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A la hora de regresar tome el mismo camino que habíamos tomado el viernes, había recibido un regaño de parte del jefe, al no aparecerse Sam, y Violet ausentarse sólo quedaba un chico nuevo y yo, que no cubríamos el mismo trabajo que cuatro personas, sin duda había sido un día cansado, caminar para relajarme fue mi mejor opción, con los audífonos puestos comenzó mi diversión; cantaba en voz baja por las calles vacías, vapeando un poco de sabor mora, mi preferido; llegue pronto a casa, entre solo para ver como Sam, Sofía y Brayan estaban dormidos en el sofá, ambos abrazados con el pequeño en brazos, preferí no hacer ruido, cerré la puerta con cuidado y dejé mi maleta en mi habitación, vi que el pequeño intentaba levantarse, en silencio me acerqué y lo cargué, supuse que tenía algo de hambre, así que le preparé su fórmula, para ese entonces él estaba tranquilo en mis brazos, parecía esbozar una sonrisa, al comprobar que el líquido no estuviera tan caliente lo pasé a un biberón; lo lleve a mi cuarto, y recostados en la cama lo alimenté, estaba hambriento, con el pequeño en brazos salí al Mercadona de junto, compré un emparedado ya hecho y lo devoré, igual que él con su biberón.

Era ya algo tarde, pero estábamos bien abrigados, no corría viento en contra, podía permitirme sentarme con él en brazos, lo mecí un poco hasta que cayó dormido, seguí admirando como la noche pintaba con sus oscuros colores, y una señora se me acercó –Eres muy valiente– de alguna manera me descolocó lo que dijo –¿Disculpe?–.

Vi lo que hiciste el otro día, lo recogiste de la caja, yo estuve por llamar a la policía– la señora tomó asiento a mi lado –Es muy valiente de tu parte, lo has acogido, le has dado una casa, comida, ropa y amor– miraba atentamente a Brayan, el dormía sobre mí pecho, era angelical –Te admiro muchísimo ¿Puedo acariciarlo?– sonó raro, pero es lo que todos hacen cuando ven a un bebé –Claro– salió en un hilo de voz, la señora sonrió y tocó desde su cabello hasta su mentón –Es muy bonito– dijo y se levantó para irse, sin duda había sido muy extraño; mi teléfono comenzó a vibrar, lo había puesto en silencio para que no lo despertara, me fijé en el nombre, era Sam.

Sin más que hacer rechacé su llamada y volví a guardar mi teléfono, seguí meciendo a Brayan un rato, no me apetecía volver a casa, sentado en el parque me puse a observar más detenidamente los rasgos del pequeño, sus cabellos eran delgados, su nariz asemejaba a un botoncito, soy ojos cerrados dejaban ver sus pequeños vasos de sangre, sus pequeñas manitas apretujaban uno de mis dedos, no quería que la noche progresará más con nosotros fuera, decidí levantarme e ir de vuelta a casa, demorarme lo más que pueda y acostarlo en la cama.

Tuve que apresurar mi paso cuando sentí una gota caer sobre mi cabeza, no podía llover con nosotros fuera.

Con algo de resentimiento abrí la puerta del departamento y entre junto al pequeño, no fue sorpresa que Samuel no se encontrará ahí, lo había visto en la esquina con la niñera que habíamos contratado; aún tenía hambre así que tome la mecedora y la lleve a la cocina, así podría vigilar a Brayan mientras me preparaba algo rápido.

Estaba disfrutando de mi cereal en el sofá junto al pequeño que dormía pacíficamente cuando se apareció Samuel entrando al departamento, parecía que iba a empezar a gritar, antes de que diga nada lo mandé a callar –Esta durmiendo– señalé, cerró la puerta, dejó las llaves en el recibidor.

Deje mi cereal a un lado y me aseguré que Brayan estuviera en peligro de caerse, para después tomar del brazo a Sam e ir a la habitación del mayor; cerró la puerta con cuidado y lo quedó mirando –Me puedes explicar ¿Por qué cojones no me contestabas el teléfono? – habló con su voz gruesa y algo molesto –Primero que nada, no fuiste a trabajar y quién de llevó el regañó del jefe fui yo, solo habíamos 2 en la tienda, y si te hago recordar te pagan por las horas que trabajas y hoy no trabajaste tus horas; segundo, te quedaste dormido junto a la niñera, descuidando a Brayan, que yo llegué y le di alimento y algo de aire, no contesté porque estaba en la calle cuidando a Brayan del frío y no quería correr peligro al sacar o que alguien pudiera robarme; llegué y estabas tomando por la cintura a la niñera muy cerca de su rostro– crucé mis brazos esperando una respuesta, después de todo había expuesto todos mis puntos y todos fundamentados específicamente –Entonces... ¿Tienes celos?–.




Hola

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¿Cómo están?

¿Qué tal sus días?

Buzón de lo que quieran

Ojos Avellana - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora