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Otro día más de rutina, pero con el cambio de que era sábado, el sonido de la alarma era pospuesta por tercera vez por un despeinado y somnoliento castaño, con los ojos entreabiertos vio como el pequeño intentaba arrastrarse hasta su lado, ya había comenzado a levantar la cabeza, al ver sus esfuerzos por lograr su cometido, intentó ayudarlo extendiendo su mano para luego levantarlo, su risita se hacía cada día más presente, pronto se sintió un olor dulce en el ambiente, Rubén tomó unos paños húmedos para limpiar la carita de sueño del pequeño, le cambió el pañal para luego ponerle uno de sus monos, ya preparado decidió salir con el pequeño en brazos y sentarlo en la mecedora al lado del sofá seccional, sin perderlo de vista se dirigió al baño para darse una rápida lavada de rostro; salió solo para ver cómo Samuel le hacía caras haciéndolo reír –Ah, buenos días princeso– el castaño bostezó cubriendo su boca –Buenas, te levantaste temprano– acotó yendo a la pequeña cocina del apartamento –Si, quería tener todo listo antes de la cena– sirvió en uno de aquellos platos morados que compró apenas se mudó, a Rubén le sirvió en su plato rojo con estampado animado de un gato con sombrero; llevó los platos a la pequeña mesa para desayunar ahí –Rubén, en la encimera está la leche tibia, alcánzamela por favor– el castaño hizo lo que le pidió.

Pronto se oscureció el día, lo habían aprovechado bien, llevando su ropa a lavar y tomando un poco de sol en la comodidad de su sala; ahora estaban terminando de alistarse para ir con los De Luque.

–Sam, ¿Has visto mis jeans negros que no están agujereados?– preguntó Rubén removiendo el tumulto de prendas que tenía sobre su silla –Ni se te ocurra ir con eso puesto– advirtió el moreno quien estaba buscando sus zapatos –No, es que ahí dejé mi billetera– un golpe mental se dio el mayor, pero lo que era más o menos un silencio se vio interrumpido por unos quejidos de parte del pequeño, se había despertado por el movimiento que había en el cuarto de Rubén, quién dejó lo que estaba haciendo para levantarlo y darle cariños –Ya pequeño, tranquilo, descansa- intentó arrullar para que estuviera tranquilo un rato más.

Ya era la hora de salir, todos estaban listos,  los padre de Sam llamaron diciendo que ya estaban de camino, asi que debían apresurar su paso, ya se encontraban en la puerta, tomando sus abrigos y demás, Rubén cargó a Brayan, pero pronto sintió algo fuera de lo ordinario -Oh no- susurró -Brayan se hizo- alejó un poco su cuerpo y con la mirada buscó la bolsa de pañales -Rub, lo cambias rápido y salimos- el castaño asintió, tomó el cambiadornque estaba entre las cosas que iban a llevar, lo extendió en el mueble y comenzo a desvestir al pequeño -Sam, creo que voy a tener que cambiarlo por completo- comentó al ver como habia manchado su ropita, Samuel vio su reloj, no le gustaba llegar tarde, el menor lo sabía, asi que decidió algo -Ve yendo tu, te daré el alcance en el restaurante, cogeré dinero para un taxi, ve tu primero- el moreno susurró un gracias y partió camino al local.

Una vez allá, intercambió miradas con sus padres para luego recibir felicitaciones por su llegada al mundo adulto -Bueno, pidamos la carta- habló el señor De Luque, una mano lo detuvo -Esperemos a Rubén- pidió el festejado -¿Rubén va a venir?- preguntó la madre sorpredida -Si...- titubeó -Es que queremos decirles algo- habló con la mirada gacha.

-¿Eres gay?-.

Su esposo se ahogó con el trago de vino que había dado –Tan directa, no cariño– él moreno los vio confundido –No soy gay ¿Por qué dicen eso?– ambos intercambiaron miradas –Mira campeón– habló el señor apoyando sus manos en la mesa –Tu madre y yo hicimos una apuesta de cuando ibas a salir del clóset– explicó con ademanes –Si Sam, yo dije que lo harías antes de cumplir 18, y tú padre dijo que lo harías después, y como técnicamente naciste casi a la media noche, significaría que gané yo, ¿Seguro que esto no es una confesión?– miraba a sus padres sin articular una palabra, se levantó de la mesa soltando un bufido –No lo puedo creer– en ese momento llegó Rubén con el pequeño en brazos –Disculpen, llegué tarde por cambiarle el pañal, toda culpa mía– confesó riendo –¿De qué me perdí?– preguntó acomodando la pañalera en una de las sillas, el pequeño que llevaba en brazos observaba curioso a aquellos mayores que estaban sentados frente a él.

–Rubén cariño– saludó la madre en un tono melancólico –¿Olvidaste usar protección? Hay pequeño...– Samuel volteó los ojos, no creía lo que su mamá decía, sintió vergüenza –Ma... Ese es mi hijo, bueno, mío y de Rub– comentó volviendo a sentarse, ambos mayores se les quedaron mirando algo extrañados por el comentario, Rubén procedió a contarles lo que habían pasado, y el favor que su hijo le había hecho, la mayor quiso tener al pequeño que sería su nieto por un rato, se ofrecieron a ayudarles con los pagos, Rubén fue quien más se negó, pero lo aceptaron tan bien que querían que fuera parte de la familia sea como sea, terminaron cediendo solo para que les ayuden por lo menos el primer año y luego lo compensarían.

Misión cena, un éxito.

Acompañaron a los chicos al departamento, compraron algunos juguetes y algo de ropa para el pequeño, olvidaron el cumpleaños de Sam por completo hasta antes que se fueran, resulta que si lo habían recordado y mandaron pedir un pastel a su casa, por eso la insistencia de acompañarlos, como el pequeño cayó dormido apenas llegó a casa, cantaron en voz baja y se despidieron.

Al acercarse al cuarto de Rub, donde dejaron al pequeño durmiendo, vieron como estaba en medio del colchón y lo tuvieron que mover muy despacio hacia su cuna móvil.

–Sam–

–Dime–

–¿Pasaste bien tu cumpleaños?–

–La pasé con ustedes, no puedo pedir más–

Rubén solo sonríe por el día que pasaron.






Pido perdón por la inmensa tardanza en escribir y publicar este capítulo, mi excusa, últimamente no tengo tiempo ni para hablar con mis amigos, son tres meses sin actualizar, pero aunque demore, siempre volveré, gracias por el reciente apoyo que he tenido, les quiero <3

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Ojos Avellana - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora