Temprano por la mañana, sus cabellos revoloteaban flacidamente mientras corría a toda prisa por el campus universitario, atravesó el área humanista y llegó a la científica, se detuvo jadeando por el cansancio, sintiendo el aire helado penetrar en su nariz y llegar hasta sus cuerdas vocales, miró hacia todas partes intentando encontrar el rostro masculino y afilado de Jimin, pero recayendo siempre en personas que no había visto nunca en su vida.
Merodeó por el área durante un par de minutos, viendo con ojos tristes como los estudiantes se reunían y hablaban animadamente con sus amigos. Entró al edificio que tenía una L blanca y grande justo en la entrada, recorrió los pasillos con calma, sabiendo que aún faltaba casi media hora para que comenzara su primera clase del día. Subió hasta el tercer piso y avanzó hasta el final del pasillo, llegando al laboratorio donde se reunió con Jimin la primera vez, cuando él lo invitó a una tienda de dulces para agradecerle por ayudar a Taehyung. Miró hacía el interior haciendo un hueco con sus manos y no encontró nada, todas las luces estaban apagadas, nadie había entrado a ese lugar todavía, era demasiado temprano.
Apoyó sus palmas en la baranda de cemento y dejó escapar el aire de sus pulmones, no sabía donde más buscarlo, no conocía su horario ni mucho menos entendía el funcionamiento del área científica, aquel laboratorio era su único lugar de referencia. Pero cuando oyó la grave voz de Taehyung llamarlo desde atrás, supo que tal vez no debía perder la esperanza tan pronto.
—¿Qué hace en este edificio, hyung?— preguntó el castaño un tanto confundio.
Yoongi se pasó la lengua por los labios, denotando lo nervioso que estaba —¿Has sabido algo de Jimin? Me urge hablar con él, pero no lo encuentro...y tampoco sé donde buscarlo.
Taehyung lo miró con ojos de cachorro lastimado, acercándose a él y dándole un tierno e inesperado abrazo —Hablé con Jimin ayer por la noche, me dijo que hoy vendría a la universidad, pero hace una hora que debió haber llegado y aún no aparece— el castaño sacó su celular del bolsillo de sus pantalones y sé lo mostró, ahí se apreciaban los registros de llamadas telefónicas, y siete de ellas iban dirigidas al número que tenía la leyenda de "Mochi" siendo todas rechazadas —No ha querido contestar mis llamadas, estoy preocupado por él.
Yoongi no había querido admitirlo, pero el hecho de no haberlo encontrado a penas llegó a la Universidad lo tenía bastante inquieto, Jimin era de esas personas que si te veían, inmediatamente se acercarían a saludarte —Velve a llamarlo, tal vez tenía su celular pagado.
Era una excusa que ni él mismo se creía.
Jimin levantó su vista, observando dubitativo el imponente edificio que se alzaba frente a él, poseedor de grandes ventanales que reflectaban la luz del sol y una entrada de puertas giratorias tan amplias que abarcaban casi media avenida. Miró hacia todas partes, intentando encontrar aunque sea una excusa para no entrar, pero solo veía a personas ataviadas con trajes de seda horriblemente costosos, carteras lujosas y rostros estirados, nadie de ahí lo ayudaría a evitar el destino.
Le dio un breve vistazo al auto que lo trajo, recordando todas las veces en que siendo un niño, solía recorrer casi todo Seúl montado en uno de esos vehículos, Jimin conocía al anciano chofer más de lo que conocía a su propio padre. Suspiró intentando relajarse y se abrió camino entre las personas para llegar al otro lado de la calle, empujó con su mano una de las puertas giratorias y lentamente ingresó en el edificio que algún día sería de él -según su padre- pero al paso que iba su relación familiar, Jimin veía eso cada vez más lejano e imposible, probablemente ahora lo había llamado para quitarlo de la herencia.
Los grandes sillones blancos de la entrada seguían tan bien cuidados como los recordaba y el leve olor a químicos industriales en el ambiente delataba que las paredes grises tuvieron un leve retoque de pintura, cosa extraña viniendo de su padre, pues él solía ser muy cuidadoso con los olores. Se acercó caminando al escritorio de la recepcionista, dándose cuenta de inmediato que ella lo reconoció apenas lo vio entrar. —Buenos días señorita Junghye— la saludó inexpresivo, mirando disimuladamente la chapita que colgaba de su cuello y llevaba grabado su nombre —El señor Park Jihyung pidió verme hoy.
La chica se quedó pasmada al oír su nombre salir de la boca del hijo de los Park, y no fue que reaccionó hasta que notó como Jimin la escudriñaba sutilmente con la mirada, intentando averiguar si se sentía bien —Claro— respondió nerviosa, tecleó algunas cosas en el computador y dio con la información que buscaba —Eh...debería estar subiendo, la reunión es a las 0915 y son las 0907— le dijo casi tartamudeando, sintiéndose incapaz de mirarlo a los ojos y repitiendo casi mecánicamente la forma en la que solía decirse la hora en esa empresa —Piso 11, sala 03, por el pasillo a la izquierda.
Jimin sonrió enternecido por la actitud de la chica, oirla hablar fue como escuchar una canción de rap improvisada —Lo sé, muchas gracias— la vio asentir y reprenderse mentalmente por hablar sin frenos, claro que él lo sabía, gran parte de su adolescencia se la pasó dentro de esta empresa, aprendiendo el funcionamiento y la administración interna, soñando con que llegara el día en que su padre lo dejaría como heredero absoluto, tristemente ahora lo que menos quería era eso.
Atravesó el vestíbulo de la entrada hasta llegar a los ascensores, esperó pacientemente a que uno apareciera e ingresó en el. Ahora mismo debería estar en la Universidad, no en la empresa farmacéutica de su padre, pero la llamada telefónica que le había hecho llegar hoy por la mañana dejó a Jimin con los pelos de punta, su estómago ya no soportaba más tensión, después de lo que ocurrió con su mayor el día anterior, lo único que quería era recortarse en la cama y llorar. Pero como bien decía su madre, las responsabilidades están primero.
Cuando el ascensor se detuvo en el piso once y las puertas se abrieron, el cerró sus ojos, armandose de valor para enfrentar la pesadilla. El ajetreo empresarial seguía igual a como lo recordaba, hombres y mujeres corriendo de aquí para allá con papeles en manos, llevando recados de un extremo de las plantas al otro. Una chica de tez morena y tacos tan altos como su autoestima se metió fugaz al ascensor y lo obligó a salir de ahí para comenzar a bajar. Jimin negó divertido, planteándose por milésima vez si realmente quería estar a cargo de una empresa.
Ingresó por el pasillo que debía y dobló hacia la izquierda, buscó con la mirada la oficina 03 hasta dar con ella, las puertas de madera barnizada seguían tal cual las recordaba, pero los ventanales del costado ahora estaban cubiertos con vidrio rugoso, cosa que no sea fácil identificar qué hay dentro. Jimin apretó los labios en una fina línea y dejó sus nudillos suspendidos en el aire, tomando el valor qué le faltaba para tocar y no salir huyendo, al ser un miembro directo de la familia Park, no necesitaba contar con la autorización de la secretaria, solo con registrarse en recepción ya tenía pase libre.
—Yoongi hyung ya se enteró— murmuró para si mismo, procurando no ser oído por quienes pasaban cerca de él —Nada puede ser peor.
Y alisando una arruga casi invisible de su traje, tocó dos veces, observando nervioso como después de unos segundos el círculo rojo que había arriba de las puertas cambiaba a verde, diciéndole que podía entrar. Las puertas se destrabaron y él las empujó para ingresar, encontrándose de frente con el viejo escritorio de su padre, la silla negra dada vuelta observando hacia la avenida principal a través de los grandes ventanales de vidrio y una cabellera platinada sobresaliendo de ella.
—Hola, Jimin— lo saludó el hombre mientras se daba vuelta y sonreía falsamente. Esperaba encontrarse a su padre sentado en aquel escritorio, pero al parecer la empresa había tenido otros cambios de los que él como supuesto heredero no se había enterado.
—Hola— le respondió Jimin con la vena de la frente a punto de explotar —Taemin.
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Mañana también subiré un capítulo, no se preocupen ❤
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¡Hey, cerebrito! || JIMSU
Fanfic-Cada vez que sientas que no le importas a nadie...recuerda que tan solo en un mililitro de sangre tienes alrededor de 11 millones de leucocitos que darían la vida con tal de protegerte de cualquier enfermedad. Donde Park Jimin es un joven erudito...