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-Toma- lanzo la bolsa de las semillas y se acercó con un bol dónde había puesto los bocaditos, estuvo a punto de saltar al mueble, pero la mirada desaprobadora del mayor lo hizo caer en cuenta de lo que pasaría si se tira estando Brayan en el lugar; se sentó en silencio usando sus piernas como almohada, Samuel tenía el bol al lado del menor, con una mano tomaba la comida, y la otra yacía sobre el cabello del castaño jugando con el, enredando y desenredando los mechones entre sus dedos -Que idiota es Mycroft- exclamó llevándose un puño del alimento salado a su boca.

-Calla, hay un niño presente- golpeó suavemente su hombro -Pero es un idiota, por lo menos Sherlock parece interesado en ella- balbuceó limpiando sus manos en el pantalón del moreno -Que asco- se levantó al darse cuenta de lo que había hecho, el castaño aguando la risa sentándose en su lugar -¿No podías hacerlo en tu ropa?- sacudió su prenda una vez de pie -No, para eso está la tuya- volvió a reír pero está vez sonoramente, tomó al bebé en brazos antes de que el mayor le haga algo para usarlo como escudo.

-Te voy a matar Doblas- refunfuñó acercándose al menor que estaba de espaldas -No querrás darle ese ejemplo a tu hijo ¿Verdad?- se giró mostrando al pequeño -Que bajo Rubén, ni defenderte solo puedes- se burló -Pobrecito como te usan- le habló a Brayan tomándolo en sus brazos -Chiqui, yo seré tu buen ejemplo, no ese parguela de ahí- señaló sin desviar la vista del bebé -Hay pequeño, mejor voy ordenando algo para cenar- comentó nuevamente -Pero todavía no son... Las... Vaya que rápido se ha pasado la hora- dijo al ver el reloj de pared que habían comprado hace un tiempo -Si, ¿Pedimos comida china?- desliza su dedo por la extensión de su teléfono -Cualquier cosa que alimente- pidió apagando el televisor -Mañana la terminamos de ver- le dijo al moreno quien lo miraba por lo que acababa de hacer; pidieron comida china y cenaron eso, después de ellos haber comido, le dieron a Brayan su fórmula para dormir, mañana tenían clases, e iba a venir la nueva niñera, acostaron al pequeño en su cuna que estaba en el cuarto de Rubén y se quedaron un rato para que después ambos estén en sus cuartos dejando sus celulares cargando para un nuevo día.

Samuel:
Sonó una suave melodía que había elegido por alarma, la apagué anclando mi mirada al techo, había una pequeña mancha en el. Humedad; fue lo primero que pensé, esa mancha estaba ahí desde que Rubén lanzó una bolita de papel higiénico humedecida con agua. Ya debía levantarme, me estaba desviando en mi propia mente, refregué mis ojos antes de levantarme y ponerme zapatos, inmediatamente lave mi cara y salí a ver si Brayan ya estaba despierto, y de paso levantar a mi compañero, me llevé una sorpresa cuando salí y el olor dulce de la miel golpeó mis fosas nasales, seguí el rastro del olor hasta la cocina, la cual no estaba tan lejos -¿Rub?- pregunté extrañado por qué el desayuno estaba servido, el estaba cambiado y Brayan estaba con él, ya cambiado y al parecer ya había comido -Ya despertaste bello durmiente- sonrió burlón -¿Estás bien?- volví a hablar actuando como si le tomara la temperatura, el reaccionó empujándome a un lado negando mientras entrecerraba sus ojos –Claro que si bobo– tomó mi mano y me llevó hasta una silla, empujándome para que caiga sobre ella, sin decir nada me entregó un platillo de tortitas.

Vaya– musité, tenían muy buena pinta –¿Y que tal? Pruébalo– pidió entusiasmado juntando sus manos a la espera de que de un primer bocado, tomé un tenedor y corte una pequeña porción del alimento, lo remoje con un poco de la miel que bordeaba el plato, lo ingerí, sabía excelente, tenía un sabor muy familiar, deberás se había esmerado –Uff, está delicioso– sonreí tras tragar el pedazo, el sonrió aún más, la emoción era palpable, mi alegría desapareció tras ver la encimera al lado de él, había un montón de objetos sucios, tortitas algo deformes apiladas en un plato y aceite derramado en la losa de la cocina, mi expresión demandaba algo de molestia, y Rubén se había dado cuenta, con solo una mirada que le lancé sonrió nervioso desviando su mirada al desastre que estaba hecho en la cocina –Doblas...– acusé con su apellido –Ahora lo limpio vegettita– junto sus manos antes de tomar la torre de tortitas y dejarlas sobre la mesa, le vertió un poco de miel y comenzó a limpiar –Sofia vendrá en una hora– advertí –Debemos dejarle indicaciones de donde están las cosas, y tú número– agregó a lo anterior dicho.



No tengo excusas por la tardanza, solo todas mis tareas completas B)

Ojos Avellana - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora