Twenty two

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—¿Vas a quedarte más tiempo?

Yona levantó la mirada del libro que tenía frente a ella y la clavó en Yoon, quien se encontraba observándola desde el otro lado de la mesa de la biblioteca del instituto. Esta se encontraba casi desierta.

—¿Qué hora es?

Leyendo la lectura de clase, se le habían pasado el tiempo volando.

—Quedará poco para que acabe el entrenamiento— respondió el chico, acomodándose la mochila al hombro.

—Mmmm, sí, creo que sí— pensó por un momento— Hak me comentó ayer que el entrenador quería hablar con él después así que voy a terminarme el capítulo.

—Vale— se encogió de hombros— Nos vemos mañana, entonces.

—Adiós— lo vio marcharse.

Terminó el capítulo al que le quedaban algunas páginas y después, guardó el libro en la mochila. Se despidió de Min-Soo, el agradable ayudante de la bibliotecaria, y se encaminó hacia el edificio donde se encontraban los vestuarios y el despacho del entrenador. Estaba reflexionando sobre lo que pasaría en el siguiente capítulo cuando sus pies se detuvieron a mitad de camino.

Y es que había dos figuras apoyados contra el lateral del edificio.

Dos figuras terriblemente familiares.

Hak, recién duchado, con el pelo todavía húmedo, una camiseta negra lisa que se le pegaba al pecho y unos vaqueros oscuros, jugueteaba con el móvil que tenía en sus manos, haciendo algo con él, mientras asentía y hablaba cada cierto tiempo. Frente a él, la -bellísima- capitana de las animadoras, Ayame, parecía estar contándole una cosa muy divertida por la sonrisa que tenía en los labios en ese momento. Todavía no se había cambiado, así que llevaba el uniforme, y en las manos que escondía tras la espalda tenía dos pompones de color rojo.

No supo que hacer.

Era de vox populi que a Ayame le gustaba Hak, desde el primer momento que entró en el grupo de las animadoras y se presentó a los jugadores -especialmente a él- con su desparpajo y sonrisa característica. Había buena relación entre los jugadores del equipo y el equipo de las animadoras y, además, Hak y ella solían hablar a menudo – no era una mala chica, Yona tenía que reconocer eso-, así que eso había aumentado los rumores sobre la posible "amistad" -o lo que fuera- que podía estar fraguándose entre ellos.

Una relación que, de ser así, ni sus propios amigos sabían, porque cada vez que preguntaban sobre lo pensaba de Ayame, este se limitaba a decir que era una buena chica y le caía muy bien.

Yona los observó por un momento, como ella le sonreía con dulzura, como él la miraba a los ojos interesado por lo que sea le estuviera él diciendo, y una pequeña parte de su mente pensó lo bien que quedarían juntos, como parejas. Ambos eran guapos, populares y carismáticos. Sí, un poco cliché, de película, pero eso no significaba que no fuera verdad. Ayame era una chica de la que fácilmente uno podía quedarse prendado y Yona no culparía a Hak si al final terminaba lanzando la bomba.

Sin embargo, que lo pensara y admitiera, no quería decir que no le causara sentir un extraño nudo en su estómago cada vez que los veía junto. Uno irracional y que la dejaba descolocada, pero que sentía en sus entrañas, que la reconcomía por dentro; una vocecita que no dejaba de susurrarle una y otra que en cualquier momento Hak encontraría otra chica y que él terminaría por dejarla de lado. No que la desecharía, por supuesto, Hak jamás le haría eso, pero sí que su relación cambiaría por completo y no sería la misma que antes.

Porque ella no podría evitar pensar en esa novia cuando se acostara cada noche junto a Hak. No, espera, ¡qué cosas decía!

Hak jamás sería capaz de hacer una cosa así.

Sí él encontraba a alguien, eso tendría que acabarse. Por completo.

Y ella lo entendería y lo aceptaría, pero muy en el fondo...

—¿Te has quedado dormida con los ojos abiertos o tu estupidez ha aumentado?

Yona parpadeó, saliendo de sus más oscuros pensamientos, para encontrarse a ambos mirándola como si le hubiera salido una segunda cabeza y estuviera echando espuma por la boca. Sintió sus mejillas enrojecer con rapidez y deseó que la tierra se la tragara para escapar de aquella situación.

—¡Hak, sé un poco más amable! — le riñó Ayame, fulminándole con mirada. Tras eso, se giró hacia ella y le sonrió con simpatía— Hola, Yona, ¿cómo va todo?

—Hola, Ayame— le correspondió la sonrisa, aunque no le salió tan sincera como le hubiera gustado— Acabo de salir de la biblioteca, ya ves.

—¿Te has quedado hasta ahora? — abrió ligeramente los ojos— Es bastante tarde, creía que todo el mundo se había largado ya de este sitio y nosotros éramos los dos tontos que seguíamos aquí—puso los ojos en blanco en dirección al chico en un gesto divertido.

Hak bufó y se guardó el móvil en el bolsillo. Normalmente, ella se iba con Kija cuando acaban las clases, pero esta vez tenía varias cosas que acabar y había preferido quedarse en la biblioteca ya que, así, tenía menos riesgo a entretenerse que si estuviera en casa. Lo había hecho más de una vez, pero...

Una pequeña parte de la pelirroja se retorció ante las palabras de ella -«nosotros éramos los dos tontos que seguíamos aquí»-, que en apariencia podían ser bastante inocentes...

¡Increíble! ¿Qué le pasaba? ¡Ella amaba a Soo Won! Debería darle igual que Hak estuviera "a solas" con Ayame o no. Debería dejar de sentir ese tirón en el estómago ante el pensamiento de ellos dos, solos, divirtiéndose...

—Vámonos, anda— suspiró Hak, ajeno a la enajenación mental que parecía estar sufriendo la pelirroja—, que tengo el cuerpo molido y lo único que quiero es tirarme a ver la tele un rato.

Yona lo vio caminar a su lado, adelantándola, y le sonrió ampliamente a Ayame antes de despedirse con un movimiento de mano. Y no, eso no tenía nada que ver con que el chico no se había despedido de ella con más que una sacudida de cabeza.

Para nada...

—¡Hak! — la voz de ella detuvo la caminata de ambos. Yona, inexplicablemente, sintió que su cuerpo se tensionaba, como si predijera que en medio segundo caería una bomba frente a sus ojos y, por más que intensase, sería incapaz de evitarlo— ¿Vendrás? No me has respondido al final.

"¿Ir? ¿A dónde?", las preguntas quisieron escaparse de su boca.

Hak reanudó la marcha sin girarse a mirarla, aunque sí alzó la mano para despedirse otra vez por encima de su hombro.

—No sé, ya te lo confirmo luego, ¿vale?

Yona no pudo hacer otra cosa que seguirle, con ciento de imágenes y situaciones acumulándose en su cabeza.

Cada una peor que la anterior.»

Ocaso (Akatsuki No Yona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora