Veintinueve

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El estacionamiento estaba desierto cuando Yona salió del edificio.

Bueno, desierto no. En realidad, sus amigos la estaban esperando cerca de los coches de Hak y Kija para que tuviera lugar la noche semanal de pizza, donde iban todos a cenar a Awa, el mejor restaurante de la cuidad. Como todos los lunes, Jae-Ha, Shin-Ah y el innombrable tenían entrenamiento, por lo que Yoon, Zeno y Kija se habían ido cada uno a sus respectivas casas a pasar la tarde y después volver más tarde. Ella, en cambio, incapaz estar encerrada en aquella casa, había decidido quedarse en la biblioteca y, metida como había estado en el libro, no había sido hasta que llegó un mensaje al móvil de parte del peliverde, que volvió a la realidad y supo que las horas se le habían pasado volando.

Ahora, mientras se acercaba, sintió un salto en el corazón y como este, a continuación, galopaba alocado en su pecho. Solo le bastó echar un vistazo para darse cuenta de que él era el único que faltaba, y no necesitaba ser adivina o tener poderes mágicos para saber lo que podría estar haciendo...

El nudo de sus tripas se hizo más fuerte y tuvo que inspirar profundo, aunque intentando que los chicos no se dieran cuenta; no quería que el revoltijo que eran en ese momento sus sentimientos se mostrase en su rostro. Tenía que actuar con normalidad.

—¿Qué tal, querida Yona? — fue Jae-Ha el primero en notar su presencia. La sonrisa que se mostraba en sus labios cuando alzó la mirada decayó un poco y entrecerró los ojos, pensativo. Bueno, muy bien no lo debería estar haciendo si al primer vistazo, los hacía sospechar... pero, aun así, la muchacha actuó como si no se hubiera dado cuenta de ese gesto.

—¡Señorita! — exclamó un sonriente Zeno— ¿Compartiremos hoy la pizza también?

Yoon puso los ojos en blanco y sacudió la cabeza.

—Ella y todos. Más que un estómago, lo que tienes ahí es un agujero negro que se come todo lo que nos sobre.

Zeno rio, llevándose una mano a la cabeza.

—¡No te estoy haciendo un cumplido, idiota!

Shin-Ah siguió la conversación en silencio, con Kija a su lado, quién no hacía más que lanzar rápidas miradas a donde estaba la chica. No se le había borrado de la mente en todo fin de semana el rostro descompuesto de la pelirroja, segundos antes de que le suplicara que la sacara de esa fiesta; ni la mirada ausente que tenía mientras la llevaba a su casa. No había podido ver qué había hecho que se pusiera así y las ganas de averiguarlo lo estaban matando, pero... sabía que no era un buen momento para sacarlo a luz.

Cuando Yona estuviera preparada, ella misma lo contaría.

O, al menos, a eso se aferraba él.

—¿Dónde está el idiota faltante? — refunfuñó Yoon cruzándose de brazos y echándole un vistazo a la entrada del edificio.

Antes de que alguno de los del equipo pudiera darle la respuesta, Yona se puso a hablar con Zeno sobre cómo había sido su fin de semana, intentando que la conversación siempre estuviera en el terreno de él, siendo sincera, para no enterarse de lo que fuera que estuvieran comentando los otros.

—Yona— la llamó Jae-Ha en algún momento.

La mencionada miró en su dirección y le sonrió; esa chupa de cuero que llevaba parecía estar hecho a su medida, le sentaba como un guante. Y si a eso le sumábamos su largo y sedoso cabezo... Jae-Ha era un muy buen partido y su futura novia sería una persona muy afortunada, la chica estaba segura de eso. Eso si algún día decidía asentar la cabeza y dejaba de ir de flor en flor.

—¿Sí? — preguntó mientras se recostaba en el lateral del coche junto al rubio. Sintió como este le pasaba el brazo por los hombros y se acurrucó ligeramente en su costado— ¿Qué tal tu fin de semana?

Ocaso (Akatsuki No Yona)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora