Yona no era más que un bulto arrebujado en las mantas a su lado del sofá mientras veían la tele, o , en realidad, hacían el intento. Hak quería centrarse en la película que estaban viendo-Capitán América era su favorito de la saga Marvel-, pero sus ojos no dejaban de escaparse hacia la chica y la forma en la que esta se estremecía cada vez que un trueno retumbaba en el cielo.
No había abierto la boca en toda la noche y mientras se dirigían al salón a hacer tiempo para la hora de dormir, la había visto caminar más rápido de lo normal, coger una manta -no sabía si por equivocación o no, pero era la de él- y tirarse en su parte de sofá -más cerca a la de Hak de lo normal, como si el espacio que pudiera haber entre ellos fuera algo insalvable.
El chico no le había comentado nada tampoco -aunque se le habían ocurrido varias cosas que decir que seguro la harían enfadar y mirarle con su adorable ceño fruncido- y permaneció a su lado con los brazos cruzados firmemente, con las ganas de abrazarla y decirle que todo estaría bien amenazando con tomar el control de su cuerpo.
—Chicos— dijo en algún momento Mundok, asomando la cabeza por la puerta— A dormir ya, que mañana tenéis clase.
—Ya vamos— respondió Hak cuando vio que la chica no iba a hablar.
Mundok se marchó y Hak volvió a observar a la chica, quién había empalidecido aún más si era posible, y no apartaba sus ojos de la pantalla de televisión, aunque se notaba que no le estaba prestando nada de atención.
—¿Vamos? — inquirió en un tono suave, al igual que con el que se le hablaría a un animalillo que pudiera asustarse con el más mínimo ruido.
Yona parpadeó, como si hubiera emergido de una parte profunda de su mente, y sus ojos violáceos -ligeramente acuosos- se conectaron con los suyos. De nuevo, no dijo nada, sino que asintió con la cabeza y empezó a moverse como si cada movimiento le supusiera un esfuerzo casi titánico. Hak se encargó de apagar la tele, la luz de la sala y la siguió escaleras arriba. Su habitación estaba antes de la de ella, así que mientras ella se acercaba a su puerta, observó su andar tembloroso, su mirada inquieta en cada rincón de la casa.
Sintió como algo dentro de él se resquebrajaba y, por una vez, no quiso callar a la voz que le gritaba en su cabeza.
—¿Quieres leer un poco?
Yona se sobresaltó, no habiéndose esperado sus palabras, y se giró a mirarlo confundida, aunque había un matiz de alivio que se atisbaba en el fondo de su mirada.
—¿Qué? — habló por primera vez en lo que pareció una eternidad.
Hak apartó la mirada, repentinamente nervioso y sonrojado, y abrió su puerta. Entonces, la invitó a pasar con un movimiento de cabeza.
—Ven, entra.
Aún seguía un poco perdida por la propuesta, pero la pequeña no dudó ni se negó. Es más, la sonrisa que le dedicó yendo a dónde estaba él consiguió que la sangre viajara a sus mejillas con mayor fuerza y un extraño tirón se adueñara de su pecho.
—¿Vamos a leer? ¿Ahora? — preguntó ella, adentrándose en la habitación sin vacilar.
—Pero no puedes decirle nada al abuelo— cerró la puerta y la observó sentarse en su cama con el rostro más animado— Cómo se entere, nos la cargamos, especialmente yo.
—Lo sé, lo sé, tranquilo.
—Bueno, ¿cuál quieres?
—Hum...
De pronto, el cielo rugió, rompiendo la paz y tranquilidad que había en el ambiente, y la luz entró por los ventanales. La pequeña Yona chilló y se encogió sobre sí misma, y Hak, antes de haber pensado en lo que hacía, corrió hacia donde estaba ella. No, ya no se podía contener más, y menos viendo lo mucho que estaba sufriendo.
—Hak...— sollozó Yona, y se tiró a los brazos del chico, escondiéndose en el pecho de este como si se quisiera esconder allí por años.
A Hak no le importaría que eso ocurriera.
—¿Por qué no mejor me invento la historia y nos ahorramos buscar un libro? — inquirió Hak en un tono desenfadado, intentando que se olvidara de lo que estaba pasando afuera.
—Vale...— asintió ella, sin hacer el menor intento de apartarse; es más, cuando el intentó hacerlo, se aferró a su ropa con fuerzas— ¡No, no, por favor!
—Sshh, tranquila, no me voy a ir a ningún lado— le acarició el cabello con ternura— Solo nos voy a tapar. ¿Tú no tienes frío?, porque yo estoy a nada de convertirme en un muñeco de nieve.
Yona tardó un poco en contestar, aunque no fue porque no quisiera, sino que se escuchó otro trueno y tuvo que ahogar su grito en el pecho de él. Hak la sostuvo con cariño y paciencia.
—Sí...— susurró la niña cuando ya se había tranquilizado.
Se acostaron juntos y Yona no tardó en volver a acurrucarse en su pecho; un acto que le salió espontáneo y natural. Sintiendo los brazos de él rodeándola, apoyó la cabeza en el hueco de hombro y, por un momento, pensó que le gustaba estar en ese lugar.
—Bueno, pues... Había una vez, un reino muy lejano llamado Kouka...
Hak habló sobre un reino extenso y hermoso, sobre una princesa con el cabello del color del amanecer y sobre su guardián, un chico apuesto y gallardo que la seguía a todas partes; le habló de tribus y dragones, de cómo la princesa fue valiente y se enfrentó a todo por su reino, de cómo lo salvó de manos de un malvado rubio -al cual, casualmente, no le puso nombre-, de cómo consiguió hacer buenos y leales amigos...
Habló durante horas y no calló hasta que no sintió la respiración acompasada de la chica sobre su piel y no supo que se había quedado dormida.
Fuera, el cielo parecía estar rompiéndose en mil pedazos
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Ocaso (Akatsuki No Yona)
Fanfiction[Fanfic] Universo Alterno. «Él la miró; sus ojos azules, aún medio adormilados y que se entreveían por la maraña que era su flequillo, se clavaron en ella y una pequeña y divertida sonrisa tiró de sus labios. Yona creyó que se desmayaría al ver sem...