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No lo necesitaba. No me gustaba. No estaba enamorado de él. No podía ni siquiera estar cerca de él. No había nada en él que me pudiera causar algo. No lo quería.

No lo amaba.

Pero era nada más otra estúpida mentira, porque si lo hacía. Lo necesitaba.

Me gustaba, más que gustar, ¡estaba enamorado de él y lo amaba!

Me senté afirmando la espalda en la puerta, e intentaba no respirar muy fuerte por temor a que él pudiera escucharme. Lo que importaba era que a pesar de que no pudiera decirle que lo quería a mi lado, a pesar de que él no pudiera ver las lágrimas que corrían por mi rostro en ese momento por su simple culpa, estaba ahí, era todo lo que importaba.

No podía estar con él en ese momento, simplemente no podía. Pero tampoco podía estar sin él. Era algo que todavía estaba intentando comprender: el amor.

Quizás nunca me hubiera acercado a él de haberlo sabido. Si me hubieran dicho de antemano que iba a salir herido y que aún así tardaría años en dejarle de querer, pues entonces hubiera sido lo completamente inteligente para alejarme.

—¿Todavía puedes escucharme?— preguntó. Claro que todavía podía escucharle aunque no quería. Tenía un último respiro y lo debía usar para vivir un poco —Estoy enamorado de ti...

Mentira. No dañas a la persona de la que estás enamorado.

Pasó el tiempo y pensé que se había ido cuando comenzó a llover a mares. Parecía una tormenta y podía escuchar el viento. Podía escuchar como los árboles hacían ruido al moverse y los autos tocaban la bocina desesperados por poder llegar rápido a su casa a tomar una ducha caliente y un café.

Me sentí mal porque pensé que se había ido, y no quería.

Estaba ahí, sentado, solo, sin nada que hacer. Quizás él tenía algo para decirme, y no lo quería escuchar. Me puse de pie para caminar a mi habitación. No podía seguir esperando que él se quede allí, tirando piedras, gritando cosas lindas, en medio de todo ese lío era suficiente, no podía seguir con todo eso. Estaba todo terminado para mi, aunque doliera.

—Puedo sentir tus pasos— escuché. Mi corazón se detuvo y me di la vuelta hacía la puerta ¿seguía allí? ¿a pesar de toda esa lluvia? Un nudo en la garganta, y sentí ganas de gritar más, de llorar más.— Me iré, si no quieres hablar— dijo, y lentamente sentí sus pasos alejarse.

No sabía si estaba enojado, no sabía nada en ese momento.

Solo una cosa.

Abrí la puerta y lo seguí mientras la lluvia mojaba mi cabello, mi cuerpo, todo mientras eso no me importaba. Las lágrimas se mezclaban con el agua que caía pero tenía los ojos hinchados.

—¡Te odio!— le grité. Se dio la vuelta y me miró confundido tenía la respiración agitada. ¿Lo amaba? ¿Lo odiaba? No podía decidirme.

—¿Qué mierda te sucede? ¿Por qué te comportas de esta manera?— preguntó frunciendo el ceño— ¿estás bien? ¿tienes fiebre o algo? ¡está lloviendo, por el amor de Dios, te vas a enfermar! Vuelve a entrar a esa casa

—Cállate, no me digas lo que tengo que hacer, ¡no te necesito Jungkook! quiero que te marches.

—Estás loco

—No, claro que no estoy loco, quiero que te marches ahora mismo, no lo soporto más.

—¿Puedo saber la razón de tu enojo?

—Vete Jungkook— le dije. Él suspiró.

—¿Sabes que te sucede?— dijo con un tono burlón— ni siquiera tu sabes que te sucede, estás tan asustado a enamorarte de verdad, estás tan asustado a que te hagan daño, ¡tan asustado a ser amado! que tú mismo eres el que te está causando problemas —decía, y yo negaba aun que sabía que era cierto —. Ni siquiera puedes decirme que anda mal, ¡porque tu eres lo que anda mal aquí! Te enojas sin razón alguna, siempre te has enojado sin razón alguna, y no me enamoré de ti esperando que cambies, Yoongi, al contrario, te quiero así, con todos tus monstruos.

—¿Y tú sabes que? Eres un tarado, y ojalá nunca me vuelva a encontrar un tarado como tu en mi vida —fue lo último que dije cuando volví hasta la casa cuando ya estaba completamente mojado, cuando podía sentir sus pasos marcharse.

Decepción pensé que todo estaría bien. Pensé que él me diría que todo era mentira pero todo era mi culpa. Yo siempre quería tener la razón con todo.

Di un portazo y agradecí que mis padres estuvieran en esa fiesta, corrí hasta mi habitación y me tiré en la cama a llorar a pensar más de la cuenta como si pensar alguna vez hubiera arreglado algún problema.

Pasó el tiempo y miraba el teléfono, pero ya no sonaba. Solo estaba allí la imagen de nosotros seis en algún lugar de la ciudad en el cual dejamos algún recuerdo.

Me acerqué a la ventana de mi habitación y miré hacia afuera, él ya no se encontraba allí. Pensar que hace minutos discutimos cuando pudo haber sido un beso y un abrazo de buenas noches fue en realidad una pelea, con gritos y un portazo para rematar la historia.

— ¡Jungkook!— grité por la ventana. Pero no apareció nadie. Tenía que aceptarlo, no se encontraba allí.

Que gran lío. Que gran estúpido era. Y qué gran manera de necesitarlo tenía yo. 



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¿Y tú, crees en la magia?  𓆩*𓆪 𝐾𝑂𝑂𝐾𝐺𝐼 𓆩*𓆪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora