A la mañana siguiente, Yoongi estaba entrando a la universidad con sus emociones por el suelo y los ojos a punto de botar lágrimas nuevamente. Durante la noche no había podido conciliar el sueño, la imágen de su madre rondaba por su mente como alma en pena, sin descanso y manteniendo a su cerebro en alerta, pensando que en cualquier momento la vería entrar por esa habitación, tal cómo lo había pensado ingenuamente hace siete años atrás.
El dolor estaba tan vivo como nunca y Hoseok no sabía qué hacer para ayudarlo, por la noche se coló en su cama y lo abrazó hasta que pudo dormir un rato, luego despertaba, recordaba, y volvía a llorar, alertando a su amigo de que se estaba derrumbando por tercera vez en menos de dos horas.
Atravesó el área científica y la primera lágrima rodó por su mejilla, nunca creyó anhelar tanto la compañía de alguien, incluso la de un desconocido estaría bien. Llegó hasta el edificio donde se imparten sus clases e ingresó en silencio, aún era demasido temprano como para que estuviera abarrotado de estudiantes, pero las pocas personas que caminaban por el pasillo no dejaban de desviar su vista hacia él y preguntarse silenciosamente el porqué de su llanto. Sus ojos rojos e hinchados lo delataban y él no sabía como ocultarlo.
Caminó hasta que llegó a la puerta de los baños para varones e ingreso ahí, estaba completamente vacío, con las cerámicas blancas cursadas de rayones a plumón y pegatinas por todas partes, si los escolares eran desastrosos, los universitarios se sobrepasaban, más tarde ese mismo baño tendría rayones nuevos, papel mojado tanto en el techo como en las ventanas y olería horriblemente mal, como si una manada de vacas hubiera hecho sus necesidades ahí. Era segunda vez que entraba a ese lugar desde que puso un pie en la universidad, pero lo hizo únicamente porque necesitaba refrescar su rostro e intentar bajar la hinchazón de sus ojos con agua helada.
En eso estaba cuando sintió que la puerta se abría lentamente y un rostro ya bastante conocido para él se asomaba con precaución.
—¿Puedo pasar?— preguntó Jimin con una sonrisa de lado, sólo se le veía la cabeza y los dedos que sostenían la puerta para que no se cerrase. Yoongi intentó sonreírle de vuelta y asentir, pero sólo le salió un puchero mal formado. El menor se percató de aquello y su mirada se suavizó a tal nivel, que Yoongi sintió el impulso de abalanzarse sobre él y volver a llorar sin importarle lo mal que se viera. —Hyung...
Entró por completo y cerró la puerta, llevaba una polera blanca manga corta, pantalones ajustados a sus piernas y su cabello rubio levantado en una mínima cantidad, dándole un aspecto más sexy del que ya solía tener —Ay ¿qué sucede?— preguntó con voz dulce y suave, acercándose despacio al pelinegro que estaba hecho un desastre frente al espejo.
Yoongi detuvo un sollozo, intentando calmarse para lograr tener una conversación decente con Jimin y no preocuparlo más de lo que ya lo estaba haciendo —No es nada...— susurró. Se llevó una de sus manos al rostro y cubrió las lágrimas que comenzaron a salir como cascada de sus ojos.
El menor le acarició los hombros y en menos de un segundo estaba siendo abrazado por Jimin, una mano recorría su espalda y la otra estaba posada en su cintura, conteniendo los espasmos que su cuerpo sufría a causa de las lágrimas. El leve aroma masculino que emanaba del hombro del menor logró distraer los sentidos de Yoongi y animarlo a encontrar más de esa esencia, subió su nariz hasta el cuello de Jimin y dejó que su rostro descansara ahí, siendo inundado con ese olor por completo.
—¿Cómo es que sabías que yo estaba aquí?— preguntó el pelinegro, correspondiendo al abrazo del menor y dejando que su corazón se calmara paulatinamente gracias a la presencia de él.
—Estaba en la entrada de la universidad cuando te vi. Intenté llamarte pero no me escuchaste, luego me di cuenta del aspecto que tenías— Yoongi sonrió divertido y lo golpeó débilmente son su rodilla, se había acostumbrado a escuchar la voz calmada de Jimin, lo relajaba más de lo que creía —Así que decidí seguirte porque me habías dejado preocupado— se detuvo un momento y deshizo el abrazo, tomando el rostro de Yoongi en sus manos y haciendo que ambas miradas se unieran —Pensé que no era tan grave, pero viéndote ahora ya no estoy tan seguro. Tienes los ojos hinchados y la nariz roja, estuviste llorando toda la noche.
El pelinegro desvió la vista y asintió, tal vez contarle le ayude a tener una segunda opinión, Jimin ve todo desde una perspectiva distinta, tal vez le de una solución que ni Hoseok ni él hayan pensado —Ayer por la tarde llegó una carta de mi madre— se apoyó en los lavamanos y quitó una pelusa que había en el brazo del menor —No sabía nada de ella...desde hace mucho tiempo.
Jimin lo miraba atentamente, listo para volver a secar cualquier lágrima que quisiera bajar por sus ojos —Si estás así, significa que esa carta debió tener una noticia terrible.
—No exactamente— se quedó mirando al frente, meditando sobre cómo contar qué es lo que le sucedía —Ella...desapareció de mi vida cuando yo tenía quince años— sus ojos volvieron a cristalizarse —Me abandonó de un día para otro, sin aviso, s-sin explicaciones— miró a Jimin a los ojos y se encogió de hombros —Sólo se fue...
El menor intentó decir algo, pero nada salía de su boca, así que Yoongi simplemente continuó —Me desperté un día en la mañana para ir al colegio y ella no estaba, eso era normal porque ella trabajaba y se iba mucho más temprano que yo— bajó su mirada y suspiró, intentando encontrar las fuerzas para explicar todo —Cuando volví por la tarde, ella seguía sin aparecer. No volvió al día siguiente, ni al otro...ni tres días después. Se había ido, Jimin, y me había dejado ahí...
El menor parpadeó repetidas veces para disipar sus propias lágrimas. Le costaba creer lo que oía ¿quién en su sano juicio abandonaba a su hijo de un día para otro? —¿Y tu padre? ¿qué hiciste?
—Mi papá había muerto hace un año— se tiró el cabello hacia atrás y dejó que las lágrimas volvieran a caer por sus ojos —Cuando m-mi cabeza quiso entender que ella no volvería...llamé a mi mejor amigo, Hoseok. Dentro de un par de días no tendría agua, ni luz, ni comida, era menor de edad, ni siquiera tenía dinero— golpeó la cerámica con su puño y volvió a llorar, sintiendo nuevamente la impotencia crecer en su pecho —L-los padres de Hobi se hicieron cargo de mi h-hasta que terminé la escuela y pude optar a la universidad...ellos son mi familia. La única que tengo.
Una lágrima rodó por la mejilla de Jimin y Yoongi se asustó, quizás nunca debió contarle —Hyung...ven acá— abrió sus brazos y el pelinegro entendió la indirecta, volvió a hacer un puchero mal formado y dejó que Jimin lo envolviera en sus brazos. El dolor y la impotencia no se iban, pero haber puesto esa historia en palabras después de tanto tiempo, alivió su corazón mucho más de lo que se imaginó.
—La carta decía que ella quería arreglar su error— murmuró sobre el hombro de Jimin, mojando la polera con el líquido de sus lágrimas —Pero me destruyó la vida...desapareció de la noche a la mañana, no supe de ella durante siete años...¿y ahora regresa como si nada?
Una caricia tan suave como la de ángel fue a parar a sus cabellos, adormeciendo su mente y calmando a su adolorido corazón —Yo no habría soportado siete años, hyung— susurró Jimin —Por favor dejame ayudarte, si estás triste tus defensas bajarán y los leucocitos no podrán con todas las enfermedades que intenten atacarte.
Yoongi sorbió su nariz y abrazó aún más fuerte al menor, por un segundo olvidó que se había acostado con Hoseok para evadir ese tema, e incluso olvidó la carta de su madre. Sólo existía el sentimiento de calidez que estaba creciendo en su pecho al estar con Jimin de esa forma.
Ni la tristeza ni el rencor se irían así de fácil, pero con su compañía, tal vez serían más llevaderas.
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¡Hey, cerebrito! || JIMSU
Fanfiction-Cada vez que sientas que no le importas a nadie...recuerda que tan solo en un mililitro de sangre tienes alrededor de 11 millones de leucocitos que darían la vida con tal de protegerte de cualquier enfermedad. Donde Park Jimin es un joven erudito...