

—Si tu vienes, sí.

Al final, Yona aceptó.

Aceptó y tuvo que salir del coche aprisa porque su corazón habíaamenazado con salírsele del pecho... para correr hacia él.

Ocaso (Akatsuki No Yona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora