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Cuando la sopa estaba casi lista el pequeño empezó a llorar, el apartamento no era muy grande, lo único dividido eran las habitaciones, separadas por una pared de drywall, compartían escritorio, cocina y "comedor" que era una mesa donde a veces comían -¿Qué pasa? ¿Por qué llora?- preguntó el moreno vertiendo la sopa sobre un plato hondo -No sé, puede tener hambre o querer un cambio- dijo el castaño revisando a Brayan -Pff, era lo último- comentó en una mueca de desagrado -Será mejor que salgas al pasillo, o te escondas en el baño- aconsejó para abrir el pañal -Yo quiero ayudar- se ofreció, pero al llegar el olor a sus fosas nasales, se alejó rápido -Dios, ¿Cómo puedes aguantar el olor?- preguntó refugiándose en el baño -Años de práctica- confesó -Ya esta, como nuevo- respondió alzando al bebé cómo en el Rey León -Chaval, baja al pobre niño, le va a dar vértigo- exageró apiadándose del pequeño -Que va, debe estar cansado, ha pasado por mucho hoy- se apoyó en su cama, recostando al menor sobre su pecho -¿Sabías que el latido del corazón es lo que arrulla a un bebé?- preguntó al moreno meciéndose sobre su propia cama.

-¿Puedo intentarlo?- preguntó el pelinegro, señalando al bebé, que desde que lo habían encontrado, no lo había tocado en ningún momento -Claro, esperaba que lo pudieras- confesó indicándole como debían estar sus manos para cargarlo correctamente, y que no se le vaya a resbalar -Échate sobre mi cama y te lo paso- ordenó al mayor para que tuviera más estabilidad -Toma, sostén su cabeza, como son pequeños aún se están formando sus huesos- aconsejó -Pero míralo, es todo una monada; no entiendo cómo pudieron abandonarlo- sonaba alegre al ver como se acomodaba sobre sus brazos -¡Rubén! ¡Está tomando mi dedo!- comentó alterado -Creo que le agradas- río tras el chillido de felicidad que soltó su amigo -Creo que ya se durmió- susurró acariciando la blanca piel del pequeño -Después de todo, creo que no dormiré con él- soltó Rubén en un susurro -¿Qué dices chaval?- preguntó confundido -Sam, él está cómodo contigo, ya está dormido, creo que es mejor que tú duermas con él en mi cama, a que lo despertemos para que se acueste conmigo- explicó en voz baja -Pero no me puedes dejar solo con él, no tengo idea de cómo cuidar un bebé- al parecer estaba bastante nervioso.

-Bueno traeré el puf, y me quedaré a tu lado toda la noche- dijo antes de retirarse a la habitación contigua; la noche transcurría, ya era de madrugada, Samuel se había quedado dormido en la cama de su amigo con el niño en brazos, y el castaño estaba a su lado con la espalda encorvada por el incómodo lugar donde dormía por los temores del mayor, era la 1 AM y los tres estaban completamente dormidos, el vibrar de uno de los celulares levantó al castaño, buscando a ciegas el dispositivo para revisar por qué lo habían levantado, al encenderlo le costó adaptarse a la luz del móvil, en las noches acostumbraba bajarle al mínimo el brillo por si tenía que prenderlo para algo, pero por el improvisto del pequeño, había olvidado hacerlo, antes de desbloquearlo se fijó en como estaban descansando tanto Brayan como su amigo, estaban con las sábanas hasta abajo, así que los arropó, acarició un poco al bebé al ver que se estaba revolviendo sobre su sitio, pensó que tal vez estaba incómodo, el pequeño abrió los ojos, unos preciosos ojos color avellana, al retirar el dedo con el que lo acariciaba, el pequeño estiró su mano para alcanzarlo.

Inmediatamente murió de ternura ante tal acto, y decidió cargarlo tratando de no levantar al mayor, ya que sabía que habían tenido ambos un día pesado en el trabajo, sobre todo por que Samuel recibió varios regaños de parte de los clientes cuando el que debía recibirlos era él, se sentó a los pies de su cama para arrullar al bebé, arrimó un poco las piernas de su amigo para poder hacer espacio para ambos, observaba como jugaba con las pitas de su polera, le dio gracia cuando se las metió en la boca, de pronto recordó el osito de peluche que aún conservaba en una caja de plástico bajo su cama, con cuidado dejo al pequeño en la cuna improvisada que había hecho horas antes, y se agachó a recuperar el juguete que pensó que le podría gustar; el menor al no sentir la presencia del castaño empezó a llorar, por poco y levantaba al pelinegro, pero tras sacar el peluche lo tomo entre sus brazos intentando tranquilizarlo, le dio el oso y depósito un besito en su frente, ya se había encariñado con el lindo bebé de ojos avellanas -Tranquilo pequeño, estoy aquí para ti-.



Para los latinoamericanos, buena noche; para los colonizadores, buen día; para los demás, no sé qué hora tengan, pero sean felices.

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Gracias por leer💕.

Ojos Avellana - RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora