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Eh... Si, una de 23 años, dice llamarse... Sofía, se ve amigable– le dijo mostrando la página donde la había encontrado –Que bueno, ¿Podrías llamarla para acordar los horarios?– preguntó probando los huevos revueltos que había hecho –Claro, ahora le timbro.

¿Aló?... Si, quería saber si firmaría un contrato fijo por dos meses... ¿Horarios?... Sería de lunes a viernes desde las 7:30 hasta las 7:30... Si, doce horas... Tiene una semana... ¿Podría comenzar mañana?... Muchísimas gracias... Si, la veo mañana... Usted también... Cuídese– escuchaba Samuel cómo hablaban mientras disfrutaba de su desayuno –Parece que fue todo bien– insinuó –Si, de maravilla, tiene una voz muy dulce, parece buena gente– describió a la chica –Solo es unos años mayor– pensó el castaño en voz alta –Va, que te has quedado empanadísimo hablando con ella, y eso que aún no la conoces– comentó empujándolo un poco del hombro –¿Pero que dices? No quiero liarme con nadie ahora, si he sido cortés es para dar buena impresión sobre Brayan– se excusó alejándose un poco del mayor –Tranquila fiera, que solo decía que podrían llevarse bien– calmó aguas llevando su plato a lavar –Sili dicii– imitó a su compañero que río bajo al escucharlo.

–En serio ¿Esa es tu mejor imitación?– se burló de él –Claro, mira "Soy Samuel de Luque, estoy obsesionado con el orden jijiji"– volvió a imitar haciendo caer en cuenta al mayor sobre cómo los demás lo veían –Que no estoy obsesionado– respondió ante la acusación –Si, claro; cada vez que pongo la mesa me regañas por qué lo pongo los cubiertos simétricamente en posición al plato– explicó cerrando la computadora para volver a dejarla en el cuarto del mayor para regresar a la sala/comedor –Vegetta...– llamó –¿Qué pasa chaval?– preguntó aún no de acuerdo con el apodo que le había puesto –Somos padres– respondió de golpe mirándolo que daba escalofríos –¿Recién te das cuenta?– río por lo bajo –A veces pienso que te falta cerebro– mofándose se acercó a ver al bebé que parecía estar despertando –Hola Brayan– le saludo el mayor tomando una de sus manitas –¿Cómo dormiste? ¿Bien?– volvió a preguntar –No te va a entender por qué le hables como retrasado– se burló –¿O si?– le dijo poniendo la misma voz y levantándolo de la mecedora –Voy a prepararle su leche– habló el pelinegro levantándose a por la fórmula que estaba en la alacena.

Rubén tomó el biberón para sentir la temperatura del líquido antes de dárselo al pequeño –¿Puedes bajarle un poco? Está algo caliente– le pidió al moreno a su lado –De inmediato– corrió a hacerlo –Voy a cambiarte de pañal– le aviso al pequeño llevándolo a una zona plana del mueble con la mica de plástico para evitar ensuciar los cojines –Sam, ve al baño– advirtió tomando uno de los pañales que estaban por ahí tirados –Pero antes pásame los paños húmedos, están en la repisa de mi pieza– pidió mientras le quitaba el pañal sucio a Brayan –Haber ¿Qué tenemos aquí?– preguntó al aire –Toma– llamó el moreno desde la distancia para que el otro se girara, cuando ya se había girado le lanzó el paquete de toallitas húmedas cuidando su puntería huyendo del lugar casi de inmediato –Algún día tendrás que aprender– gritó dirigiéndose al pelinegro –¡Por ahora no!– respondió desde su refugio –Ya estás pequeño, ahora a desayunar– lo cargo con dirección al baño, tocó la puerta levemente hasta que se abrió –Tu turno, necesito una ducha– le dijo extendiéndose al bebé como un paquete para luego entrar al lugar –Muy bien, ahora tu y yo nos la pasaremos genial–.

Rubén salió de la ducha apenas había terminado, se paseó por toalla por el apartamento para revisar que todo esté bien con su compañero, parecía irle de maravilla, no se podía hacer mucho con un recién nacido, pero ya había acabado su biberón, y lo había puesto en la mecedora tratando de enseñarle y aprender al mismo tiempo sobre cómo funcionaban sus juguetes, no eran muchos pero parecía complicarle la vida al mayor –¿Pero quién inventó esta tontería?– exclamó lanzando parte de la sonaja móvil al otro extremo de la sala, Rubén aseguro su toalla y recogió el objeto –Tío que no es tan difícil, solo no te rayes– dijo tomando las piezas para unirlas y ponerlas sobre la mecedora –Ahora ¿Cómo lo prendemos?– preguntó buscando algún botón para presionar –¿Dónde esta el botón ese?– el castaño río por lo mencionado –¿De que estás hablando?– siguió burlándose –De la cosa para prenderlo– el menor choco su palma contra su rostro riendo –Tío, tienes que darle cuerda, así– giró una perilla que pronto empezó a escucharse la cajita musical moviéndose los juguetes colgados mientras que el pequeño miraba atento a los movimientos del objeto –Gracias, ahora ve a cambiarte–.

Buenaaaas nocheees/madrugada

Ojos Avellana - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora